29 de septiembre de 2012
Nunca más
MARIANA IRIARTE
Desde hace unos días los veo todos los días. Sus nombres varían, no así la frustración y el dolor que les provoca haber sido despedidos injustamente. Son más que una cifra -aunque el Gobierno piense que son meros números- son personas, trabajadores y trabajadoras que el sistema perverso diseñado por el gobernador dejó sin empleo allá para principios del 2010.
Algunos son personas de edad avanzada, otros no tanto. Muchas son madres solteras que perdieron la única fuente de ingreso que tenían para sustentar su hogar. Varios no tienen transportación, llegan a ver sus casos mediante la generosidad de sus amigos o de algún vecino solidario que les hizo el favor de darles pon a Santurce.
La mayoría no ha vuelto a conseguir trabajo, no han podido crear su propio negocio, ni le agradecen a la Ley 7 porque ahora son grandes empresarios. Ese slogan que promociona el Gobierno es sólo eso, un slogan de campaña. Ellos no se han superado, no porque no quieran, sino porque la crisis estructural en la que vivimos los despojó de lo poco que tenían y no han podido reemplearse. Me arriesgo a decir que muchos de ellos votaron por Fortuño creyéndole aquello de que sólo botaría al gobernador en el poder. Sin embargo, Fortuño les mintió y hoy por hoy se sienten traicionados y defraudados. La frustración se les nota en la mirada. “Soy madre soltera, licenciada”, me dicen algunas mujeres.
De ese Puerto Rico, conformado por la cara de hombres y mujeres con historia, ilusiones, aspiraciones, deseos y muchas frustraciones, que quedó fuera del juego sin derecho a volver a jugar tu gobernador no te habla. No te habla del sufrimiento de esos miles de puertorriqueños y puertorriqueñas que, desde el 2010, sueñan con que pase algo -sin saber exactamente qué- que les devuelva la esperanza de que otro Puerto Rico, mejor y justo, es posible para sus hijos, para sus nietas. Sueñan con que los reinstalen en sus puestos de trabajo, cosa que esta administración se ha negado rotundamente hacer, no sueñan con pedir, sueñan con volverse a emplear.
Por eso, tú y yo, tu vecina, la familia, nuestros amigos, y todos los hombres y mujeres que habitamos esta Isla podemos hacer algo por Juan, Yadira, Migdalia, José y los miles de trabajadores que este gobierno despidió. Podemos ir a votar y dejar claro que ¡Fortuño nunca más! Tus hijos e hijas se merecen un Puerto Rico próspero pero la prosperidad no se puede construir a base del dolor ajeno. Construyamos un país cimentado en la esperanza, la solidaridad y el bien común. Acuérdate de ellos en noviembre y, votes lo que votes, a Fortuño dile no.
Algunos son personas de edad avanzada, otros no tanto. Muchas son madres solteras que perdieron la única fuente de ingreso que tenían para sustentar su hogar. Varios no tienen transportación, llegan a ver sus casos mediante la generosidad de sus amigos o de algún vecino solidario que les hizo el favor de darles pon a Santurce.
La mayoría no ha vuelto a conseguir trabajo, no han podido crear su propio negocio, ni le agradecen a la Ley 7 porque ahora son grandes empresarios. Ese slogan que promociona el Gobierno es sólo eso, un slogan de campaña. Ellos no se han superado, no porque no quieran, sino porque la crisis estructural en la que vivimos los despojó de lo poco que tenían y no han podido reemplearse. Me arriesgo a decir que muchos de ellos votaron por Fortuño creyéndole aquello de que sólo botaría al gobernador en el poder. Sin embargo, Fortuño les mintió y hoy por hoy se sienten traicionados y defraudados. La frustración se les nota en la mirada. “Soy madre soltera, licenciada”, me dicen algunas mujeres.
De ese Puerto Rico, conformado por la cara de hombres y mujeres con historia, ilusiones, aspiraciones, deseos y muchas frustraciones, que quedó fuera del juego sin derecho a volver a jugar tu gobernador no te habla. No te habla del sufrimiento de esos miles de puertorriqueños y puertorriqueñas que, desde el 2010, sueñan con que pase algo -sin saber exactamente qué- que les devuelva la esperanza de que otro Puerto Rico, mejor y justo, es posible para sus hijos, para sus nietas. Sueñan con que los reinstalen en sus puestos de trabajo, cosa que esta administración se ha negado rotundamente hacer, no sueñan con pedir, sueñan con volverse a emplear.
Por eso, tú y yo, tu vecina, la familia, nuestros amigos, y todos los hombres y mujeres que habitamos esta Isla podemos hacer algo por Juan, Yadira, Migdalia, José y los miles de trabajadores que este gobierno despidió. Podemos ir a votar y dejar claro que ¡Fortuño nunca más! Tus hijos e hijas se merecen un Puerto Rico próspero pero la prosperidad no se puede construir a base del dolor ajeno. Construyamos un país cimentado en la esperanza, la solidaridad y el bien común. Acuérdate de ellos en noviembre y, votes lo que votes, a Fortuño dile no.