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El Canõ no es Sila*
26 Septiembre 2011
El Caño no es Sila
MARIANA IRIARTE
Si me preguntaran qué ha sido lo que más me impactó de la Escuela de Derecho mientras estudiaba allí diría, sin temor a equivocarme, que fue el proyecto “Enlace Caño Martín Peña”. Un proyecto de autogestión comunitaria y permanencia en la ciudad a través de un fideicomiso de tierras, figura utilizada tanto en Estados Unidos como en otras jurisdicciones para proveer vivienda asequible a los sectores menos aventajados económicamente.
A pesar de su gestión, de numerosos premios e incansables esfuerzos, la política partidista del País lo pone en entredicho. Los que han hecho de la política una profesión sin vocación aprovechan para desinformar en cada intervención mediática, atacando y cuestionando a sus líderes. Han empatado el proyecto con el Partido Popular Democrático como si la autogestión de las comunidades postergadas históricamente por el Estado dependiera de algún partido.
El Fideicomiso del Caño Martín Peña es un proyecto de autogestión que busca apoderar a los ciudadanos a la vez que les provee vivienda asequible y asegura su permanencia en la ciudad. La comunidad, a través de la participación ciudadana en más de setecientas asambleas comunitarias, encontró en el fideicomiso de tierras una herramienta para prevenir el desplazamiento del cual son víctimas los sectores vulnerables de las urbes mundiales.
Aunque en el verano previo a las elecciones el gobernador les prometió a las ocho comunidades aledañas al Caño que no intervendría con el proyecto, una de las primeras cosas que hizo cuando llegó al poder fue quitarle, mediante la firma de una ley, las tierras al fideicomiso. Sostuvieron que entregarían títulos de propiedad. La tenencia colectiva de la tierra no se ajustaba a su visión individualista y anticomunitaria. Sin embargo, el Caño continuó la pelea y día a día batalla por el bienestar de su gente.
El conflicto de comunidades especiales lo trae nuevamente a la palestra. Se pelean entre ellos con rabia y saña. Se insultan. Se desgarran públicamente. Que si tu madre, que si tu padre. Los insultos y las peleas públicas, moneda corriente entre la claque gobernante, nada hacen por la gente del Caño. Mientras se insultan, con el café y la mallorca al lado, la gente sigue igual de pobre, igual de inundada, igual de vulnerable. No hay proyecto estatal de desarrollo y rehabilitación, sólo la promesa de un título que asegura la eventual expropiación de unos terrenos que prometen en el corazón de la ciudad.
El Fideicomiso del Caño Martín Peña es un proyecto de justicia social y ambiental autogestionario. Los administradores del Estado no conocen qué es eso. Lo han demostrado los últimos años.
A pesar de su gestión, de numerosos premios e incansables esfuerzos, la política partidista del País lo pone en entredicho. Los que han hecho de la política una profesión sin vocación aprovechan para desinformar en cada intervención mediática, atacando y cuestionando a sus líderes. Han empatado el proyecto con el Partido Popular Democrático como si la autogestión de las comunidades postergadas históricamente por el Estado dependiera de algún partido.
El Fideicomiso del Caño Martín Peña es un proyecto de autogestión que busca apoderar a los ciudadanos a la vez que les provee vivienda asequible y asegura su permanencia en la ciudad. La comunidad, a través de la participación ciudadana en más de setecientas asambleas comunitarias, encontró en el fideicomiso de tierras una herramienta para prevenir el desplazamiento del cual son víctimas los sectores vulnerables de las urbes mundiales.
Aunque en el verano previo a las elecciones el gobernador les prometió a las ocho comunidades aledañas al Caño que no intervendría con el proyecto, una de las primeras cosas que hizo cuando llegó al poder fue quitarle, mediante la firma de una ley, las tierras al fideicomiso. Sostuvieron que entregarían títulos de propiedad. La tenencia colectiva de la tierra no se ajustaba a su visión individualista y anticomunitaria. Sin embargo, el Caño continuó la pelea y día a día batalla por el bienestar de su gente.
El conflicto de comunidades especiales lo trae nuevamente a la palestra. Se pelean entre ellos con rabia y saña. Se insultan. Se desgarran públicamente. Que si tu madre, que si tu padre. Los insultos y las peleas públicas, moneda corriente entre la claque gobernante, nada hacen por la gente del Caño. Mientras se insultan, con el café y la mallorca al lado, la gente sigue igual de pobre, igual de inundada, igual de vulnerable. No hay proyecto estatal de desarrollo y rehabilitación, sólo la promesa de un título que asegura la eventual expropiación de unos terrenos que prometen en el corazón de la ciudad.
El Fideicomiso del Caño Martín Peña es un proyecto de justicia social y ambiental autogestionario. Los administradores del Estado no conocen qué es eso. Lo han demostrado los últimos años.
*Publicada originalmente en El Nuevo Día, acá.
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