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Sociedad|Jueves, 25 de noviembre de 2010
Un estudio muestra cómo la Justicia penal trata de manera diferente a las mujeres víctimas de violencia de género

El machismo goza de buena salud en los tribunales

La Defensoría General de la Nación analizó causas judiciales y sentencias de todo el país. Y concluyó que hay “una discriminación que asegura la impunidad de estos crímenes”. Hoy se conmemora el día de la no violencia contra la mujer.

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La titular del Ministerio Público de la Defensa, Stella Maris Martínez, dio a conocer el estudio junto a un destacado panel.
La Justicia penal avala y ampara a la violencia machista. Esa es la principal –y terrorífica– conclusión que surge de una investigación que realizó la Defensoría General de la Nación. “El estudio demuestra que la Justicia penal otorga a las mujeres víctimas de violencia de género un tratamiento distinto del que brinda a otras víctimas. Ese trato diferenciado implica una discriminación que asegura la impunidad de estos crímenes y propende a su perpetuación”, reveló la titular del Ministerio Público de la Defensa, Stella Maris Martínez, al dar a conocer los hallazgos del relevamiento, que consistió en un análisis cualitativo de resoluciones judiciales adoptadas por jueces y tribunales de distintos puntos del país, en casos de violencia contra las mujeres en el ámbito de sus relaciones interpersonales y de abusos sexuales. El informe se presentó ayer, en vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, que se conmemora hoy con una concentración frente al Congreso, y múltiples actividades en las principales ciudades del país (ver aparte).

“La violencia de género no forma parte de la agenda de la inseguridad urbana. Solo entran los casos que suceden en la vía pública y son generados por un extraño. Y deja afuera a los femicidios que ocurren en la esfera privada, cometidos por un conocido de la víctima, mayoritariamente su pareja o ex pareja”, cuestionó Martínez y comparó la resonancia mediática y política que tuvo el ataque que sufrió Carolina Píparo en una salidera bancaria, y la sucesión de al menos ocho casos de mujeres muertas como consecuencia de quemaduras generadas por sus parejas o ex en los primeros meses del año, luego del fallecimiento de Wanda Tadei (la esposa del baterista de Callejeros, recientemente imputado por el crimen), que no tuvieron tanta atención periodística ni una reacción de los poderes públicos.

Los resultados de la investigación sobre “Discriminación de género en las decisiones judiciales: Justicia penal y violencia de género” fueron presentados con un panel de lujo formado por las ministras de la Corte Suprema, Carmen Argibay y Elena Highton, la diputada porteña y filósofa feminista Diana Maffía, la abogada rosarina Susana Chiarotti, directora del Instituto de Género, Derecho y Desarrollo (Insgenar), y la directora general de Cooperación Internacional de la Cancillería, embajadora Julia Levi, con trayectoria en el movimiento de mujeres. Las panelistas destacaron la importancia de la investigación al poner en evidencia los sexismos que imperan en la Justicia. “Ojalá que la lean todos los jueces y juezas y operadores de la Justicia del país y lo estudien en las facultades de Derecho”, dijo Chiarotti. Argibay agregó que es frecuente escuchar en los tribunales como excusa cuando se hacen mal las cosas que “siempre se hizo así”. Y señaló que el curso de capacitación que se está impartiendo en todos los niveles de la Justicia, desde la Oficina de la Mujer, que ella encabeza, para incorporar la perspectiva de género en los tribunales, busca eliminar “el siempre se hizo así”.

La defensora general de la Nación señaló que el estudio encontró que los operadores de la Justicia penal no toman con “seriedad” las investigaciones sobre hechos de violencia de género; producen una “frecuente vulneración” de sus derechos durante la tramitación del proceso; y valoran las pruebas recolectadas “a la luz de prejuicios y estereotipos”, en particular los testimonios de las mujeres que denuncian, a quienes consideran como “mentirosas” o “fabuladoras”. “Si yo denuncio que me robaron el auto, me van a creer directamente; pero si digo que me violaron y no estoy golpeada ni con la ropa rota, no me creen”, ejemplificó Martínez. Con esta investigación, “se espera colaborar a visibilizar y erradicar algunas de las prácticas detectadas que tienen como resultado la impunidad de los hechos denunciados”, destacó.
“Para lograr la igualdad necesitamos que el Estado vea esta discriminación”, indicó Maffía. Y apuntó que, en realidad, el estudio analiza cómo son tratadas “las privilegiadas” que llegan a la Justicia. “Sabemos que sólo el 10 por ciento de las mujeres que sufren violencia llega a denunciar. Es desesperante ver el trato que reciben”, señaló.

Un dato preocupante, que aportó la jueza Highton de Nolasco, es que en el último año, en la ciudad de Buenos Aires, se archivaron o desestimaron el 66 por ciento de las causas penales iniciadas a partir de denuncias presentadas ante la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema. Highton, no obstante, señaló el porcentaje como un dato positivo, dado que en el primer año de funcionamiento de la OVD, tenían ese destino el 89 por ciento de las causas penales. De las 14.145 personas denunciadas en los últimos dos años en esa Oficina, el 86 por ciento de las personas indicadas como autoras de los hechos de violencia son varones. En la amplia mayoría de los casos (85 por ciento), el agresor es pareja, ex pareja, concubino, cónyuge o novio de la víctima. El 71 por ciento de las personas afectadas son mujeres, el 13 por ciento niñas y el 11 por ciento niños.
Si la situación en la Justicia penal de la ciudad de Buenos Aires puede resultar alarmante, la titular del Ministerio Público se encargó de aclarar que en el resto del país es peor. “Las sentencias más claramente contrarias a los derechos de las mujeres –que fueron analizadas en el estudio– son del interior del país”, subrayó. “No faltan leyes” para castigar la violencia de género, “lo que falta es conocimiento y compromiso de los operadores judiciales” con la problemática, advirtió Martínez.

El estudio de la Defensoría General de la Nación fue realizado por la Comisión sobre Temáticas de Género del organismo, que lidera la abogada Mariela Asencio. La investigación encontró sobreseimientos o archivos dictados “sin que se haya adoptado ningún tipo de actividad investigativa o tras haber realizado una investigación solo en forma aparente, a pesar de que se podían identificar elementos de prueba útiles para constatar lo ocurrido”. En otros casos, “se dictó archivo o sobreseimiento tras invocar que la víctima no había probado ciertos extremos de su denuncia. De ese modo, la Justicia penal abdicó de investigar los hechos denunciados y trasladó esa carga a la víctima”. Otros casos analizados ponen en evidencia la arbitrariedad de la sentencia en la valoración de la prueba. El estudio encontró que en algunas causas, “el tribunal valoró los elementos de prueba que abonaban la versión del imputado y dejó de lado, sin ningún tipo de justificación, la prueba que respaldaba la versión de la víctima”. “En general –destacó Martínez–, los casos que presentan problemas en la valoración de la prueba evidencian la presencia e estereotipos y prejuicios de género.”

Además, en algunos de los casos estudiados, las víctimas fueron sometidas a ciertos análisis intrusivos sobre cuestiones que no formaban parte del hecho investigado: por ejemplo, a una mujer que había denunciado violación anal, se le realizó una revisión vaginal. Otra de las formas de “revictimización” encontrada consiste en someter a las denunciantes a interrogatorios relacionados con su pasado sexual o su conducta previa al abuso, a pesar de que sus antecedentes sexuales no guardaban relación con el hecho denunciado. “El estudio muestra que la impunidad que muchas veces rodea a estos casos es producto de la discriminación en la Justicia penal”, cerró Martínez.
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15.08.2010 | LITERATURA

Juana Bignozzi: "La ideología es una forma de eternidad"

16:55 | Fue anarquista, militó en el comunismo y es considerada una de las voces más trascendentes de la poesía argentina. Acaba de publicarse su último libro donde presenta una escritura irreverente. Aquí critica la abundancia de poetas, a las antologías, al peronismo y a Montoneros.
Juana Bignozzi es una poeta imponente. Esta mujer inteligente, que también supo hacerse fama de temible, recibe a Ñ con calidez en su departamento de Once, donde se ha instalado luego de vivir 30 años en Barcelona. Apenas comenzada la charla –a propósito de Si alguien tiene que ser después, su último libro– se hace evidente que su poesía no admite medias tintas y su conversación, mucho menos.

En este libro aparece el concepto de la "aristocracia obrera". ¿Cómo se le fue configurando esa visión de las cosas? 

Vengo de una familia de criollos viejos, cuyos orígenes están en Padua. De mi bisabuela para acá, todos argentinos. Mi padre obrero panadero y anarquista; o sea, no hacía changas ni horas extras. Siempre decía que un obrero no tiene que tener dos trabajos ni mucho menos quitarle el trabajo a otro obrero. La dignidad para él estaba en mantenerse con un solo trabajo, o sea que no teníamos casi nada. Tuve muy poca ropa y un único par de zapatos (el que me exigían en la escuela, pero que también servía para las fiestas). Vivíamos en la parte más humilde de Saavedra, en una calle de tierra, que era barro cuando llovía. Hasta mis 10 años no hubo agua caliente: el gas no había llegado al barrio. De ahí vengo. Más pobres que nosotros sólo eran los mendigos. Ahora bien, otras cosas, en cambio, no faltaban. En casa había muchos libros y una vez por mes íbamos al Teatro Colón. Era una decisión sobre en qué cosas se debía gastar y en cuáles no, y si bien de chica yo hubiera querido tener más ropa que libros, con el tiempo me di cuenta de que ésa había sido la mejor manera que mi familia había encontrado para ayudarme. Ese obrero cultivado, amante de la cultura, sin proponérselo me estaba haciendo cambiar de clase. La cultura nos hace cambiar de clase. Una no traiciona lo que es, pero se produce un ascenso social irremediable y empezamos a tener otro tipo de apetencias y necesidades. En eso, en el desprecio férreo a la ignorancia, para terminar de contestar a su pregunta, consiste la aristocracia obrera.

La de su padre parece una curiosa decisión.

Entonces no tenía nada de curiosa. Los anarquistas de antes nunca hacían la revolución ni lograban tomar el poder, pero se la pasaban leyendo todo el día. Así, el dinero que se gastaba en libros formaba parte de nuestros gastos esenciales. También comprábamos Nuestra Palabra, La Prensa, La Protesta y Propósitos. Papá terminaba de leer y salía a la puerta a contarles el diario a los vecinos, que no leían. Tanto él como mi madre se fueron convirtiendo en una referencia moral de la familia, y consultores de los vecinos del barrio. Eso les venía muy bien, porque la otra actividad anarquista por excelencia es la discusión y mi casa funcionaba como comité clandestino del Partido Comunista de Saavedra. 
¿Eran anarquistas y prestaban su casa a los comunistas? 
Sí, eran de izquierda, pero ellos no estaban afiliados al PC porque no querían tener pertenencia formal a ninguna institución. 

Viniendo de ese hogar, ¿cómo la pasaba en la primaria? 

Bastante mal, pero no muy mal. Logré destacarme y ser una excelente alumna, además de una especie de líder natural. A mí me iba bien en las pruebas y tenía las mejores notas, pero salía en defensa de mis compañeras. Era la abanderada y, a la vez, una especie de delegada de la clase, aunque tenía pocas amigas porque el diálogo era difícil. Volvíamos del fin de semana y no había casi nada de qué hablar. Les contaba que el sábado me habían llevado al teatro y en ese barrio nadie, salvo nosotros, había ido nunca al teatro. Para que se dé una idea del lugar de donde vengo, de las veintidós chicas que éramos en la primaria, sólo dos fuimos al secundario. Y, además, yo empecé a militar muy temprano en el PC, que es una de las maneras más rápidas de separarse del barrio. 
Sus años de escuela coinciden con el primer peronismo.
Exacto. Puedo decir que me pasé todo el peronismo bajando y subiendo la bandera.

¿Cómo se situó su familia respecto del peronismo?

Mi padre, que era de una rectitud absoluta y espartana, detestaba el peronismo. Después de que Perón y su CGT de 1945 se quedaron con el crédito de haber conseguido transformar en ley todos los proyectos del socialismo, el anarquismo fue apenas un sueño: se perdieron muchas de sus consignas y todos los delegados. No quedaba nada, salvo las bibliotecas obreras. Entonces, si bien nunca se afilió, mi padre que no toleraba el oportunismo, se acercó más a los comunistas.

¿Y usted?

Ser comunista desde la más tierna infancia o educarse con los jesuitas son cosas que nos marcan a fuego, condicionando nuestra manera de concebir el mundo y la política. Hay una moral distinta, hay una visión jerárquica que, al menos en mi caso, me ha impedido acercarme al peronismo.

Más allá de que el primer peronismo le arrebató a la izquierda sus estandartes, debió haberse puesto contenta de que hayan entrado en vigencia esas leyes. 

Si me hubiese puesto contenta, mi padre se habría disgustado enormemente. El me inculcó una visión jerárquica del obrero, que yo todavía mantengo. Sigo creyendo en un obrero con conciencia de clase, que no aspira a ser pequeñoburgués, como en el caso de los obreros peronistas, cuyos sueños –que me disculpen– al lado de los de mi padre son pequeños.
Sin embargo hay una cantidad grande de intelectuales y escritores que, habiendo estado en el comunismo, dieron ese salto...

La mayoría de las personas que pasaron del comunismo al peronismo venían de hogares de clase media y se afiliaron a la Fede en su adolescencia, en buenos colegios o en la facultad. Lo mío es diferente: crecí en una casa anarquista, una especie de karma, como la lectura y el teatro. Me crié en el mito de la cultura. Y además, nunca fui de transar.

Se habrá quedado sola más de una vez... 

El día que murió Eva Perón yo estaba en una fiesta de quince. Esa noche me aburrí mucho porque, como le dije, a pesar de los mutuos esfuerzos, mis compañeras y yo no teníamos de qué hablar. Saqué el tema de la muerte de Evita, pero nadie dijo nada. Y volví a mi casa, me senté en una silla y me puse a llorar. Ahí vino mi mamá y preguntó por qué lloraba. Le dije que por Evita. Me dijo: "Evita no tiene nada que ver. ¿Qué te pasa?". Y ahí me di cuenta de que en realidad lloraba porque estaba sola. Se lo dije y ella me respondió que tenía que estar preparada porque muchas otras veces iba a estar sola por quién era y por lo que sabía. Y así fue.

Sus gustos estéticos no parecen tan cercanos a esa izquierda de sus orígenes. ¿No fue también ésa una fuente de cortocircuito respecto de sus pares?

Tiene razón. Esa cultura a la que usted se refiere es el logro de la clase que ostenta el poder y que impone su fasto. No voy a pedir perdón por encontrar que esa circunstancia es admirable y por pensar que de ella tendríamos que haber aprendido, preparándonos por si alguna vez hubiésemos alcanzado el gobierno. Se comprenderá que es más lógico admirarse por la arquitectura que impulsaron los Luises antes que por la arquitectura soviética, ¿no?

Cuando empezó a militar en el PC se habrá encontrado con otros jóvenes con quienes sí pudo conversar.

Ahí estaban Juan Gelman, Andrés Rivera, Juan Carlos Portantiero... Casi todos eran mayores que yo, tenían sus estudios o su experiencia de vida, y me adoptaron y protegieron a muerte.

¿Siguió en el PC después de que, a principios de los 60, ellos fueron expulsados?

Muy poco. Tuve un enfrentamiento con un dirigente y, como se imaginará, no iba a pedir disculpas. Me asociaron a los disidentes y no me renovaron el carnet. Por ese entonces se fundó VC (Vanguardia Comunista) y se agruparon en varias publicaciones. Así que seguí en contacto con ellos.

¿Estudió en la Universidad?

Varias carreras, sin terminar ninguna. Empecé Letras dos o tres veces. También, Derecho. Después quise ser asistente social. A los seis meses salí disparada. Así que me conformé con hacer toda la Alianza Francesa y después toda la Dante Alighieri, con lo que me quedé muy contenta. Preferí trabajar. Siempre me gustó tener calle y, claro, un sueldo respetable. 

¿De qué trabajó?

Yo hice un comercial modelo, de esos que implantó Perón –y fíjese las aspiraciones pequeñoburguesas del peronismo: a pesar de nuestra pobreza nos obligaban a usar uniforme como en los colegios pagos, sumándonos, a mí y a mi familia, un problema más– y apenas terminé me puse a trabajar como profesora de contabilidad en la Berlitz. Después, conseguí trabajo como ayudante de contador, y ahí empecé a ganar muy bien. Pasé a ser administrativa y después entré en La Hora, y cuando cerró, empecé a hacer encuestas, lo que me permitió recorrer el país. El último empleo fijo que tuve fue en el Centro Editor de América Latina, que sólo toleré unos meses. 

¿Por qué no lo toleró?

¿Qué quiere que le diga? Nunca me gustaron esas empresas socialistas que no son socialistas, como el Banco Credicoop. Con un patrón capitalista, una sabe cómo proceder. La cosa se complica cuando el patrón es socialista y trata a los empleados como un capitalista. Somos todos socialistas, hasta que se llega quince minutos tarde y empiezan los gritos. De más está decir que nunca entré en la mística del Centro Editor.

¿Qué pensó cuando empezó la lucha armada? 

Estaba a favor, pero hay que matizar. Apoyé desde afuera. No podía ser ni montonera ni del ERP. Por un tiempo, estuve con las FAR, pero después me aparté porque no soporté el nacionalismo con olor a sacristía de los montoneros. Mi padre siempre decía que todo nacionalismo es de derecha. Sumemos la parte cristiana y qué tenemos: oscurantismo. Así que, ante la perspectiva de un país montonero, mi marido y yo nos fuimos a España. Y, treinta años después, volvimos y, fíjese qué desgracia, algunos de ellos están en el gobierno. 
Fue amiga de Alejandra Pizarnik. También de Susana Thénon y de Luisa Futoransky...
Somos de la misma generación.

¿Cómo se entendía con ellas desde lo ideológico?

No me entendía, hablábamos de otras cosas, nuestra relación pasaba por la poesía. Me trataban bien, aunque les parecía exótica. Siempre pasaba lo mismo: estábamos charlando con Alejandra y, de pronto, yo miraba la hora y decía que me tenía que ir. "Debe tener que ir a hacer algo comunista", decía ella y yo me reía y me iba. Insisto, nos leíamos poemitas, pero no hablábamos de cosas personales ni teníamos amigos en común. Cuando empecé la relación con quien es mi marido, la distancia fue mayor y ahí se terminó todo. Con Susana Thénon la relación era incluso más distante. Era la típica hija de un dirigente prestigioso del PC y eso era todavía peor que ser la hija de un anarquista. En cuanto a Luisa, se desperdigó mucho.
Me imagino que a esta altura no tendrá problema...

¿Qué problema voy a tener yo, con un pie en la tumba? 

... en decirme cómo considera la poesía que ellas escribieron.
Alejandra no se merece este bastardeo al que la someten, presentándola como una poeta intocable a la que hay que estudiar de frente y de perfil. Sólo logran que la gente joven no la lea. Digamos las cosas como son: es una buena poeta, que encarna muy bien la herencia de las vanguardias y que no refleja necesariamente la época en la que le tocó vivir. Tal vez por eso, más adelante la gente no la va a leer de la misma manera. Ese universo de noche, muerte y negrura refleja lo que una piensa en la adolescencia, pero a medida que avanza la vida todo eso se queda atrás. Y la verdad es que yo no sé si las muchachitas ahora sufren de las mismas cosas que se sufrían antes las que ahora andan por los 50 o los 60 años.

¿Y Susana Thénon?

Siempre me pareció agradable lo que hacía, pero nunca pensé que fuera más que eso. Tiene humor, pero mucha gracia no me hace.

¿Y Luisa Futoransky?

Una lástima. Con todo lo que ha hecho, los lugares donde ha estado, la gente que conoció, a la edad que tenemos ya no debería estar escribiendo esa poesía tan llana, fácil y pegada a cierta vanguardia antigua que ella escribe.

Me sorprende. Usted ha hecho un culto de la transparencia.

De lo transparente sí, no de lo llano. Quiero que lo que diga se entienda, pero no necesariamente que sea fácil de entender. Espero no escribir poemas descriptivos. Alejandra se murió joven y no sabemos qué habría seguido escribiendo. Susana murió pasados los 50 y ya dije lo que pienso de ella. Luisa ha escrito narrativa, ensayo y poesía, lo que contribuyó a dispersar su obra. A diferencia de estas talentosas muchachas, he tratado de dejar en claro que en toda vida hay sentimientos jerárquicos y otros que no lo son tanto. No todo lo que sentimos tiene importancia para la poesía. A veces es mejor que nunca llegue al papel. 

Cuando se habla de los años 60, suele destacarse la poesía más combativa, que aludía a la realidad inmediata y no dudaba en mezclarse con la política. 

Da la impresión de que todo lo malo se hubiera agrupado para configurar una única cara de la poesía de esa época, razón por la que los jóvenes sienten tanto rechazo por esa poesía populista, que se podría asimilar a las letras de los malos tangos. Y atenti: Juan Gelman nunca estuvo allí. Héctor Negro, que se ha dedicado al tango, creo que tampoco, y eso lo ha salvado. Ellos, a diferencia de varios de mis compañeros del grupo El Pan Duro, nunca escribieron poemas oficinescos en los que se quejaran del jefe. Tampoco esa mala poesía política del tipo "yanquis hijos de puta, no pasarán"... No me haga acordar que me deprimo. Se es poeta para trabajar con la lengua de otra manera, ¿no? En la poesía tiene que haber algún misterio, algo que el poeta ve y que el público no. Tenemos la obligación de revelar los misterios pero de una manera distinta de la que, por ejemplo, tiene el periodismo. 

¿Qué poetas quedan entonces de los años sesenta?

Queda Gelman. El de Cólera buey. También quedan las chicas que acabamos de nombrar. Creo que también quedo yo. Hay otros poetas, como Mario Morales o Gianni Siccardi, pero uno murió joven y el otro escribió muy poco, y es necesario tener algo más donde poder hincar el diente, ¿no? Pero me da la impresión de que ninguno de los dos escribió nada que cambiara la poesía. Horacio Salas y Héctor Yánover son, en cierta forma, el tipo de poeta que yo critico. Hicieron una poesía cargada de buenos sentimientos y nadie dijo que la poesía se hace con buenos sentimientos. ¿Me quiere decir a quién le importa el último tranvía o el barrio mal copiado del tango? Pero, por favor...

Poesía política, entonces, no es lo mismo que la poesía cargada de ideología.

La política es la aplicación de una ideología. Dicho de otro modo, la política es apenas un camino. La ideología sobrevive a la política porque no siempre esta última expresa debidamente a la ideología y es necesario hacer correcciones. Muchos poetas están cargados de ideología, pero carecen de practicidad política. 

¿Quién es un poeta político?

Los poetas rusos de la Revolución, el Neruda del poema a O'Higgins y a Prestes. También el turco Nazim Hikmet. Pero, a veces, grandes poetas se equivocan y escriben mala poesía política. Pienso en Raúl González Tuñón, que después de grandes libros como La calle del agujero en la media o Todos bailan tuvo veinte años de negrura (su poema a Stalin, que me perdonen, no se puede leer), hasta que al final de su vida volvió a ser un gran poeta con A la sombra de los barrios amados y Poemas para el atril de una pianola.

¿Cuál es la clave? 

La circunstancia interior tiene que coincidir con la circunstancia exterior. Yo no puedo ponerme a escribir poemas a El Salvador o a Nicaragua, por ejemplo. Mi poesía es ideológica, no política.

¿Y qué opina de la poesía de Leónidas Lamborghini?

Lo salvó la parodia. Con Eva Perón en la hoguera logró hacer una interesante poesía política, algo único. Pero, por eso, no puede tener discípulos.

¿Alguien reúne ideología y política en su poesía?

Paul Eluard. Gelman. 

Poetas que se identifican con la izquierda. ¿Algunos poetas vanguardistas no estaban más cerca de la derecha? 

Sí, claro: T.S. Eliot, Ezra Pound, Wallace Stevens... Para no hablar de los rusos a los que Stalin mandó a Siberia, o de Gabriele D'Annunzio que fue un fascista prístino, o de los poetas católicos franceses excluidos del surrealismo... En general se suele creer que la ideología es el patrimonio de la izquierda, pero la simple enumeración de la vanguardia demuestra otra cosa. 

Ideología y política son, en cierta forma, el leiv motiv de su último libro. Parece reclamarles a los poetas más jóvenes su falta de ideología... 

Sin embargo, tengo la impresión de que ahora se está volviendo a una poesía más ideológica. Pero en esos 20 años, que coinciden con el momento en que empecé a venir al país, la idea de trascendencia estaba en decadencia: el adentro había ganado sobre el afuera. Entiendo que la ola de conservadurismo que azotó al mundo desde Reagan en adelante tuvo mucho que ver. Me refiero a eso de la vuelta a los valores familiares, el parto en casa y todas esas pavadas. ¡El parto en casa! ¡Por favor! ¿Qué, después de haber logrado que los chicos nazcan en hospitales, con la atención debida, ahora hay que volver atrás y tenerlos en las casas? ¿Esta es la sociedad del progreso? ¿No se dan cuenta de que todo eso es dejarle el campo al enemigo? Cuando uno cree que el mundo es el propio jardincito, las labores de la casa y la olla que hace puf puf, ganó el otro. 

Se olvida de la poesía de los años 80, que no fue eso. Hubo un cambio en los hábitos de lectura, debido a esos poetas... 

Si se refiere a lo que hizo la gente del Diario de Poesía, tiene razón. Pero esos poetas fueron algo así como una isla en medio de esa nada que yo veía desde el exterior. Sólo ahora los buenos poetas empiezan a cobrar visibilidad. Algunos pocos, como Irene Gruss, Mirta Rosenberg o Estela Figueroa, salieron bien parados. Pero los que más sufrieron el golpe son los que se desilusionaron de la política. Esos quedaron desfasados, aplastados entre la mitología de los años 60, con la consiguiente desilusión por la política, y la banalidad de los 90, con toda esa autopromoción que llega hasta nuestros días. Se portan como si alguien los hubiera traicionado para siempre, y no es así. Lo que ocurre es que la historia obliga a que, sin modificar el propio punto de vista ideológico, una vuelva a posicionarse y a hacer los ajustes necesarios.

La ideología, entonces, ¿es una forma de trascendencia?

Absolutamente. La ideología es la forma de eternidad que tenemos. Yo no concibo que una se pelee con el partido que le da identidad sólo por confundir al dirigente miserable que transitoriamente está en el frente con la ideología que a una la sustenta. ¿Lo quiere más claro? Una no podía pelearse con Codovilla como si fuera Marx.

Digame, ¿hay tantos poetas como dicen las antologías?

En vista de lo que está pasando, habría que sacar alguna ley que prohibiera el amontonamiento en las antologías, ¿no? Como dice Camus, en Calígula, el mayor pecado que puede cometer un hombre es desesperar a un alma joven. Y estas antologías, con pretensiones monumentales, desesperan a las almas jóvenes: se pasa de un gran poema, a uno decente y de ése a otro que dan ganas de morirse. No hay tantos poetas y no veo mal en ello. 

José Luis Mangieri y Adriana Hidalgo, su actual editora, están en las antípodas de lo que consideran es la edición. ¿Cómo se maneja entre los extremos?

José Luis era mi amigo de juventud, y nos amábamos y nos peleábamos como perros. Adriana Hidalgo es mi editora, nos tuteamos, es una mujer muy correcta, pero la nuestra es una relación afable y comercial. 

¿Extraña a Mangieri?

No sabe cómo. Cada dos por tres lo cito. Me encuentro hablando de algún mal poeta y diciendo, como solía decir él, "éste es la borra de la poesía".

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Tod@s contra la violencia machista





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Las más diversas causas en el mundo entero, a través del tiempo, han sido acogidas por artistas de distintas manifestaciones para expresar sus opiniones. Así lo hemos visto en la poesía, la música, el cine, el teatro, la literatura, la poesía, la pintura, el arte gráfico. Un mensaje a través del arte puede ser más claro e ilustrativo que mil palabras. Tiene que ser poderoso para llamar la atención y crear conciencia. La historia feminista puertorriqueña recoge múltiples instancias en las que el arte ha sido el vehículo de comunicación para transmitir la denuncia, pero también para educar sobre nuestros derechos, para develar el discrimen y prevenir la violencia, que es la forma más cruda y brutal del discrimen.

Han sido muchas las personas exponentes del arte que han sido solidarias y aliadas con las banderas de lucha para erradicar la opresión contra las mujeres.. Precisamente el Movimiento Amplio de Mujeres de Puerto Rico ( MAMPR) recurrió al arte y al derecho constitucional a la libertad de expresión para iniciar la campaña “TOD@S CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA”. El artista gráfico que, como en tantas otras instancias, respondió al llamado siempre urgente fue Iván Figueroa Luciano, director de arte y diagramación del periódico CLARIDAD. Iván recogió en la imagen gráfica el lema que las mujeres seleccionamos, con todo y arroba para resaltar la inclusión y el mensaje de que el repudio a la violencia de género convoca a mujeres y hombres y es responsabilidad compartida la denuncia y la prevención de este mal social que ha cobrado más de una docena de vidas en lo que va del año. Son números sumamente alarmantes pues todavía faltan seis meses para que el primer decenio del siglo XXI termine. El mosaico de colores en la imagen sobre fondo negro y el puño del hombre con la mujer atrapada es ilustrativa de lo que representa la violencia machista y el impacto asfixiante que tiene sobre las mujeres.
Quisimos plasmar en un mural la imagen que ya habíamos impreso en un pegadizo que se está distribuyendo para fomentar la divulgación del lema y la concienciación sobre éste. Hicimos un recorrido por el área metropolitana para encontrar donde exponer el mensaje con el objetivo de impactar miles de personas que al transcurrir por el lugar les llamara la atención, apreciaran el arte y reflexionaran sobre el mensaje. Nos sorprendió la ausencia de espacios. Ante la carencia de lugares de expresión pública, recurrimos a una pared que por años ha acogido las expresiones de multiplicidad de grupos y personas. Innumerables conductores y gente que viaja en transporte público por la avenida Sesenta y Cinco de Infantería y pasan por la intersección con la Avenida Barbosa pueden ver esta pared inclinada que sube hasta la parte trasera del Colegio San José.

Policías estatales pasaron por allí el sábado 3 de julio porque una señora les alertó de que “había una gente dañando paredes”. Cuando les explicamos de qué se trataba y les mostramos el pegadizo, cuya réplica era el objeto del mural, se marcharon, no sin antes indicarnos que no había problema alguno pues era un lugar de “libre expresión”. Recuerdo haberles dicho a las muralistas que lo peor había sido superado pues la Policía no había intervenido con el ejercicio de nuestro derecho a expresarnos. Pero, como decía mi abuela Mercedes, le hice mal de ojo. Una hora después, cuando faltaba poco para terminar, casualmente pasó por el lugar el jefe de la Policía Municipal de San Juan, señor Hilton Cordero. Se detuvo para requerir que dejáramos de pintar porque estábamos violando los códigos municipales. Hicimos el esfuerzo para que entendiera que se trataba de una campaña de educación y divulgación, sumamente importante y pertinente ante la ola de violencia de género que nos está arropando. Le mostré el pegadizo con el arte, todavía con la esperanza de que apreciara su belleza y la profundidad del contenido. Esto resultó inútil ante la intransigencia y la falta de sensibilidad del otrora conductor de helicópteros para transmitir noticias. Ante la postura que asumimos de continuar con nuestro ejercicio de libertad de expresión ordenó a sus subalternos que nos multaran y se marchó. Para ese momento el número de agentes había aumentado a 10.

Comenzó entonces la segunda etapa del drama. Una policía municipal cuestionaba con sorna que fuéramos a terminar la violencia contra las mujeres con una pintura cuando las víctimas no querían salir del problema. Otro sugirió que no usáramos la palabra “machista” porque la gente no iba a leer el mensaje. El teniente que jugaba a ser el policía bueno con toda la manipulación que fue capaz de ejercer, nos pedía de favor que solicitáramos un permiso y volviéramos a pintar el martes siguiente para no verse obligado a multarnos y tal vez, arrestarnos. La desorganización entre ellos llamaba la atención. El Teniente daba órdenes y la mujer policía, de menos rango, disponía otra cosa. Finalmente, nuestra firmeza en no renunciar a pintar el mural artístico, aun cuando ello conllevara una multa o que nos arrestaran pues amenazaron con que estábamos “obstruyendo la justicia”, pareció haber acabado con la paciencia de Cordero. Hubo una orden telefónica e impusieron multas individuales de $1,000. No conformes con esto incautaron todos los materiales, desde las pinturas, los pinceles y brochas llenos de pintura hasta el aguarrás y las escaleras. También recibimos una citación para el Tribunal el 2 de agosto cuyo propósito no está totalmente claro. Parecería que la venganza de Cordero ante la cobertura de la prensa y las muestras de apoyo y solidaridad que enseguida surgieron espontáneamente lo ha motivado a tratar de imputarnos el delito de causarle daño a la propiedad ajena. Lo más doloroso fue cuando una brigada de “limpieza” llegó rolo en mano y desapareció en tres minutos el trabajo de varias horas y, peor aún, la alternativa de que en ese fin de semana largo cientos de personas vieran el mural artístico e hicieran suya la propuesta que planteaba.

Sin embargo, el tiro les salió por la culata. Sin que nos lo propusiéramos la divulgación de lo ocurrido ha puesto en el ojo público la campaña y hasta hemos recibido ofertas de personas con propiedades que están ofreciendo sus paredes para pintar el mural. Estamos evaluando el curso de acción que vamos a seguir y, por supuesto, vamos a defender el derecho humano básico y constitucional a expresarnos libremente. Más que nada seguimos afirmando el derecho de las mujeres a vivir en paz, libres de la violencia machista que las oprime, que les roba la felicidad, que les quita la vida. ¿Cómo podíamos nosotras recoger las pinturas, las brochas, las escaleras, porque al señor Hilton Cordero o a su jefe político les moleste ver una expresión artística con un mensaje contra esa misma violencia en la pared de una vía pública? ¿Cómo hubiésemos podido continuar con la campaña sin sentir vergüenza ante el recuerdo de la mujer que fue mordida por su agresor como un perro rabioso; de la que sufrió en una cama del Centro Médico hasta morir luego de ser quemada por su ex pareja; cómo volver hablar con la amiga y sobreviviente Norma Castro Báez que quedó cuadrapléjica por la agresión a tiros del padre de su hija menor, si hubiéramos salido corriendo? ¿Quién nos respetaría?

Las mujeres activistas carecemos de medios económicos para hacer para grandes campañas educativas diseñadas por agencias de publicidad. Contamos, sin embargo, con artistas que se desbordan en solidaridad, con paredes que son públicas y ayudamos a sufragar con el pago de las contribuciones que pagamos y, no menos importante, tememos el firme compromiso de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que cese la violencia machista. Presumo que las lectoras y lectores de Claridad, también. 

?La autora es portavoz de la Organización Puertorriqueña de la Mujer Trabajadora y pertenece al MAMPR. 

Comentarios a: paoquen@onelinkpr.net




No sólo con gas pimienta






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Recientemente, a preguntas del periodista Rafael Lenín López, el Gobernador de Puerto Rico justificó el abuso policiaco del pasado 30 de junio a las afueras del Capitolio aludiendo a que las personas allí manifestándose tenían piedras y gas pimienta en sus mochilas. “Yo no sé tú pero yo no llevo “pepper spray” encima”, contestó el Gobernador. Tal vez, detrás de esas palabras dichas presuntamente de manera espontánea se esconden las verdaderas razones por las cuales el actual Gobierno ha fallado en representar los intereses de las mujeres en Puerto Rico desprotegiéndolas en situaciones de violencia o victimizándolas directamente con despidos a madres jefas de familia, desmantelando la Oficina de la Procuradora de las Mujeres, invirtiendo los escasos recursos gubernamentales en campañas ultra con servadoras y fallidas como “Promesa de Hombre” o literalmente tirándonos por unas escaleras en medio de una manifestación. Si para el Gobernador de Puerto Rico sólo se anda con gas pimienta encima para provocar violencia, es porque desconoce que cientos de mujeres en este país tienen gas pimienta, navajas, cuchillas o hasta armas de electrochoque en la cartera y en sus casas no para generar violencia, sino para defenderse de ella.

La violencia hacia las mujeres en Puerto Rico ya ha sido asumida por muchas y muchos como parte de nuestra cotidianidad. Desde que nacemos hasta que morimos las mujeres nos sabemos en riesgo. Aunque nos cueste aceptarlo Puerto Rico es, decididamente, un país violento que se ensaña específicamente contra las mujeres. Dan cuenta de ello, los titulares de todos los días: Mujer embarazada es interceptada, mientras hace ejercicios, la secuestran, la violan y la asesinan; Mujer es violada en estacionamiento público en el Viejo San Juan; Violador en serie aterroriza a estudiantes en Río Piedras ; Hombre mata a disparos a su ex-esposa y balea al hijo de ambos. Por ello, la mera posibilidad de convertirnos en víctimas de una agresión se ha convertido en una agresión por mérito propio, una agresión constante y continua que mutila nuestra autonomía y decide por nosotras desde qué ropa utilizar (para que nos tomen en serio), qué trabajos aceptar (en un ambiente dónde no nos hostiguen), por cuál acera caminar (en donde no tengamos que someternos a comentarios no deseados), en dónde estacionar (que no nos agarren desprevenidas), en dónde vivimos (que tenga seguridad 24/7).

Al fin y al cabo, la lista de consejos para evitar ser victimizadas es larga: no te pongas faldas cortas; no te mudes sin antes poner rejas; no aceptes tragos a desconocidos, o mejor, a nadie (que a veces los conocidos son los peores); no hagas jogging en la noche; deja las luces encendidas; duerme con una navaja al lado de la cama; no te estaciones en Covadonga, en las calles sospechosas de Ocean Park, en cualquier calle del casco de Río Piedras, ni en el multipisos de Plaza Las Américas; no rías las gracias; no salgas hasta la madrugada y, tal vez, ahora habría que añadir no asistas a marchas. Una no puede evitar preguntarse qué pasa si se obvian los consejos. Si nos agreden, ¿cuál será nuestra justificación para ganar la solidaridad de la sociedad? De esto obviamente nada sabe el Gobernador de turno.

En un país donde cada quince días una mujer es asesinada por razón de su género (en los primeros seis meses del 2010 ya suman unas 15) y otras tantas son maltratadas, agredidas sexualmente y hostigadas en sus trabajos, es imperativo que nuestras instituciones ejecuten estrategias efectivas para contrarrestar esta situación de emergencia. En su momento la feminista Bell Hooks en Feminist Theory: From Margin to Center (1984) sostuvo que era imposible combatir la violencia contra nosotras sin trabajar la relación entre el sistema capitalista y la violencia generalizada. Decía que poco podía esperarse de una sociedad que se fundamenta en la explotación económica de sus ciudadanas y ciudadanos. En Puerto Rico, cabe preguntarse si el conservadurismo económico y social del actual Gobierno nos está llevando tanto a mujeres como a hombres a callejones sin salida que rebotan invariablemente en violencia. También, si es posible que los mismos funcionarios que nos rompen la cabeza en medio de una manifestación sean capaces de evitar que nuestras parejas o ex parejas nos golpeen. El nombramiento fallido de Johanne Vélez como Procuradora de las Mujeres únicamente porque el fundamentalismo religioso la emprendió contra ella fue la punta de lanza de lo que estaba por venir. A eso le siguió el limbo en que se ha dejado la incorporación de la enseñanza desde una perspectiva de género al currículo de las escuelas públicas, la institucionalización de campañas conservadoras como “Promesa de Hombre” que en vez de cuestionar, reafirman las camisas de fuerza que suponen los roles de género, el despido de más de 20,000 trabajadoras y trabajadores gubernamentales, y la reciente represión ilegal de protestas legítimas, con las mujeres llevándose la peor parte de los golpes. Todo ello ha hecho claro que no contamos con un Gobierno sensible a las necesidades de las mujeres. Por el contrario, nos encontramos ante un Gobierno que nos violenta, a la menor oportunidad; un Gobierno que se ha convertido en uno de nuestros principales agresores cuando nos coloca en posiciones de vulnerabilidad.

Por tanto, nos resta a las mujeres organizarnos para lograr - sin depender exclusivamente del Estado - el mejoramiento de nuestras circunstancias de vida. Si es verdad que tenemos derecho a salir a la calle sin temor a ser objetos de violencia, no podemos limitarnos a repudiar la acción o falta de acción del Gobierno de turno. Debemos dirigir nuestros esfuerzos contestatarios a las fuerzas invisibles que empujan a los Fortuño de la vida, desde la Iglesia que miente, tergiversa y manipula lo que significaría una educación con perspectiva de género hasta los llamados grandes intereses que persiguen una Alianza Público-Privada para reclutar a madres y padres de familia sin las condiciones laborales que éstos creían garantizados en sus anteriores empleos y, a su vez, privatizar servicios de primera necesidad. La violencia contra nosotras, las condiciones que nos hacen víctimas directas o indirectas o en potencia, no se genera de manera unidimensional ni únicamente dentro de las paredes del hogar. De igual manera, debemos de enfrentarla desde varios frentes. Nuestro Gobierno se ha encargado de visibilizar dramáticamente una gran verdad: las condiciones que nos vulneran son parte de la vida pública y colectiva de nuestra sociedad, por lo que debemos sacudirla para poder librarnos de ellas. Esto tan sólo se logra, organizadas, en alianzas, saliendo a la calle, siendo una presencia constante y sonante en la vida pública del país. ¡Qué se sepa que no sólo contamos con el gas pimienta en la cartera! Somos muchas y estamos dispuestas a luchar.

La autora es abogada Vice-Presidenta de la Comisión de la Mujer del Colegio de Abogados(as) y fundadora del blog Mujeres en Puerto Rico (http://www.mujeresenpr.blogspot.com)

Comentarios a: vera98upr@gmail.com



Educar en Derechos Humanos: La Educación No Sexista como herramienta contra la Violencia de Género.







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“La violencia contra la mujer es quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos. No conoce límites geográficos, culturales o de riquezas. Mientras continúe, no podremos afirmar que hemos realmente avanzado hacia la igualdad, el desarrollo y la paz.”

Kofi Annan/Secretario General de las Naciones Unidas
La pasada semana, en este mismo rotativo, la socióloga Sara Benítez explicaba la violencia de género con el documentado paradigma de poder y control basado en la cultura machista que todavía se transmite de generación en generación por nuestras instituciones sociales: Familia, Comunidades, Iglesia, Gobierno. Bajo la consigna “Tod@s contra la Violencia Machista”, la integrante del Movimiento Amplio de Mujeres de Puerto Rico, planteó la necesidad de abordar todos los factores que inciden en la violencia machista de forma transdisciplinaria con especial énfasis en lo que ésta consideró el ámbito más abandonado por el gobierno: la educación y la prevención. La catedrática de la UPR resaltó la importancia, al igual que otros profesionales de la conducta humana, de la adopción de un currículo con perspectiva de género en la educación pública del país como estrategia de prevención de la llamada violencia doméstica.

En esta oportunidad me convoca discutir la importancia de una educación con perspectiva de género en todos los niveles educativos (elemental, superior) tanto formal (Escuela/Universidad) como informal (Comunidad, Familia) y su impacto en la prevención de la violencia contra las mujeres, por ser un tema de mucha relevancia, no sólo como feminista, sino en el campo de los derechos humanos.

La escuela se considera como uno de los ámbitos de socialización más importantes. La educación actúa de manera directa en la construcción de una cultura, que a su vez puede cambiar o perpetuar formas de pensamiento y acción, para mantenerlas o para incidir en transformarlas. Asimismo, la educación permea con fuerza la construcción de las individualidades y de las identidades que conforman la ingeniería del ser social.

Los medios de comunicación y nuestra educación siguen siendo sexistas, al igual que las prácticas familiares de socialización. Las niñas y mujeres seguimos teniendo un papel predominante en el contexto doméstico, pese a nuestra incursión en el mercado laboral. Los rasgos patriarcales siguen vivos manifestados en las actitudes, prácticas y lenguaje machistas. Socialmente, estamos enseñando a los varones, desde niños, a solucionar los conflictos echando mano a la fuerza y la violencia. Esto, en definitiva, nos lleva a pensar que bajo la aparente igualdad de la educación mixta subsisten elementos de discriminación sexista, o en la alternativa, no se está explotando la educación como herramienta de transformación social.

La categoría “género” surge de la necesidad de las feministas académicas en Estados Unidos de crear una categoría analítica para explicar la desigualdad entre hombres y mujeres. Esta categoría o herramienta metodológica de análisis fue avalada luego a nivel internacional en la IV Conferencia sobre la Mujer de las Naciones Unidas, donde se asumió como lenguaje oficial que “género” se diferencia de sexo para expresar que el rol y la condición de hombres y mujeres responden a una construcción social, y por tanto, están sujetas a cambio.

En su 41 período de sesiones celebrado en 1997, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas recomendó que se adoptaran nuevas medidas para mejorar el acceso de la mujer a la educación, incluida la incorporación de una perspectiva de género en todas las políticas y programas en el sector de la educación.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como organismo internacional reconocido en materia de educación y promoción de una cultura de respeto a los derechos humanos, desde hace años ha promovido una educación con perspectiva de género que incida en cambios estructurales y culturales profundos como la herramienta educativa más efectiva para crear relaciones humanas de respeto, diálogo y equidad en el mundo. El pasado 21 de junio de 2010 fue catalogado como el Día Internacional de la Educación No Sexista por 15 países de América Latina y El Caribe.

La educación con perspectiva de género consiste en la formación de niñas y niños con base en principios de equidad entre los sexos. Educar o formar niños/as, jóvenes para la vida adulta incluye mostrar la existencia de igualdad de posibilidades en las relaciones adultas y una distribución más equitativa de roles, funciones, tareas y responsabilidades públicas y privadas. Así, con acciones específicas dirigidas a incidir de manera favorable en el desarrollo de relaciones equitativas entre los sexos, es posible (re)orientar los mecanismos que transmiten los valores y concepciones tradicionales acerca de las mujeres y los hombres y las formas en que enfrentan sus conflictos.

En Puerto Rico, en el año 2006 se enmendó la Ley Orgánica del Departamento de Educación para promover la equidad de género en la educación pública. Para cumplir con esta Ley se instaló la Carta Circular 3-2008-2009. La Carta Circular estipula el desarrollo de una guía para la incorporación transversal de la equidad de género en el currículo, entendida en un sentido amplio de su impacto sistémico a las prácticas curriculares, de todas las disciplinas académicas en todos los niveles, programas y servicios en las escuelas. Durante ese período, y en colaboración con la Oficina de la Procuradora de las Mujeres, se elaboraron manuales y guías para los maestros y las maestros, quienes recibieron adiestramientos en todas las regiones educativas.

Pese al consenso internacional, un marco legal sólido en Puerto Rico que prohíbe el discrimen por género y la violencia doméstica, con los materiales didácticos necesarios para educar a nuestros niños y niñas, todavía no hemos podido ver la integración de una perspectiva de género en la educación formal que incida en una verdadera transformación cultural contra los estereotipos de género, que ayude a la prevención de la violencia hacia las mujeres. Las facciones más conservadoras de algunos grupos religiosos han levantado su grito de intolerancia a esta propuesta educativa, demostrando su afianzamiento a una educación sexista y que favorezcan prácticas discriminatorias y violentas contras las mujeres, su vida y dignidad. La desinformación y la tergiversación guiaron una campaña donde dichos grupos dejaron en un último plano la prevención del discrimen y la violencia contra las mujeres para adelantar sus agendas particulares de intolerancia y fundamentalismos. Lamentable es el hecho de que a nivel mundial son muchos los grupos religiosos dentro del Cristianismo, y hasta en el Islam, que han acogido “la perspectiva de género” de manera favorable para adelantar la posición de la mujer en sus sociedades y no como una amenaza a sus dogmas y creencias.

Lo más preocupante es que el gobierno no cumpla su deber de buscar las herramientas necesarias para cumplir efectivamente con los valores protegidos de nuestra Constitución y leyes a favor de la equidad de género y en contra de la violencia doméstica. La propuesta alternativa del gobierno llamada “Promesa de Hombre” parece adoptar el modelo de los llamados “promise keepers” o “guardianes de la promesa”, opción propuesta por grupos religiosos conservadores que ha sido cuestionada en distintos foros por favorecer estereotipos más que cuestionados sobre el rol dominante del hombre en la familia, elemento catalítico de la violencia de género. Véase, Faur, “Masculinidades y Control Social” (2004) publicado por la UNESCO.

No se puede trabajar contra la violencia de género sin atender sus raíces culturales. La única herramienta en este contexto la propone una educación con perspectiva de género, basada en los valores contenidos en la ética de los derechos humanos. Cualquier otra propuesta que no adopte como herramienta metodológica la perspectiva de género no logrará incidir en el problema de la violencia contra las mujeres. No sólo lo dicen los grupos feministas sino la comunidad internacional.

* La autora es feminista, abogada e investigadora en Derechos Humanos y Profesora de la Maestría en Sistemas de Justicia de la Universidad del Sagrado Corazón.


La violencia de todos








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La violencia de género que se desboca en Puerto Rico no es un fenómeno exclusivo de nuestro país, preocupantemente constituye una experiencia cotidiana en todas las culturas que comparten el orden simbólico patriarcal. Es un fenómeno social complejo que debe ser atendido y estudiado desde diversas aristas.

Pero, ¿Qué podría decirnos el psicoanálisis respecto a la violencia de género? Absolutamente nada al igual que cualquier otra teoría que se tome con des-implicación subjetiva y pretenda llevar sus elucidaciones a parajes objetivos. Dicho de otro modo, para nosotros que a diario convivimos con la agresión desmedida al otro, a nuestro próximo, pensar la violencia no puede ser un ejercicio meramente intelectual, ni estadístico.

Si lo que pretendemos con nuestras reflexiones es intentar llegar a algún puerto fructífero y no a la mera descripción de los fenómenos, habría también que responsabilizarnos por la manera en la que tanto hombres como mujeres elegimos estar posicionados en los grandes sistemas simbólicos como el patriarcado y la lógica de mercado.

De ahí que en este espacio me aventure a pensar en la responsabilidad ética que debemos asumir todos ante las frustraciones que resultan de la incorporación de estas lógicas. El patriarcado y el mercado rechazan singularidades y tienden a tomar particularidades del ser por designios universales, es decir, planteando la posibilidad de lo imposible.

Es por eso que considero importante para esta reflexión resaltar dos puntos del psicoanálisis que me parecen herramientas pertinentes para pensar la violencia de género. El primero, expuesto por Sigmund Freud y desarrollado por Jaques Lacan, es la importancia del lenguaje en la constitución subjetiva y en las relaciones sociales. Y el segundo es haberse dado a la tarea de alumbrar los aspectos inasimilables e indómitos de la afectividad humana, desmintiendo la primacía de la razón tan enaltecida por Occidente.
El macho: estereotipo frustrante

Comencemos por el lenguaje. El sujeto no es un ente que pueda significarse, ni representarse a sí mismo, dado que necesita de un cuerpo social que le dé lugar en el mundo a través del lenguaje. El sujeto, a pesar de ser en y por el lenguaje, no puede representarse plenamente allí. Ahora bien, tanto el discurso patriarcal como el discurso del mercado prometen al sujeto la posibilidad de ser plenamente en la medida en que éste esté inserto dentro de sus exigencias. Es decir, lo imposible se vuelve posible siempre que podamos pagar el precio. Sin embargo, esta promesa es siempre frustrada por la realidad dado que ser entes de lenguaje consiste precisamente en la imposibilidad de hacer del sujeto el representante literal de su significación. Es así como las identidades y los roles de género que jugamos en la sociedad no son llevados a cabo de manera prístina sino que se efectúan con la inestabilidad existente de las relaciones de lenguaje.

De manera que la presión que aguanta el hombre desde que es niño - ése deber ser ‘El Macho Exitoso’, proveedor, sabio, amado y amante – lo hace entrar inevitablemente en frustración. Puesto que el sujeto no es simplemente un juego de expectativas elaboradas por lógicas imperantes a través del lenguaje sino que en él también habita aquello que excede al ser hablante; sus pasiones, sus contingencias. Entonces ser macho o ser hembra constantemente es excedido por elecciones y azares del sujeto. Es así como la idea del macho fuerte, exitoso y fértil que nos vende la lógica de mercado es fisurada, no sólo por la realidad política y económica que cohabitamos, sino también por las razones y pasiones particulares de cada quien.

El rol del macho ha asumido la representación de una totalidad que es paradójicamente incomparable a sí mismo. Tomando a Lacan, Ernesto Laclau dice que “la civilización tiende hacia la acumulación de los desechos en el mismo momento que vende lo imposible”. Por consiguiente, podría ser que, muchos hombres se posicionen a sí mismos en la desgracia al no poder encarnar los requisitos de la idea universal del macho. Este posicionamiento los deja en la vulnerabilidad absoluta que, contrario a lo que encubre – que es el sentimiento de abandono e indefensión con la que todos arribamos al mundo –, se despliega en ira mortal contra el otro próximo; a quien piensa que esta ira le pertenece. 

Nuestras frustraciones: una responsabilidad ética
La violencia de género no puede ser justificada ni aun cuando la imposible completud se vuelva exigencia e inminente desengaño. Sería un absurdo considerarla un mero fenómeno determinado por frustraciones sociales estimuladas por los discursos imperantes. Restarles responsabilidad ética a sus actores sería un menosprecio a la condición humana.

Sin embargo, la responsabilidad de la que trata el psicoanálisis no es aquella que se convierte en ideal normativo, del “deber hacer” ajustado a un contrato social. Sino más bien es la responsabilidad de nuestros sentimientos y acciones más difíciles de confesar, incluso de reconocer en nosotros mismos. Sentimientos que no pasan por el bien y el mal como por ejemplo querer matar. Tal como dice Freud “Puedo llegar a averiguar que eso desmentido por mí no sólo está en mí, sino en ocasiones también produce efectos desde mí”. No se elige el hastío, el encono y la rabia. Aparecen. Más sin embargo, sí se elige qué hacer con ellos.

Es por eso que considero que la pregunta por la violencia de género, si bien tiene que ver con lo regulado y enjuiciable jurídicamente, recae tanto sobre las determinaciones subjetivas como sobre las elecciones de posición que toman o no los sujetos en referencia a sus afectos. 
Todos, las mujeres y los hombres; locos, adictos, desempleados, exitosos, a pesar de estar siempre marcados por el límite, la falla y lo imposible, somos responsables de nuestros posicionamientos en el mundo. Todos somos responsables de lo que elegimos, pero también responsables del “saber-hacer-ahí” con lo que no se nos ha dado a elegir. Eso que no se nos ha dado a elegir ahora entendido como aquellos afectos que nos acaecen intempestivamente. ¿Qué hacer con las ganas de matar? ¿Qué hacer con los sentimientos de abandono cuando comprobamos que nuestro partenaire no es complemento de nuestras vidas?

Apuesto que dejándose ser en singular (alejándose de la rigidez de los estereotipos), recurriendo a los vínculos sociales, a la estimación por la palabra, podamos alejarnos de las pasiones mortíferas. 

La autora es estudiante graduada de Maestría en Psicoanálisis en la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

Comentarios a: amonroytoro@gmail.com


Consideraciones generales de la Violencia contra las Mujeres
Olga (Coqui) López Baez/Edición Especial
Desde las últimas décadas del siglo pasado ha habido un cambio en la respuesta social ante el problema de la violencia en la pareja. Hemos pasado de la tolerancia y el “no te metas en asuntos de matrimonio” a reconocer mundialmente que la violencia en las relaciones de pareja es una de las manifestaciones más graves de la violencia contra las mujeres y que, como tal, debe ser denunciada, procesada criminalmente y erradicada.

La Ley Núm. 54 elevó del plano íntimo al plano público la conducta de pareja que humilla, que golpea, que muerde, que mutila y que asesina, al afirmar y proteger el derecho humano de las mujeres a vivir libre de violencia. A pesar de ello, las mujeres aún continúan siendo las principales víctimas de esa conducta violenta y sus victimarios siguen siendo los hombres. Este cambio en el ordenamiento jurídico ha representado un golpe duro para el patriarcado ya que los privilegios masculinos en la estructura de la familia tradicional se derrumban con la política pública contemplada en la Ley Núm. 54. Aún así dichos privilegios masculinos se resisten a ser derrocados reinventándose en las campañas de promesas de hombre y las que propulsan la, mal llamada, custodia compartida.

Incidentes de violencia doméstica

Es importante conocer que aquí las estadísticas se compilan por virtud de la Ley Para la Prevención e Intervención con la Violencia Doméstica en Puerto Rico, Ley Núm. 54 de 15 de agosto de 1989, según enmendada. ésta contempla en su Art. 3.11 que tanto la Policía de Puerto Rico como la Administración de los Tribunales tienen que preparar anualmente unos informes estadísticos relacionados con los incidentes de violencia doméstica y de la solicitud y expedición de órdenes de protección respectivamente. Estos informes, junto a otra información estadística que prepara la entidad del Estado (la Oficina de la Procuradora de las Mujeres) en ocasiones para descifrar y aclarar las estadísticas que le envían, son la fuente que utilizamos para presentar algunos de los datos que compartimos en este artículo.

Desde el 1990 hasta el 2009 se han informado en Puerto Rico 362,564 incidentes de violencia doméstica según las estadísticas de la Policía de Puerto Rico. Vemos que cada año tenemos, aproximadamente, 20,000 incidentes. El 51% de los incidentes de violencia doméstica se cometieron utilizando la fuerza física, un 41% ningún arma/fuerza, el 3.4% se cometió usando armas cortantes, el 2% usó otras armas, el 1.2% utilizó arma peligrosa y el 0.8% utilizó arma de fuego. Véase La Violencia en Puerto Rico 1990-2006, Oficina de la Procuradora de las Mujeres, 2006.

Mujeres asesinadas por sus parejas
Desde el 1990 hasta el 21 de junio de 2010 han asesinado a 1,243 mujeres en Puerto Rico víctimas de la violencia machista. Estos datos, al compararlos con otros delitos, sugieren que la primera causa de muerte de mujeres de forma violenta ocurre por la violencia machista. Y esto es bien preocupante.

¿Las órdenes de Protección salvan vidas?

“La experiencia sugiere que una orden de protección suele ser tan buena y efectiva, como buena y efectiva sea la voluntad de la persona a quien se le impone.” Mercedes Rodríguez

La contestación es un rotundo Sí. Al comparar la cantidad de personas que se han beneficiado con las órdenes de protección en comparación con las que han muerto por causa de la violencia machista, no tengo dudas de que la obtención de una orden ha sido de muchísima ayuda. (Tabla III)

Debemos recordar que la orden de protección es uno de los elementos que conformarán la estrategia para las víctimas/sobrevivientes que así las soliciten. En otras palabas, la orden de protección, por sí sola, no le garantizará a la víctima que cesará el problema de la violencia. Es indispensable que la orden vaya unida a estrategias de apoyo y a otras intervenciones sicosociales que le provean a las víctimas/sobrevivientes la posibilidad real de que hay otras opciones de vida libre de violencia, de tener una vida de paz.

En reiteradas ocasiones hemos visto cómo le adjudican responsabilidad a las víctimas por haber obtenido una orden de protección y posteriormente haber sido asesinadas, como si las causantes de sus muerte hubieran sido las órdenes y por ende, las mismas víctimas que las solicitaron. Este axioma olvida el elemento principal: el verdadero responsable de la violencia final que culmina en el asesinato no es la orden de protección, sino quien causó esa violencia. ése es el verdadero responsable. Nadie más. Por lo anterior, es importantísimo tomar en cuenta el historial violento de la persona agresora al momento de ir afinando las diversas estrategias con las víctimas/sobrevivientes.

Por otro lado, al mirar con detenimiento la cantidad de órdenes de protección solicitadas y las comparamos con las expedidas, observamos una tendencia a disminuir en el renglón de las obtenidas por Regiones Judiciales. Las explicaciones pueden ser variadas y complejas para explicar este comportamiento. Esto merece un análisis y estudio que se hace imperativo al momento de la evaluación de las políticas públicas vigentes.

No podemos continuar con la ficción (o ciencia ficción) de la interpretación del Tribunal Supremo de Puerto Rico con relación a quién cobija la Ley Núm. 54. De una lectura a la Ley, se desprende que la misma se refiere a personas. La definición de persona es que además de ser sujet@ de derecho, son hombres y mujeres en la heterosexualidad como en las comunidades LGBTT.
Y por aquello de la ciencia ficción, ¿es que las personas fuera de la heterosexualidad son extraterrestres para el Tribunal Supremo? Ya es hora de que se les provea protección a TODAS LAS PERSONAS en Puerto Rico no importa el tipo de relación que tengan, orientación sexual o identidad de género. Eso es lo justo y constitucional. Esta exigencia también la hago extensiva a las relaciones de noviazgo incluyendo a jóvenes y adultos en donde no ha habido intimidad sexual. La Ley Núm. 54 también tiene que proteger las víctimas de conductas violentas en dichas relaciones de pareja.

La autora es abogada feminista.
Comentarios a: olgacoqui@gmail.com


Viernes, 23 de julio de 2010
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teatro III

Me haces doler cuando me amas

El reestreno de La 45 –no voy a llorar, de eso me cansé–, de Cecilia Propato.

Por Alejandro Modarelli
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El descrédito del término machismo no encuentra todavía suficiente correlato en las prácticas sociales, y varios gobiernos latinoamericanos hacen hoy esfuerzos por convertir en política de Estado la corrección de un discurso que, a pesar de todo, no se salva del batallón de chistecitos de sobremesa, ni tampoco de una cierta condescendencia popular. Si golpear mujeres, quieren creer las clases medias, es sobre todo cosa de la chusma subalterna, la decisión sobre los usos del cuerpo femenino es parte del exquisito debate filosófico, donde ya se sabe quiénes reinan sobre el alto pensamiento. Acá la paliza doméstica se vuelve también conceptual, y proviene ya no del arrabal sino de los dueños de la Razón Suficiente.

Desde su estreno en el año 2006, La 45 –no voy a llorar, de eso me cansé–, de Cecilia Propato, se convirtió en respetado alegato contra la violencia física y moral familiar de que son víctimas, casi siempre silenciosas, las mujeres. Ya con cuatro temporadas, La 45... viajó de la Argentina a México, donde las campañas contra la violencia de género son consecuencia inmediata del escandaloso número de femicidios y este último fin de semana ha vuelto a la escena de Buenos Aires.


Con Mauricio Macri en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, las políticas de género pasaron a ser un tema recurrente del progresismo inmaduro y anticlerical, que no entiende que las mujeres golpeadas están mejor atendidas en la secretaría de la parroquia que dentro de programas de acción política y social, sospechados siempre de hacerle el juego al materialismo histórico. De modo tal que si Cecilia Propato no consigue despabilar hoy las oficinas de Cultura porteñas, serán el Inadi y el Fondo Nacional de las Artes los que compensarán con sobradas credenciales esa ausencia. Son los propios productores de la obra, y no el Gobierno de la Ciudad, quienes se encargan hoy de invitar a funciones gratuitas a las cooperativas de barrios pobres y villas, y en ese esfuerzo por despertar conciencia convocan incluso a asociaciones policiales, en las que abundan maridos como ese que le dijo a la autora, a la salida del teatro, que “golpear a la esposa a veces no está tan mal”.


En un juego de espejos con el texto de la famosa obra de Tennessee Williams, Un tranvía llamado Deseo, e incorporando el lenguaje cinematográfico, Cecilia Propato recrea a través de una curiosa historia de amor entre dos mujeres policías el peso del machismo transhistórico que hace que las cosas no suenen muy distintas entre aquel sur estadounidense donde el polaco Kowalski, el personaje de Williams actuado en la película de Elia Kazan por un infartante Marlon Brando, sometía a la sensible Stella Dubois, y este Buenos Aires actual donde una tal Grace no puede esconder los moretones que le deja estampados su marido Chiquito.


La 45... no es una historia en la que el amor lésbico sea en sí materia de reflexión, o centro argumental de la propuesta. El eje es la mujer amenazada. Grace y Rebecca se descubren, se compensan, se entienden, se desean, y de algún modo también buscan sustraerse del circuito de la injusticia y la violencia a través de un universo donde cabe el sueño revelador, como en El beso de la mujer araña. Esa búsqueda de salvación, no obstante, tendrá el límite que impone una sociedad donde el machismo sigue llevándose puestas muchas vidas, y donde todavía hoy un semanario puede ilustrar su tapa con la presidenta de la Nación con la cara golpeada, sin que a casi nadie se le ocurra una protesta.



La 45 no voy a llorar, de eso ya me cansé. Teatro El Cubo, Zelaya 3053. Tel.: 4963-2568. Sábados a las 24.

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PIRULO DE TAPA
ABORTO

Una encuesta nacional de la consultora Ibarómetro volvió a poner en números que los argentinos tienen menos prejuicios que sus representantes políticos a la hora de opinar sobre el aborto. Casi el 60 por ciento no está de acuerdo con que se penalice por ello a una mujer y un 58,5 cree que las mujeres tienen el derecho de interrumpir su embarazo conforme a sus necesidades y convicciones personales.
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24.07.2010 | IDEAS

Judith Butler: "La lucha debe ser por una vida vivible

La definición actual de izquierda, el gobierno de Obama, el matrimonio gay, el "error" de reivindicar el derecho a la vida y el papel central de los medios de comunicación son algunos de los temas de este diálogo con la autora deMarcos de guerra, la teórica feminista más prestigiosa de la actualidad.

Michel Foucault es reconocido como uno de los pilares de la lucha por las minorías sexuales, en especial de su vertiente académica. Sin embargo, solía poner el dedo en la llaga respecto de la definición de una identidad sexual. Hacer de dicha identidad el eje de definición subjetiva era para él hacerle el juego a los mecanismos de dominación actuales. El desafío era pensar en una política de izquierda actual que no repitiera los dogmatismos de la izquierda clásica, esa misma que lo eyectó del Partido Comunista francés por su homosexualidad.

Décadas después, la estadounidense Judith Butler tomó la posta de Foucault. En aquel tiempo la lucha era por la liberación sexual; hoy, por el matrimonio gay al que el Congreso argentino acaba de otorgarle fuerza de ley. Y Butler, lejos de adoptar las posiciones dicotómicas que suelen simplificar las cosas, se pregunta si esta lucha no tiene una arista conservadora: la de mantener el dispositivo de alianza matrimonial que fue analizado por Foucault. Para ella, ciertos rasgos de la política de izquierda, sobre todo en el hemisferio norte, muestran un dogmatismo del mismo tipo que el que sufrió el filósofo francés. Antes era la lucha de clases, ahora son los derechos de las minorías sexuales. Baste como ejemplo el que cita Butler: los inmigrantes que quieren entrar en Holanda tienen que declarar su apoyo a los derechos de los gays, de lo contrario serán deportados.

Y en este ejemplo se encuentra el núcleo de su libro Marcos de guerra. Las vidas lloradas, que es la continuación de Vida precaria. Butler intenta vincular tres temas que al norte del Ecuador son candentes pero cuya vinculación parece incierta: la guerra, la inmigración y la sexualidad. La filósofa encuentra en los tres un fanatismo por reducir al otro a una condición infrahumana, "una vida que no merece ser llorada", justamente tras años de escuchar variados discursos sobre la "otredad". Butler somete a crítica al multiculturalismo, a las versiones simplistas de las luchas de género y, por supuesto, al complejo ideológico llevado adelante por el gobierno de Bush para llevar adelante sus guerras (son artículos escritos entre 2004 y 2008). Butler charló con Ñ sobre varias de estas cuestiones: la definición de la izquierda hoy, la relación entre sexualidad, guerra e inmigración y el papel central de los medios, y sobre otras más controvertidas, como las trampas de reivindicar "el derecho a la vida" y las paradojas de la definición de los delitos de lesa humanidad para juzgar atrocidades cometidas en el pasado.

-¿Qué significa hoy "ser de izquierda"?

-Pienso que los nuevos modos de hacer la guerra llaman a pensar nuevos modos de responsabilidad política. ¿Cómo entendemos los mecanismos básicos de opresión y sujeción cuando el agente no es exclusivamente el Estado-nación? ¿Cómo debemos entender el papel de los medios digitales dentro de los sistemas de guerra? ¿Necesitamos una crítica de estos sistemas de comunicación para poder ofrecer una crítica de la guerra? La izquierda está fragmentada. Las coaliciones antimilitaristas están lejos de los partidos socialistas y socialdemócratas oficiales. Tenemos que repensar esta distancia, entender esta división y operar dentro de ella.

-En la introducción del libro, pone reparos sobre la situación de la izquierda en relación con el gobierno de Barack Obama.

-Marcos de guerra fue publicado poco antes de la asunción de Obama y esos reparos eran ciertos. Obama continuó las políticas de Bush más de lo que habíamos esperado. Hemos visto la escalada de la guerra en Afganistán, el uso creciente de los aviones no tripulados que siempre matan a civiles, una manera mercantilista de concebir la seguridad social y un fracaso para oponerse firmemente al ataque israelí en Gaza. En estos casos se juega cuáles vidas pueden ser lloradas y cuáles no. Su retórica es mucho más inspirada que sus acciones. La cuestión es si la población aceptará o no esta distancia entre el discurso y las acciones de Obama.

-En relación con las vidas que pueden o no ser lloradas, usted plantea que los medios cumplen un papel importante en estas definiciones, que exacerban el dolor de las víctimas para generar una política de la venganza donde ya no pueda ser recibida la demanda de una vida digna de ser llorada. ¿Estaríamos ante una suerte de "ejecución pública" realizada mediáticamente?

-No quisiera que se entienda que los medios simplemente manipulan los afectos. No creo que puedan jugar con nosotros tan fácilmente. Pero creo que podemos entender a los medios como aquello que construye la idea de "una vida digna de ser llorada". Ciertas presunciones sobre religión, raza, género y clase se hacen normales con el tiempo: son "creencias" que toman la forma de figuras icónicas, y esa iconicidad es reproducida a través de la circulación mediática, logrando cierta eficacia. Ahora bien, más allá de la escena mediática, no hay dudas de que Foucault fue demasiado rápido al hacer la distinción histórica entre regímenes disciplinarios y predisciplinarios. Pueden trabajar en conjunto; lo hemos visto en varios países, incluyendo la Argentina de la última dictadura, cuando la psiquiatría trabajó junto con los sistemas de tortura. Quizá tengamos que repensar la idea de que la disciplina toma el lugar de la tortura. Pueden estar juntas, una puede liderar a la otra, o hacerse indistinguibles.

-Usted plantea que, de hecho, la tortura hoy está legitimada por discursos de saber que esencializan las diferencias culturales. ¿Cómo se da esta situación?

-En la guerra contra Irak la tortura se convirtió en un tipo de humillación sexual que produce coercitivamente al sujeto árabe, y que se basa en apropiaciones teóricas curiosas como las de The Arab mind, de Raphael Patai. Este libro de los años 70 pretende mostrar cómo es la mentalidad árabe y contiene una gran cantidad de prejuicios. Pues bien, The Arab mind fue material de lectura del personal militar, pero no lo fue la Convención de Ginebra, que regula el tratamiento de los prisioneros de guerra. Lo que se les inculcó a los militares es la idea de que las culturas árabes, supuestamente musulmanas, son premodernas y no aptas para la vida democrática. Esto sirve como una precondición para el tratamiento brutal de los prisioneros. Por un lado, es un prejuicio cultural. Por el otro, el prejuicio cultural en acción significa tortura.

-En relación con la cuestión del terrorismo invocado como motivo de guerra, usted rescata una posición polémica como la de Talal Asad, quien afirma que no hay manera de juzgar a la violencia como justa o injusta partiendo de su origen estatal o no estatal. En la Argentina, respecto de los delitos cometidos por la dictadura, se suele invocar la condición estatal como definitoria de la "lesa humanidad". ¿Podría explicar su posición?

-Por un lado, se podría decir que una de las razones de ser de un Estado democrático es la protección de los derechos humanos de los ciudadanos. Por el otro, debemos ser capaces de defender los derechos humanos de quienes no son ciudadanos. Si el Estado no puede proveer tal defensa, ¿qué hacemos? Es una cuestión de los derechos de quienes no pertenecen a ningún Estado y están implicados en acciones de guerra, pero también es cuestión de los indocumentados cuyos derechos humanos también deben ser protegidos. Si sólo consideramos como merecedoras de derechos a aquellas vidas que representan al Estado-nación, estamos definiendo tácitamente al ser humano en relación con su pertenencia a un Estado. Cualquiera que sea el significado de "humanidad", es evidente hoy que la violencia estatal destruye los derechos "humanos". Quién es un "ser humano" es una cuestión que surge de manera urgente por fuera de la ciudadanía como tal y en el límite del poder del Estado, y la manera en que resolvamos esta cuestión tendrá claras consecuencias sobre cómo pensamos la estatalidad y sus derechos. Quizá tengamos que poner entre paréntesis el poder del Estado para comenzar a repensar lo humano en su totalidad.

-¿Se puede suspender el poder del Estado? En el caso del matrimonio gay, que recientemente fue convertido en ley en nuestro país tras una virulenta polémica, la cuestión reside en pedirle al Estado que reconozca ciertos derechos a ciertas minorías, algo que a usted la perturba.

-Es cierto que en Marcos de guerra insisto sobre esta cuestión, pero quiero decir que no me opongo al matrimonio gay. Pienso que el matrimonio debe ser abierto a cualquier pareja de adultos que quieran entrar en ese contrato, sin fijarse en su orientación sexual. Es un asunto de igualdad de derechos civiles. Pero no sé si este derecho particular debe ser la vanguardia del movimiento gay. Deberíamos preguntarnos por qué el matrimonio está restringido a dos personas, aunque parezca una broma. ¿Cuáles son los modos en que es organizada la sexualidad, y por qué tipos de organización estamos luchando? Aquellos que están luchando por lograr otras formas sociales para la sexualidad se están convirtiendo en "minorías" dentro del movimiento para establecer los derechos de los gays al matrimonio. ¿Por qué no estamos pensando en otros modos de dependencia, parentesco y alianza sexual? ¿Por qué el movimiento no se focaliza en contrarrestrar la violencia de género en todos sus niveles o nos ayuda a sostener a los jóvenes queers o a luchar por vivienda digna y beneficios sociales para la gente de edad que no está dentro del modelo marital o familiar clásico?

-También critica las visiones esencialistas que reivindican el "derecho a la vida".

-Estas visiones piensan que ese derecho corresponde al de una vida individual. Por ese error quedamos presos de debates acerca de qué es un individuo vivo. Se trata de las normas que gobiernan la inteligibilidad de un ser humano. Podemos intentar otra interpretación: preguntarnos sobre las condiciones en las cuales la vida se hace vivible. Tenemos que luchar por esas condiciones. La pregunta por la vida en abstracto responde a posiciones cercanas al humanismo y al individualismo liberal. Lo que yo propongo es pensar a la vida a partir de sus condiciones sociales y desde allí juzgar qué vida merece ser vivida.


http://www.clarin.com/notas/2010/07/24/_-02205790.htm

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Directora Ernestina Herrera de Noble
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17.07.2010 | IDEAS

La era del ciudadano posnacional

Territorio, autoridad y derechos son las categorías que la socióloga holandesa elige para analizar el mundo actual y titular su nuevo libro. Guerras, recursos, Estado y otras nociones son atravesadas por ellas.

Un escenario, en apariencia, transparente como una ciudad suele esconder conflictos y lecturas que no siempre son visibles. Algunos guardan conexión con el pasado medieval y se cuelan por grietas, pasajes y laberintos que ha estudiado la socióloga holandesa Saskia Sassen para determinar los orígenes, la transformación y la definición de las ciudades en las que vivimos. Ya lo ha hecho en trabajos anteriores, pero ahora vuelve muy entonada conTerritorio, autoridad y derechos (Katz), un libro que le llevó ocho años de investigación y escritura. Estuvo en Buenos Aires, participó del "Encuentro Internacional sobre violencia de género" y del "3er Coloquio Internacional sobre Derechos Sociales". Tuvo tiempo para referirse a los planos paralelos entre los "ensamblajes" medievales y los globales.

¿Cómo denomina a la era en la que vivimos? ¿Posmodernismo, neomodernismo, era global...?

Hay muchas maneras. A veces digo "una nueva fase global" o simplemente "modernidad". Digo "en esta modernidad ese auge de la religión es parte del sistema". El problema es que no ayuda mucho el hecho de que sea un período donde las dinámicas, instituciones, condiciones, subjetividades que se construyeron activamente como nacionales a través de varios siglos, ahora se van desnacionalizando. En parte, también, como un proyecto activo de construcción de la desnacionalización, y como una función de la decadencia de lo nacional.

¿Cuándo surge la noción de territorio? ¿Es simultánea con la de autoridad y la de derechos?

En toda organización social y compleja hay territorio, autoridad y derechos. Al igual que en las sociedades nómadas, hay una construcción del territorio, que no es simplemente tierra. Y esto fue así en todos los viejos imperios. Desde el momento que el territorio, viene construido como una condición, una capacidad compleja, también conlleva cierto tipo de autoridad, de derechos. En el medioevo europeo, los comerciantes construían su propia territorialidad atravesando otras: la del aristócrata local, la del rey, del emperador, de la iglesia, etcétera. Los que comerciaban de una ciudad a otra construían una territorialidad. Usar esas tres categorías –territorio, autoridad, derechos– en vez de las categorías maestras de lo global y lo nacional para entender el momento contemporáneo, abre el campo de análisis para ver que hoy estamos construyendo nuevas territorialidades complejas. Cuando Arabia Saudita planta su arroz en Etiopía, se produce una implantación seria. Cuando los chinos compran 2.9 millones de hectáreas en el Congo para usar como sembradío generan una nueva territorialidad. Es más elemental que la del estado nación, pero es una inserción en la jurisdicción congoleña.

En las formaciones urbanas medievales, que describe en el libro, surgen características como el intercambio comercial, un sistema de dominación y protección de los señores feudales. ¿No son categorías trasladables al presente?

Por un lado, la ciudad global es la forma extrema hoy. Pero también hay otros niveles, pequeñas ciudades globales, elementos de autonomía que entran en la ciudad global. Pero es una autonomía que puede tener significados negativos: el gran poder de los actores globales económicos, los sistemas financieros, las grandes multinacionales, entre otros. La ciudad global tiene una función económica productiva que es el proyecto del neoliberalismo, y tiene una función política como un espacio donde resisten las minorías, incluso si son ricos. Los negros, los inmigrantes, los ilegales, los artistas pueden ejecutar su proyecto político. También se pueden leer estas posibilidades como elementos de autonomía que se dan en ese espacio urbano que a nivel de nación no existe. Las ciudades medievales generan una ley urbana, y eso es lo que en el proyecto de formación del estado nación pierde la ciudad.

También parece trasladable al presente ese sistema de economía nacional dentro de una geografía imperial...

En esos paralelos, sin embargo, hay una especificidad, una particularidad del momento actual que no podemos simplemente decir "ah, estamos volviendo a una vieja fase". Y en ese sentido, lo interesante es ver cómo tuvimos siglos de formación de un Estado nacional con una autoridad exclusiva sobre un territorio. Y de ahí vamos otra vez a una situación donde el territorio en principio puede tener más de una autoridad, que parte al sistema global. Son los condicionamientos del FMI, la Organización Mundial del Comercio: todo lo que debilita la autoridad que pretende tener el Estado sobre su territorio.

¿Qué papel van a jugar las guerras en las categorías territorio, autoridad y derechos? En particular las guerras del siglo XX.

La guerra es una categoría que pertenece a otra época: al siglo XX. Hoy estamos viviendo un nuevo tipo de conflicto armado que casi no se puede llamar "guerra", en el sentido original de la palabra. Estas guerras de hoy no son guerras de control de territorio, no es necesaria esa materialidad en el control porque existen otras modalidades de control. Por ejemplo, la guerra de la economía global corporativa, es decir, la expansión global de cierta modalidad de hacer lo económico en manos de las grandes multinacionales o el sector financiero que entra, invade sectores de todo tipo. Esas son las guerras de este período, guerras de control, no simplemente de un territorio sino del sistema que existe en un territorio. En su nivel más elemental son guerras de recursos, pero el neoliberalismo en los últimos 30 años ha destruido economías tradicionales, sujetado a los Estados. Ahora tenemos un tercer tipo de conflicto armado, que son las guerras asimétricas. Y ahí el análisis indica que la lógica del Estado nacional confronta con un conflicto, militariza el conflicto, y ahí yo contrasto con la ciudad. La lógica del Estado nacional es militarizar el conflicto. Lo que significa que hoy, cuando un Estado invoca la seguridad nacional, para militarizar el conflicto, está construyendo la inseguridad urbana. En este tipo de conflicto armado la guerra se vuelve asimétrica porque el enemigo no es otra fuerza militar convencional. Es un combatiente asimétrico; la insurgencia, el terrorismo, etcétera. Para esos combatientes el espacio de la ciudad es una tecnología para el combate. Entonces, en ese sentido, la lógica del Estado nacional, la seguridad nacional en acción genera activamente la inseguridad urbana. También estamos usando un lenguaje urbano para captar lo que pasa en Ciudad Juárez, en San Pablo, en Jamaica. Estos conflictos armados son procesos no urbanos que se dan en el espacio urbano. Entonces cuando nosotros usamos el lenguaje urbano para captar eso, estamos urbanizando algo en nuestro imaginario, en nuestro entendimiento, que en realidad no es urbano. De ahí me surge este análisis de que la territorialidad de lo urbano, de la ciudad, está cambiando y estamos en riesgo de perder la particularidad de la territorialidad urbana. Y, por otro lado, las ciudades están perdiendo la capacidad de cambiar el conflicto en lo cívico y lo comercial.

¿Pero entonces, cuál es la diferencia entre el medioevo y la modernidad, según las categorías que usted propone?

En el medioevo domina la autoridad, no el territorio. En el Estado nación domina el territorio. Veo estas tres capacidades que se relacionan de maneras distintas; también significa que puede haber enorme continuidad de ciertas formaciones institucionales.

¿Por qué sostiene que después de la segunda posguerra ya estaban dadas las condiciones para entrar en la era global? Algo que evidentemente no ocurrió...

A principios del siglo XX teníamos multinacionales, leyes internacionales de propiedad intelectual, patentes, proyectos económicos corporativos que querían ir más allá de la economía nacional, elites que tenían sus organizaciones. Había un proceso de socializar a elites internacionales. O sea, había realmente proyectos de formación de elites globales. En ese internacionalismo de posguerra ciertos Estados proyectan su poder a nivel global. Los estadounidenses querían un espacio global para sus empresas transnacionales. Europa estaba destruida, Japón también: es el momento para las trasnacionales de EE.UU., de empezar a controlar los bancos y los mercados de manufacturas. Era un proyecto de imperialismo nacional. Hoy lo que tenemos es una proyección de firmas globales, de mercados globales al interior de lo nacional. O sea, lo opuesto de un imperialismo nacional. Este es un imperialismo de actores globales que se insertan en las naciones, de una manera distinta como lo hacían las transnacionales que iban a vender sus productos a los consumidores. Una cosa es la familiaridad del gran imperio que va, invade, saca petróleo. Pero en los 90 triunfa el mercado con un trabajo cultural previo para cambiar las elites gubernamentales, las mediáticas, y las corporativas.

Usted propone otra categoría concurrente: el ciudadano posnacional. ¿Quién es, dónde habita?

Hablo de una ciudadanía que empieza a desnacionalizarse, y entonces es un cambio que se da al interior de lo nacional que tiene también que ver con esa mayor distancia entre el Estado y el ciudadano. Y en ese sentido, ese desnacionalizarse es una reacción muy objetiva, neutral e inteligente por parte del ciudadano para que pueda reconocer que "el Estado no es yo, y yo no soy siempre el Estado", que es la gran victoria de la Revolución Francesa. Yo creo que la ciudadanía posnacional, que un poco existe en Europa, es parte de un cambio que se da a nivel subjetivo en la gran mayoría de los países. Pero hay otra serie de cambios que hay que recuperar, que marcan un cambio en la ciudadanía nacional. Creo que la democracia liberal ha tenido una trayectoria y ahora está en decadencia plena. Hay dos sujetos que tienen derechos, pero son desiguales desde que uno es el nuevo propietario de medios de producción y el otro el trabajador, que, ¿a qué tiene derecho? Lo tiene cuando es propietario de una casa porque participa del régimen de propiedad. Hay un espacio nacional que es estratégico para los dos actores. Es un cambio que desarma el proyecto de democracia liberal, ya no existe una burguesía con un proyecto nacional. No hay un Estado que puede mediar. El poder legislativo que es la parte del gobierno de la democracia liberal donde el ciudadano tiene más representación, se vuelve más y más débil por cuestiones estructurales.


¿Y por qué ocurre esto? ¿Quién gana?

El Legislativo pierde mucho poder y el Ejecutivo lo gana. Cuando se desregula y se privatiza, el Legislativo pierde funciones. Se establecen comisiones paralelas de expertos para hacer la desregulación y la privatización de las telecomunicaciones, para desregular el sistema financiero. Entonces el ciudadano queda distanciado. Además, el empobrecimiento de los Estados que implica menos bienestar social y entonces el ciudadano va perdiendo derechos sociales. Y finalmente, dentro de esta economía globalizada, los grandes reguladores negocian solamente con el poder Ejecutivo. La consecuencia es que se desdemocratiza la democracia liberal. Obama, por ejemplo, tiene muchísimo poder y no lo está usando. Yo pregunto: si en el Ejecutivo está una clase gobernante inteligente que entiende el bienestar, ¿por qué no puede usar ese poder para redemocratizar al Estado?


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Apuntes para visibilizar la violencia institucional contra las mujeres

érika Fontánez Torres/Edición Especial


El tema de la(s) violencia(s) contra las mujeres sigue siendo urgente. Públicamente hay consenso en que es un asunto que debe erradicarse; hay legislación que lo atiende, pionera, por cierto, en América Latina; hay jurisprudencia sobre el tema; doctrinas en derecho penal y civil; la prensa reseña el tema en cada historia de las mujeres que a diario sufren la violencia más extrema. ¿Entonces? Lo cierto es que la violencia asume muchas formas, todas ellas enraizadas en las relaciones de poder. Unas violencias son más o menos evidentes que otras, pero unas sustentan las otras. Habría que buscar su origen en las cotidianidades que las sustentan y que las afianzan hasta el punto de convertirlas en normalidad. Por eso, las fórmulas para atajar las violencias tienen que ir dirigidas en más de una dirección y aunque el tema de la violencia contra las mujeres se relaciona urgentemente con detener las muertes de las mujeres por violencia, hay violencias institucionales que nutren y perpetúan las primeras. Se trata de paradigmas, prácticas y entendidos difíciles de desarraigar. Por eso es necesario prestar la mirada atenta y visibilizar temas y prácticas que atañen también al tema de las violencias contra las mujeres.

Una de las miradas va dirigida a visibilizar el cómo a través de las instituciones y las políticas públicas se perpetúan las violencias y las desventajas de las mujeres, sobre todo en estos tiempos en que, lamentablemente, se van desmantelando iniciativas que con mucho esfuerzo han intentado atender el problema de la violencia contra las mujeres. Como un primer paso, propongo atención sobre el asunto institucional, tomando como marco de referencia las tres ramas de gobierno y algunos apuntes sencillos que, a manera de ejemplo, sirvan para lineamientos futuros.

Rama Legislativa
Además de lo usual respecto a la representación de mujeres en los escaños legislativos, en las presidencias de comisiones y en los puestos de poder, habría que señalar que vale observar los discursos que se producen y reproducen mediante las formas en que se desempeñan los legisladores y las legisladoras en el proceso legislativo. Basta con hacer énfasis en los estilos que reproducen las mismas violencias de imposición, atropello y exclusión de las mujeres y minorías, por parte de quienes tienen el control de los procesos y el poder. Se trata de una actitud de no considerar a los otros como seres iguales, como sujetos dignos de escucharse y reconocerse. Estas dinámicas de poder que reproducen el machismo y los modelos de una masculinidad violenta, reproducen la violencia en las esferas institucionales y en este proceso tienen el resultado de invisibilizar o excluir a las mujeres que ocupan escaños legislativos y a los temas que atañen a las mujeres.

En segundo lugar, habría que decir que la falta de procesos deliberativos inciden sobre la poca posibilidad que existe de insertar el análisis de género respecto a las medidas que se aprueban. El no contar con una democracia robusta, ni siquiera representativa -ni hablar de modelos de democracia deliberativa o participativa- va en detrimento de las mujeres en una sociedad en la que ya de por sí las mujeres estamos en desventaja en muchos ámbitos. Al ser de por sí entes que se les ve limitados a la esfera privada, los diseños institucionales y el proceso tal cual está estructurado, hace mucho más difícil para las mujeres insertarse y visibilizarse para lograr que las políticas públicas atiendan transversalmente nuestros problemas. La falta de procesos adecuados, democráticos, prístinos cuando se adopta legislación, son asuntos también medulares y que atañen a las mujeres y al problema de la violencia. Con procesos legislativos truncos, lejos de buscar medidas para atender los problemas acuciantes para las mujeres, se permite y facilita la aprobación de legislación de aplicación general bajo premisas exclusivamente masculinas de ‘la sociedad puertorriqueña’, en detrimento de las mujeres, sin que siquiera podamos medir y atisbar el impacto y la exclusión nuestra como ciudadanas políticas.

Rama Ejecutiva
Respecto a las políticas lanzadas por la rama ejecutiva hay un mundo por decir, desde la ‘palabra de hombre’ del gobernador Fortuño, hasta la caracterización que hizo la nueva Procuradora de las Mujeres sobre los problemas de las mujeres en el país. Para la Procuradora, su rol es ‘concienciar’ a todos sobre estos problemas de violencia, y atender también a los hombres, a los viejos, a los niños -recordemos que dijo- ‘según la política de La Fortaleza’. Habría que empezar por recordarle la función de las procuradurías y que precisamente de eso se trata: de fiscalizar a La Fortaleza y al gobierno en el cumplimiento con los derechos de las mujeres. No obstante, la Procuraduría de las Mujeres se ha convertido en una institución administrativa que ‘no discrimina’ cuando de discriminar precisamente se trata: de atender específicamente los problemas que confrontan las mujeres, bajo el entendido básico de que estas ciudadanas -en el sentido político de la palabra- han sido y continúan discriminadas, violentadas, maltratadas y eso precisamente justifica los recursos y energías adicionales para atajar las desigualdades y los desagravios que han recibido por parte de una sociedad que les ha fallado en reconocerlas como iguales y ha permitido que sean víctimas de violencia. No obstante, lejos de destinar recursos para atender estos asuntos, se propicia el desmantelamiento institucional y presupuestario de esta oficina.
La sustitución es una campaña que les dice a los hombres que ‘den su palabra de hombre’. Así, nos apartamos de políticas públicas que atajan el asunto como un asunto de poder para simplificarlo como un asunto de meros individuos cuya peor falla es que ‘faltan a su promesa de hombre’.

Rama Judicial 
En 1995, el sistema de tribunales emitió un ‘Informe sobre el Discrimen por razón de Género en los tribunales’. Este informe visibilizó los problemas de fondo en la implantación, por ejemplo, de la Ley contra la Violencia Doméstica. El informe reseñaba ejemplos de policías, fiscales y jueces que mediante comentarios machistas miraban con desdén o simplemente descartaban como poco importante el asunto de la violencia contra las mujeres. Los funcionarios entendían el asunto de la violencia contra las mujeres como un asunto privado, de familia, de ‘líos de faldas’ o meras peleas ‘propias’ de la relación íntima y, por ende, desatendían la gravedad de los problemas y cerraban las puertas institucionales. De la misma forma, en el 2001, cuando se celebró el ‘Primer Congreso de Acceso a la Justicia’, se abordó el tema de género y el de violencia como un asunto primordial del tema del acceso a la Justicia. El informe sobre el resultado de este congreso produjo recomendaciones especializadas de los diversos grupos de trabajo y, en el 2004, la Conferencia creó un Comité de Igualdad y Género para la implantación y seguimiento de recomendaciones.

Es importante, sin embargo, el seguimiento de estas iniciativas y el monitoreo que le pueda dar esta rama de gobierno al tema. Es evidente que para un verdadero acceso a la justicia el tema de género y de violencia contra las mujeres debe ser parte protagónica para que esta rama tenga un ambiente hipersensible a los problemas directos y subyacentes en el tema de violencia contra las mujeres.

Las mujeres somos ciudadanas políticas, sujetas de derecho, aunque el imaginario del sujeto de derecho sea masculino y el asunto de las mujeres se vea como una ‘excepción’, ya es hora de que los temas de género y la violencia contra las mujeres se atiendan como temas medulares del acceso a los tribunales y no como un asunto accesorio. Esto implica pensarlo e incluirlo en todas las decisiones administrativas transversalmente, no sólo en la asignación de salas especializadas sino, además, en los horarios, la determinación de aranceles y la adopción de reglas, entre otras.

También, es importante que los jueces y juezas, en sus metodologías de adjudicación y al atender las controversias, se tomen en serio las desigualdades de poder y los problemas que confrontan las mujeres. El formalismo jurídico se plantea insuficiente para atender los problemas más acuciantes de sectores como las mujeres. Hace falta un acercamiento por parte de jueces y juezas que al atender las controversias asuman conscientemente las premisas de la igualdad plural, una igualdad de la diferencia que reconozca que las mujeres han pasado y todavía pasan por situaciones y circunstancias distintas y que como sujetas de derecho han estado en plena desventaja. Abordajes críticos y feministas del Derecho abogan hace mucho por una adecuación metodológica en este sentido y no sólo me refiero a los casos penales de violencia doméstica o a casos de familia, sino a mirar las controversias de derecho también desde una perspectiva de género, esto es, en casos laborales, de derechos de propiedad, constitucionales, electorales, todos, porque la violencia contra las mujeres es un asunto de poder, y el poder se encarna en todos los quehaceres.

En cuanto a la composición del Tribunal Supremo, no basta una cuota en la representación de género. Aunque ese asunto es importantísimo, valga resaltar otros asuntos que no se ven directamente relacionados con el tema pero que guardan una importantísima relación con los derechos de las mujeres. Como mínimo nos preocupan pronunciamientos públicos o en opiniones emitidas por los jueces del actual Tribunal. Tómese por caso las expresiones del Juez asociado Kolthoff quien ha aludido a la importancia de proteger lo que las mayorías refrenden; o el notorio señalamiento del Juez asociado Martínez Torres respecto a la marea judicial. Aunque las mujeres somos una mayoría numérica, no lo somos si se toman en cuenta los discursos hegemónicos, las instituciones y valoraciones patriarcales y discriminatorias que algunos podrían bien levantar como bandera cultural o de tradición, para justificar negar derechos a las mujeres. No olvidemos que los derechos fundamentales sirven como cartas de triunfo y garantías contra las imposiciones tradicionales o fundamentalistas de mayorías. Entonces, ¿qué significa esta ‘nueva’ filosofía del nuestro Tribunal Supremo para fundamentar sus decisiones?. Significaría dejar desprovistas a las mujeres, a la diversidad de mujeres, de sus derechos individuales, sobre su cuerpo, su sexualidad, su derecho a la felicidad, a llevar un estilo de vida de acuerdo con su plena libertad y autonomía y a los valores y creencias que tengan, aun cuando éstos sean diferentes y no vayan con la marea mayoritaria. El discurso acuñado por la nueva mayoría del Tribunal significaría negarles la protección a su dignidad y a la de sus cuerpos, o, por ejemplo, protección cuando se enfrenta a una situación de violencia de pareja y está en una relación homosexual, en otras palabras, la negación del reconocimiento de sus derechos fundamentales en situación de igualdad con el resto de los ciudadanos.

Otro tema sería la dinámica profesional de los abogados y abogadas, las faltas de respeto solapadas, la minimización y los estilos machistas en las relaciones entre colegas, tanto en los tribunales como fuera de ellos. Estos estilos y estas violencias también se entronizan en las escuelas de Derecho, en la toma de decisiones respecto a la educación jurídica y en las dinámicas cotidianas en las facultades que pretenden imponer estilos masculinos a las académicas del Derecho, en ocasiones penalizándolas o buscando su invisibilización por éstas no ajustarse a los parámetros y valoraciones masculinas del ‘profesor de Derecho’ o el jurista.

Desigualdad, pobreza y participación democrática
Sabemos que las mujeres son las más pobres, las más desiguales, y a las que más difícil se les hace la vida participativa en términos políticos amplios. Las políticas actuales que visualizan al gobierno con manos afuera de estos temas, tienen la consecuencia de incrementar estos problemas para las mujeres y, por ende, ponerlas en situaciones de mayor vulnerabilidad y más sujetas a situaciones de violencia : en su casa, en la relación de pareja, con su patrimonio (o sin él), en el trabajo, en la calle, más sujetas a vandalismos. Es urgente que se analice con perspectiva de género temas como el impacto de las políticas contenidas en la Ley 7, en la Ley de Cierre, en la propuesta reforma legislativa, en la restructuración de las agencias del Ejecutivo, las políticas del Departamento de la Vivienda, el desplazamiento comunitario y, en general, en el presupuesto del país.

La política del gobierno dirigida a desmantelar los mecanismos institucionales que intentan salvaguardar los derechos económicos y sociales agravan la situación de las mujeres. Así ya parece constatarse, producto de una crisis que se acrecienta, un aumento en la violencia contra las mujeres, las mismas que por las políticas actuales se quedaron sin empleo; sin vivienda; sin el servicio de trabajadores sociales; con un sistema de educación echado a pérdida, sin la Oficina de Comunidades Especiales, sin una Procuradora de las Mujeres que vele por sus derechos; sin la oportunidad de un debate legislativo robusto; sin vistas públicas a las cuales acudir para expresarse y exponer sus perspectivas; sin participación ciudadana; sin sus proyectos comunitarios; sin la protección contra la violencia doméstica por parte de policías, fiscales y jueces; sin un abordaje judicial sensible a sus problemas y sujeta a lo que dispongan las mayorías. En resumen, más vulnerables a la violencia.

Esta violencia institucional es también violencia contra las mujeres, es violencia que sustenta y refrenda la violencia del revólver, del tiro, que permite y se hace cómplice de las historias de mujeres que añaden un número a la cifra.

La autora es profesora de la Escuela de Derecho en la UPR, en Río Piedras.
Comentarios a: efontaneztorres@yahoo.com.
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Rousseau, el esbirro, la mujer: notas sobre la violencia*


Por Rafah Acevedo

0. Rousseau estaba equivocado. El Hombre (¿la humanidad?) no es bueno por naturaleza. Eso ya lo sabemos. Pero no estoy tan seguro de que en el marco de la Cultura actuemos como si Rousseau hubiese sido superado. Sorprende (a algunos) la violencia y la virulencia con la que los más cultos reaccionan a la alteridad. O la complacencia con respecto a conflictos bélicos. Nos dice Silvia Ons, psicoanalista, en su discusión sobre la guerra:

La primer conjetura –la de que el hombre nace bueno– es desterrada por Freud por completo. La segunda conjetura consistiría en suponer que las malas inclinaciones del hombre le son desarraigadas y, bajo la influencia de la educación y del medio cultural, son sustituidas por inclinaciones a hacer el bien. Sorprende entonces que en los así educados la maldad aflore con tanta violencia. Freud explica este fenómeno con el argumento que la cultura fuerza a sus miembros a un distanciamiento cada vez mayor respecto de sus disposiciones pulsionales. Y Freud no duda en llamar hipócrita a quien reacciona siempre de acuerdo a preceptos que no son la expresión de sus inclinaciones. Entonces, si los pueblos, los individuos rectores de la humanidad y los Estados abandonan las restricciones éticas en época de guerra, ello obedece para Freud a la incitación a sustraerse de la presión continua de la cultura, dándole satisfacción a las pulsiones refrenadas.

Goebbels era un tipo muy culto, por cierto. Pero nadie se llame a engaño. La cultura no siempre es restrictiva. No es sólo represión. La educación, la transformación de la naturaleza, es liberadora. Sobre todo cuando nos asumimos como aprendices, no como maestros. Con aquella pelea aprendimos.

Dice Ons:

La guerra se apoya siempre en certidumbres: la de la raza –es decir la sangre, la nacionalidad, es decir, la madre tierra–, y la religión, es decir la creencia como certezas apoyadas en la exclusión de lo diferente. Como dice Jorge Junis, en la guerra pueden variar los actores, el escenario y hasta las armas en juego pero el argumento siempre es el mismo: la guerra va dirigida a lo semejante en lo que tiene de diferente, y porqué no, a lo que de semejante –ignorado en el sujeto– tiene el diferente.

1. Entonces, ¿se puede ser pacifista? Al menos, ¿se puede aborrecer la violencia? Freud plantea que su pacifismo es una intolerancia constitucional, una idiosincracia extrema. ”La nuestra –dice– no es una mera repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros, los pacifistas, una intolerancia constitucional, una indiosincrasia extrema, por así decir. Y hasta parece que los desmedros estéticos de la guerra no cuentan mucho menos para nuestra repulsa que sus crueldades”. ¿Qué es entonces intolerable? No es el cansancio extremo. Hay, de hecho, dolores que ni siquiera sabíamos que podemos aguantar. Hay pulsiones que aprendemos a recrear. ¿Qué es lo que aprendí de pelear que me hizo pensar en la no-violencia? En la pelea yo era él, Margarita era Ella. Para nosotros, el Otro es lo heterogéneo de mí que me es ajeno. Y no voy a tolerar Eso que es heterogéneo y ajeno. Voy a convivir con Eso, voy a celebrarlo, a asumirlo, con toda la alegría, torpeza y error que me hace humano. En ese sentido, aunque la puesta en escena incluía un hombre y una mujer (y una niña que podría leerse como hija), esos sujetos pueden ser intercambiables en fórmulas relacionales diversas. Porque la violencia es una relación. El amor o la pasión también. Pero la violencia NO es la relación. Por eso es absurdo, por ejemplo, verificar que aún hoy, la violencia de género parece justificarse con asuntos como de que se trata de “asuntos pasionales”. A veces, parece cosa de sistema represivo pensado. ¿Un ejemplo? Pregúntenle a Figueroa Sancha y a su terror a “las mujeres agresivas”. Habrá que seguir peleando.

2. La violencia de género se explicita en la figura del Superintendente de la Policía, Figueroa Sancha, quien declara a la prensa que las mujeres son las más agresivas en las manifestaciones de protesta. Específicamente en el motín policíaco del 30 de junio pasado en el Capitolio. Partiendo de sus ideas con respecto a lo que es la agresividad, Figueroa Sancha parece que confunde asertividad con agresividad, sobre todo a partir de una postura harto conservadora con respecto a lo que es la Ley y el Orden. Figueroa Sancha a llegado a decir que es él quien habrá de imponer el orden y que hay que respetarlo a él y a la institución que dirige.

Así, la secuela de la huelga universitaria y la movilización de amplios sectores de la sociedad ante la política económica del gobierno actual, es la activación de discursos ideológicos burdos y la constatación de que, ciertamente, las organizaciones feministas se han hecho aún más visibles. La Policía de Puerto Rico ha utilizado recursos notables para reprimir al estudiantado. La ola de asesinatos y violencia no ha cambiado las prioridades de sus cuerpos investigativos. El aumento en las cifras de asesinatos contra mujeres tampoco parece ser prioritario. Ni siquiera con expresiones públicas de agencias pertinentes. La policía prioriza el asunto universitario. Ejerce violencia testosterónica selectiva. No basta con que el líder de la policía haga manifestaciones burdas y peligrosas con respecto a la mujer. A pocos días del motín policíaco en el Capitolio, varias compañeras fueron detenidas y multadas por grafitear en un espacio que, previamente, se había determinado era de expresión pública. Los agentes envueltos en esta payasada ocuparon el material con el que se cometió el delito: brochas, pintura, escalera. Varios agentes se dedicaron entonces a afear la ciudad pintando de crema el mensaje del grupo intervenido. Ciertamente, lo obsceno de este asunto es la desfachatez, la absoluta falta de juicio crítico. El gobierno de Puerto Rico es de acto y palabra un aparato administrativo que incluye entre sus prácticas el fundamentalismo religioso, el moralismo y la violencia física e ideológica contra la mujer. Figueroa Sancha llega a cuestionarle a estas mujeres militantes que NO responden al ideal femenino. Pero esto no es una parodia o un sátira. La intención de FS no es caricaturizar(se) para generar una discusión sobre el tema. Es, de suyo, un discurso brutal del que se ha apropiado y que pretende convertir en parte de la ley y el orden que debemos respetar. Es esa Ley, ese Orden, el que genera repulsa intelectual y emotiva. Es esa violencia, esa guerra ideológica que pretende homogeneizar a toda disidencia, la que es aborrecible. No soportan a l@s estudiantes porque no (se) estudian. No l@s soportan porque son much@s, divers@s. No soportan a las mujeres porque no se adecúan a un femenino general, suponemos que pasivo, “doméstico”, que tienen en sus cabezas. 


El autor es escritor.

*Fragmento de un ensayo inédito.

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Psicología|

Jueves, 22 de julio de 2010

Crítica a la introducción del término “género” en psicoanálisis


















“Sexo se asocia con coger...”


Por Norberto Ferreyra *

A veces se pretende asociar el psicoanálisis con términos de otros discursos, de modo tal que su estructura teórica y discursiva se afecta al punto de transformar el psicoanálisis en algo que ya no lo es. Es lo que sucede hoy con un movimiento que, desde Estados Unidos y también en otros países, tiende a sustituir el sexo por el género. Me refiero exclusivamente a cuando esto ocurre en relación con el psicoanálisis: con su teoría, su práctica y el lazo social que su discurso determina. Otras prácticas discursivas tienen todo el derecho, según sus criterios biopolíticos y/o sociales, de realizar esa sustitución de sexo por género, sin que ello afecte la estructura de su discurso. Pero, en psicoanálisis, pretender sustituir la diferencia sexual por una diferencia de género es casi prefreudiano, y se torna una importante resistencia al psicoanálisis, en tanto distorsiona la relación lógica discursiva que mantienen lo inconsciente, el sexo y el deseo. Muchas veces esa sustitución pretende operarse en nombre de la no discriminación, la no segregación, pero a mi entender se obtiene el efecto contrario: un nuevo modo de segregación y de discriminación. La especie humana, en tanto hablante –y tal es su rasgo diferencial con todas las otras especies vivientes–, habita este mundo en relación con tres órdenes de existencia: un orden simbólico, un orden del deseo y un orden sexual. Es la única especie en la cual estos tres órdenes coexisten en todo momento de la evolución de cualquier individuo, de cualquiera de nosotros. El orden simbólico, por la acción del significante, subvierte lo que sería un “orden natural”, al establecer un orden del deseo que no deja de sostener y de estar sostenido en y por un orden sexual. El deseo y el sexo no son naturales para la especie humana. Nada de lo que concierne al sexo es independiente del deseo en tanto inconsciente. “Inconsciente” no es aquí una propiedad o atributo del deseo, sino una función. Inconsciente es lo que está en la base de la posibilidad de hablar para cada uno de no-sotros. Lo inconsciente está en lo que decimos, tal como lo advirtió Jacques Lacan. El campo de la palabra y el lenguaje no es ajeno a la estructura de lo inconsciente. Es por el significante, en el orden simbólico, como la relación de cada uno con el deseo se sexualiza y se hace inconsciente. El deseo, entonces, se orienta hacia el sexo. El deseo es sexual: en el amor, y con el amor, puede tomar su significación. Al pretender sustituir sexo por género, se lleva a cabo una acción distorsionante de la estructura teórico-discursiva del psicoanálisis. Si se sustituye sexo por género, ¿qué hacer con la sexualidad infantil? No creamos definitivamente superado el abucheo que Freud sufrió cuando dio a conocer sus teorías acerca de la sexualidad infantil en la Sociedad Médica de Viena. Si se sustituye sexo por género, ¿cómo se entendería la satisfacción del síntoma, en el sentido analítico del término, cuando está absolutamente comprobado que la satisfacción, en el síntoma, también es sexual? Siendo que lo sexual se distingue, en nuestra especie, por su relación con el deseo, ¿qué haríamos? ¿Dejaríamos el sexo para los animales no hablantes? El uso de la categoría de género en psicoanálisis es un eufemismo y entraña consecuencias. Como Freud escribió, y lo hemos constatado, siempre se comienza por ceder en las palabras. Recuerdo una anécdota que me sucedió con unos chicos neoyorquinos, alumnos de una de las escuelas más importantes de esa ciudad: “¿Sabés? Lo que pasa es que preferimos decir género antes que sexo. Si decís sexo se asocia más directamente con coger. Y, ¿sabés?, suena mal”. Ese “suena mal” es lo que resuena en el psicoanálisis. He ahí la cuestión sintomática: en la presentación de un sonido del significante sancionado moralmente como malo. En psicoanálisis, la segregación, la discriminación, hacen al síntoma y forman parte de él: por eso la política del síntoma, en psicoanálisis, da la posibilidad de descifrar, en cada momento histórico, cómo se ha construido el síntoma, para poder cernirlo, encerrarlo, acotarlo en el goce que como tal conlleva. * Miembro del Consejo de la Escuela Freudiana de la Argentina. Texto extractado del artículo “El deseo, el sexo y lo inconsciente”, publicado en la revista Lapsus Calami, Nº 1, “El cuerpo y lo sexual”.

Link a la nota: http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/psicologia/9-149925-2010-07-22.html
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medios y comunicación


















Violencia naturalizada


Roberto Samar reflexiona sobre la legitimación de la violencia que se hace a través de los mensajes televisivos de entretenimiento, advierte sobre las estigmatizaciones y llama a no permanecer acríticos frente a la oferta televisiva.
Por Roberto Samar *

Si te digo que a un detenido lo mantienen amarrado al piso, atado de piernas y brazos, y con la boca amordazada durante años, ¿qué sentís? Y si además, para completar el cuadro, quien lo vigila goza cuando lo pisa. ¿Qué opinás? Es una aberración claramente violatoria de cualquier concepto básico de derechos humanos. Esa es una escena que consumen nuestros niños cuando ven la película Kung fu Panda, naturalizando la violencia dirigida a los “malos”. Crecen asociando la detención al castigo. ¿Qué opinás si sabés que para hacer confesar a un detenido lo torturan, con el consentimiento y silencio de un sacerdote que se retira para no presenciar el nefasto momento? Esta es una práctica que ejercen los “buenos” en la serie de televisión V. En el mismo sentido, José Pablo Feinmann recuerda que el protagonista de la serie 24, Jack Bauer, toma dos cables de electricidad y hace sufrir a un tipo para sacarle información. Estos actos son ilegales según nuestra Constitución nacional, que en su artículo 18 establece, entre otras garantías, la prohibición de la coacción física (tortura), para lograr una confesión. También dice: las cárceles son para seguridad y no para castigos de los reos. En igual sentido, pero en el ámbito internacional, los tratados sobre derechos humanos incorporados a nuestra Carta Magna reconocen las mismas garantías. Sin embargo, estos casos puntuales que menciono a modo de ejemplo muestran de qué manera en los medios masivos de comunicación la “confesión” bajo tortura, como muchas otras prácticas violentas, son lugares comunes. Asimismo, en la mayoría de las series televisivas se presenta a los personajes como “malos” o “buenos”, por lo cual tendemos a pensar que los roles son rígidos. Es decir, si quien roba es malo, no es una persona vulnerable que comete un delito en un momento específico y por lo cual puede asumir otro rol en el futuro. También, si al que infringe la ley lo pensamos como alguien que es “malo”, lo estigmatizamos en ese lugar, por lo cual tendemos a aislarlo y agudizar aún más su

exclusión. El problema es que estas miradas, por más que pertenezcan a espacios de entretenimiento, inciden en la realidad. Ya que son discursos que circulan y tiñen de una particular subjetividad nuestra manera de interpretar el mundo, llevándonos a naturalizar actitudes aberrantes. Podemos reflexionar el tema tomando la noción de sentido común en Antonio Gramsci, como “el sentido general, sentimiento o juicio de la humanidad; como un conjunto de creencias que la mayoría de la gente siente que son verdaderas”. En ese sentido, grupos mayoritarios de la población toman como una verdad naturalizada la idea de que para que confiese a una persona hay que torturarla y que es normal que se haga sufrir al detenido porque la función de la cárcel es la venganza. ¿Cómo se va a instalar otra mirada si desde niños asimilamos esas prácticas? La problemática se complejiza porque al consumir estas miradas de la realidad en un espacio de entretenimiento, las tomamos desde un lugar acrítico. Por eso somos más permeables a asimilarlas en nuestro sentido común. Desde ese punto de vista, tiene más poder de influenciarnos una escena de una serie o un comentario de Susana Giménez, que una reflexión de Mariano Grondona. Ya que al interpretar el programa de Grondona sabemos que estamos frente a una mirada política con cierta intencionalidad, mientras que el supuesto entretenimiento se muestra como “inocente” y lo vemos relajadamente. Pero esa inocencia también contiene valores e ideologías. Por suerte la comunicación no es lineal y podemos interpretar críticamente lo que consumimos. Actualmente contamos con espacios donde circulan pensamientos distintos, contrahegemónicos, desde los cuales podemos resignificar los discursos que se basan en la violencia y en la exclusión. Sólo debemos recordar que tenemos que estar atentos a los productos televisivos que circulan con supuesta inocencia. * Licenciado en Comunicación Social. Docente UNLZ.


Link a la nota: http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/laventana/26-149878-2010-07-21.html



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EL LUGAR DEL HOMBRE



La filósofa Beatriz Preciado desnuda en su texto finalista del Premio Anagrama de Ensayo de este año cómo el imaginario propuesto y comprado masivamente por la revista Playboy –llegó a vender siete millones de ejemplares– y su creador Hugh Hefner impregnaron también la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX inventando un lugar para hombres solteros o divorciados en el que podían convivir el trabajo con las técnicas de masturbación, el voyeurismo y la nueva domesticidad. En Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en “Playboy” durante la Guerra Fría, Preciado analiza las razones de esta influencia que se puede rastrear ahora mismo en la era de la comunicación.


Por Claudia Guevara

CAMA REDONDA DEL ATICO URBANIO DE SOLTERO PLAYBOY.


Hugh Hefner casi no usó en sus ochenta y cuatro años vividos –los cumplió el pasado 9 de abril– otra ropa que no sea un pijama y otro calzado que no sean unas pantuflas. Es que Hef sigue siendo un hombre muy de su casa, muy de quedarse adentro. Si la memoria falsa de sus biógrafos no miente demasiado quizás sea cierto que estuvo más de cuarenta años sin salir de su hogar salvo en ocasiones excepcionales y únicamente a bordo de su jet privado, Big Bunny –un DC9 equipado con pista de baile, cama elíptica y termas romanas–. Es que Hef apenas abre la puerta de su casa para salir hasta el parque que envuelve a su mansión para que algún fotógrafo lo retrate posando entre sus emblemáticas conejitas, con un cigarro y haciendo gala de su invento. Ese eterno Hefner de bata de seda cruzada fue el mismo que en una noche de insomnio se le apareció –a través de la pantalla del televisor– a Beatriz Preciado. En aquel programa Hefner no hablaba de la revista para adultos más influyente del mundo, de desnudos ni de sexo, no, nada de eso, en aquel programa Hefner hablaba de la importancia de la arquitectura en el imperio que él mismo había creado en 1953. Nociones de “domesticidad”, liberación parcial” o “ático de soltero” hicieron que Playboy se convirtiera para Preciado en un laboratorio crítico y en su investigación doctoral de Teoría de la Arquitectura en la Universidad de Princeton. Desde aquella noche, una nueva Playboy se desplegaba para la filósofa española, una Playboy que había generado un discurso inédito sobre el género, la sexualidad, la pornografía y el espacio público durante la Guerra Fría. Siguiendo este análisis, Preciado explica ahora en un libro las razones que hicieron que Playboy formara parte del imaginario arquitectónico de la segunda mitad del siglo XX y se convirtiera en la primera pornotopía de la era de la comunicación de masas.

La mansión Playboy (que en los años cincuenta había hecho más por la arquitectura que la revista Home and Garden) funcionaba como una singular heterotopía (según la definición de Foucault, un lugar real en el que se yuxtaponen diferentes espacios incompatibles), una heterotopía sexual, un auténtico dispositivo pornográfico multimedia, capaz de reunir en un solo edificio (“gracias a una cuidada distribución vertical y horizontal y a la multiplicación de dispositivos de tecnificación de la mirada y de registro y difusión mediática de la información”), espacios tradicionalmente incompatibles: el departamento de soltero, la oficina desde donde se ideaba la revista (varias fotos publicadas en este libro dan cuenta de esos espacios), el estudio de televisión, el decorado cinematográfico, el centro de vigilancia audiovisual, la residencia de las conejitas y el burdel.

Un mundo dentro de otro mundo. Afuera, los prejuicios, los moralistas, los peligros nucleares (propios de la Guerra Fría); adentro, una gruta tropical, un salón de juegos subterráneos desde donde los invitados podían ver a las Bunnies desnudas nadando en una pileta a través de un muro de cristal. Era el nuevo hogar de un hombre casado (Hefner se casó varias veces) que vivía rodeado de mujeres (más de treinta), todas candidatas a convertirse en playmates y listas para posar desnudas ante los ojos de toda América. La mansión Playboy era no sólo el bunker del heterosexual soltero, era el club, el jet privado, el castillo de los pasadizos secretos, el oasis urbano.

Si la figura del playboy era la figura masculina central en este escenario posdoméstico, su compañera, la playmate, era una figurita nueva, una glamorosa y especial agente anónima capaz de resexualizar la cotidianidad. Hefner llamó “el efecto de la chica de al lado” a esa nueva compañía: “En realidad estamos rodeados de playmates potenciales: la nueva secretaria de la oficina, la bella con ojos de conejita que ayer se sentó a comer justo enfrente, la encargada de la tienda favorita donde compramos nuestras camisas y corbatas”.

Analiza Preciado: la transformación de secretaria y amante en “chica del mes” era en la “economía farmacopornográfica de posguerra lo que el automóvil había sido para el fordismo: el producto serial de un proceso de producción de capital”. Queda claro que la playmate no era una mujer cualquiera con la que nos encontrábamos al doblar la esquina, sino que era el resultado de una serie de precisas estrategias de representación visual. Las fotografías de playmates eran más que una huella conmemorativa, eran una especie de muestrario de embajadoras, de sustitutos del yo anónimo capaces de representar una extensión del poder y de influir en el comportamiento y en el juicio de los otros por tener un único talento: ser fotogénicas.

Para los hombres heterosexuales de los años cincuenta, la timidez era un principio esencial en las populares pinup. Esas rubias explosivas asediadas por los nuevos juguetes de la clase media: las piscinas multiformes y los divanes debían posar tan deliberadamente incómodas como para sugerir que su verdadero talento se encontraba en la cama, ¡redonda!, grita Hugh Marston Hefner desde el otro cuarto seis metros más arriba y en paralelo con un balcón falso. Panópticos deliberados y estridentes que supieron conseguir algunos solteros playboy y que otros buscaban desesperados en las páginas de la revista.

El hombre que seguía a Hefner había ganado un lugar de sofisticación lejos de los matorrales y de los ríos a los que los tenían acostumbrados las revistas masculinas, ese hombre había ganado un espacio de domesticidad, pero no de domesticidad suburbana, tradicionalmente femenino sino de uno radicalmente opuesto. Un espacio que se sentía muy cómodo dentro de un discurso masculino adolescente, heterosexual y consumista, y que se mantenía a estratégica distancia de “la estricta moral sexual de la casa suburbana y sus distinciones de género, y de la defensa feminista de la expansión de las mujeres al espacio público”.

El norteamericano soltero (o divorciado) tenía ahora, en sus decoradas cuatro paredes, el nuevo sueño americano: las técnicas de masturbación y también los colores y los diseños de las fórmicas para las mesadas.

La arquitectura es el arte inevitable del que no podemos escapar; está encima nuestro, por debajo y rodeándonos durante casi toda nuestra vida. Como escribió Alvar Aalto: “Hablar de arquitectura de la sustancia es algo más que hablar de un benevolente paraguas protector; cuando es buena, actúa benéficamente sobre nosotros, haciéndonos más humanos; es más que un cobijo, que un objeto para la especulación, que un envoltorio conveniente o un capricho. Es la crónica edificada de cómo hemos ordenado nuestras prioridades culturales, quiénes y qué somos y en qué creemos. Es nuestro testamento en piedra”.

En 1962, mientras Hefner se sacaba una foto al lado de la maqueta de lo que sería el Club Hotel Playboy de Los Angeles, atildado, esta vez de riguroso traje y corbata, como si fuera el arquitecto y utilizando su pipa para señalar los aciertos del diseño como si se tratara del lápiz con el que dibujó los primeros bocetos, Sigfried Giedion, quizás el historiador de la arquitectura más influyente de mediados del siglo XX, ya hablaba de “Arquitectura Playboy”.

Evidentemente, el testamento de piedra de Hefner estaba en acelerada construcción; ya había logrado la transformación del porno en cultura de masas, el primer número de la revista con Marilyn Monroe desnuda a todo color en legal edición pornográfica mirando a la cámara, recostada sobre un terciopelo rojo y dejando que sólo se viera uno de sus pechos vendió 54.000 ejemplares, las cifras pronto subieron a 250.000 –a fines de los años setenta ya contaba con siete millones de lectores– y ahora iba, en ataque frontal, por las tradiciones entre género, sexo y arquitectura.

La transgresión de Playboy no se limitaba a la exhibición de los cuerpos desnudos, sino al intento de borrar o al menos de modificar la frontera política que separaba los espacios públicos y los privados. El striptease no sólo lo hacían las conejitas sino también los interiores de la casa, vírgenes en el certamen de los primeros planos.

Muchos fueron los arquitectos que por aquellos años se sumaron al furor Playboy tirando abajo paredes y construyendo en su lugar delatores paneles de cristal, alabados cómplices de esta nueva domesticidad.

“Queremos dejar bien claro desde el comienzo que no somos una revista para la familia. Si es usted la hermana de alguien, o su esposa o suegra, le rogamos que nos ponga en manos del hombre de su vida y vuelva a la lectura de Ladies Home Companion”, firmaba Hefner en su editorial del mes de noviembre de 1953.

En la nueva casa Playboy el seductor veía lo que antes quería espiar y eliminaba (como si se corriera una mampara) a una mujer por otra: “El lavavajillas es práctico porque no hace ruido, pero también porque borra el rastro del carmín en los vasos de la noche anterior”. El teatro de la masculinidad dictada por Hefner inauguraba altillos y los lectores devotos y obedientes mandaban miles de cartas preguntando dónde podían comprar los objetos y los pisos que aparecían desplegados en la revista, sí desplegados, como el cuerpo más esculturalmente deseado y como lo fue la afamada cama redonda de Hefner, la cama que nunca duerme.

Escribe Beatriz Preciado: “Tom Wolfe describe la habitación de la cama Playboy como una plataforma suspendida fuera del tiempo y el espacio: ‘No hay luz del día. En la cápsula hermética, Hefner pierde totalmente el sentido del tiempo o de la estación del año (...) Un amigo le sugirió darle un paquete de siete pijamas con el nombre del día bordado al revés de modo que pudiera verlo mirándose al espejo mientras se afeita para ver qué día de la semana es’. La cama giratoria del señor Hef funciona durante la Guerra Fría como nueva celda multimedia, que descartaba cualquier idea tradicional de pasividad y actividad, de sueño y vigilia, de trabajo y descanso. Escribe Preciado: la cama ultraconectada de Playboy gira sobre sí misma porque ya no necesita moverse de lugar para ser nómada. Playboy inventa con la cama giratoria el nomadismo mediático, que habría de convertirse después en una de las características del consumo del espacio en el siglo XXI. De ahí que el mundo de la información se mueve con la cama”.

Desde aquella primera idea de llamar a su revista Stag Party Magazine (literalmente fiesta de ciervos), como representación del hombre que consume en soledad o con amigos y cervezas los Stags Films, las primeras películas porno norteamericanas, y utilizando la iconografía de la bata en un animal salvaje –el primer diseño hecho por Arv Miller era un ciervo con bata y fumando pipa– hasta la definitiva, la del simbólico conejo (“un animal infantil y sin compromiso dedicado a cazar hembras sin salir de su casa”) en blanco y negro, diseñando por Art Paul en 1956, Hefner continuó dando cátedra de divertimento masculino entre los adolescentes (fervientes consumidores de la revista) hasta que en 1962 y ante una moral heterosexualidad monógama se sintió obligado a declarar: “Votamos por una sexualidad heterosexual hasta que se presente algo mejor”. No hay que olvidarse que en su revista, Hefner hablaba de una heterosexualidad sana, que se oponía tanto a la práctica reprimida y culposa del matrimonio monógamo como al de la homosexualidad, escribe Preciado: “El voyeur sólo podía ser masculino, el objeto de placer visual, sólo podía ser femenino”.

Lamentable retroceso del señor de la bata que prefería no compartir aquello sobre lo que Baudelaire había escrito en 1859: “Un millar de ojos hambrientos se inclina sobre las mirillas del estereoscopio como si éstas fueran los tragaluces del infinito. El amor por la pornografía, no menos profundamente arraigado en el corazón natural del hombre que el amor por sí mismo, no iba a dejar escapar tan magnífica oportunidad de autosatisfacción. Y no penséis que eran sólo los muchachos quienes disfrutaban de estas locuras a la vuelta del colegio; a todos les encantaba”.

Beatriz Preciado, colaboradora en la emergencia de la teoría queer en Francia, ha publicado varios ensayos: Manifiesto contrasexual, Testo Yonki y Terror Anal, entre otros, y enseña historia política del cuerpo y teoría queer en el Programa de Estudios Independientes del Museo de Arte Contemporáeo en Barcelona y en la Universidad de París VIII.

Preciado, nacida en Burgos en 1970, termina su autopsia de la pornotopía Playboy, una autopsia hecha cuando todavía el muerto está vivo, señalando que como buena heterotopía, lo singular de la pornotopía que Playboy inventa y pone en marcha es que puede desafiar al modelo tradicional de espacio que rige la casa heterosexual como núcleo de consumo y reproducción de la cultura norteamericana y como un control sobre el cuerpo “propios del emergente capitalismo farmacopornográfico”. Es esa quizá la clave de su éxito como utopía localizada y como espacio popular comercializable.

Las conejitas con su alegórico uniforme (diseñado por primera vez para las trabajadoras del club de Chicago en 1960) continuarán siendo el símbolo de la compañía sexual gracias a una familiaridad y a un encanto que han ganado y perdido a través del tiempo exhibiendo disciplinadas, pasiones mentirosas.

Hefner y su revista imperio se desmoronan al compás de las arrugas de su creador y mientras eso ocurre y se desvanece el sueño Playboy: “Si quieres cambiar a un hombre, modifica su departamento”, se pone en evidencia que el universo Playboy sobrevivirá en cada una de las nuevas “prótesis” tecnológicas que aparezcan y en las futuras formas del comercio sexual porque aquella cámara que filmaba en los años cincuenta el interior de una casa, una relación amorosa o una convivencia no era otra cosa que el antecedente del reality y de las webcams, que aquella ruptura de los modelos tradicionales de producción del sexo y de la sexualidad en el siglo XIX no era otra cosa que provocar que los febriles espasmos de los prejuicios se ahoguen de una vez o se calmen en comodidad de la carne.

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http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/las12/13-5838-2010-07-17.html

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