28.2.10
27.2.10
22.2.10
Departamento de Justicia: Varias caras de una misma moneda
21.2.10
Milagros (Humanidad II)
Durante los días que siguieron al fatídico terremoto una compañera pedía ayuda para empacar medicamentos con destino Haití. Los medicamentos estaban en Iniciativa Comunitaria. Hace unos días atrás, en mi “news feed” en Facebook, apareció un mensajito que leía “Milagros fue etiquetada en una foto” y sí, era la Millie solidarizándose con aquellos y aquellas que ya no tienen nada. Estaba allí, junto a un contingente de Iniciativa Comunitaria, abrazando a Haití.
No podemos pensar, de ninguna manera, que aquellas fotos de médicos con metralletas, amputaciones, sierras y demás, son normales porque no lo son. La gente de Iniciativa Comunitaria, desbordaban empatía y solidaridad, sus rostros lo reflejaban. Estaban allí atendiendo una población que ha sido tan vulnerada que lo único que tienen es esa mano solidaria dispuesta a sanar sus heridas pero sobre todo a tratarlos y tratarlas con respeto porque reconocen en ellos y ellas un igual. Todas mis felicitaciones a Millie y a Iniciativa Comunitaria. Médicos y médicas así son los y las que, como sociedad, deberíamos formar.
Tertulias en San Juan con Carlos Pabón
En la discusión sobre estatus el debate entre “soberanistas” y “autonomistas” no es nuevo. A partir de la fundación del ELA los primeros engrosaban las organizaciones y partidos independentistas mientras que los segundos estaban cobijados en el partido de Muñoz Marín. Lo novedoso en el discurso político actual radica entonces en que esta confrontación se dé al interior del Partido Popular. Ambos campos, soberanistas y colonialistas, reclaman para sí la tradición muñocista, colocándose a su vez de espalda al discurso independentista. ¿Cuál es el significado de este desplazamiento? Si a estas nuevas coordenadas del discurso político le sumamos los dos fracasos electorales consecutivos del PIP,
¿presagia esto el fin del proyecto independentista?
11.2.10
Constitucional la ley 7 ¿Un Supremo sin razones?
10.2.10
Inauguración de la Beckett!!!
8.2.10
¿Mami qué será lo que quiere el blanco?
5.2.10
Para quedarme callada yo no estudio Derecho
Recientemente se publicó en este periódico una columna dónde el autor le llamaba la atención a dos profesionales del Derecho. Entre varios señalamientos, sostiene que es una violación a los cánones de ética el cuestionar las decisiones de los jueces y las juezas en la prensa. También señala que los comentarios que se hicieron la pasada semana sobre la decisión de la jueza Rebecca de León Ríos fueron un intento orquestado de vulnerar y desprestigiar la judicatura.
Detrás del discurso del autor subyace una premisa mayor: el Derecho es neutral. No podemos quedarnos en análisis simplistas del Derecho asumiendo que éste opera de manera neutral y objetiva; hacerlo implica una falta de responsabilidad, no sólo profesional sino también ética. El Derecho nunca es neutral, no puede serlo, si así fuera no nos harían falta ni jueces ni juezas, bastaría con entrar en una computadora los hechos, luego el derecho y obtener una decisión. En este sentido, tenemos en nuestra judicatura hombres y mujeres, que bajo el mito de la objetividad, diariamente aplican derecho a los hechos y toman decisiones. Hombres y mujeres que no son figuras míticas, sino que cargan con un bagaje que, quieran verlo o no, afectan la manera en cómo las leyes y jurisprudencia son analizadas y aplicadas a casos particulares.
No se trata aquí de restar credibilidad a la judicatura, sino más bien de hacer un esfuerzo crítico sobre qué es el Derecho, cómo se aplica y a qué responde. Esto no es nuevo, no es un invento novel de una profesora al azar, los “policy analysis” datan de la década del 70, y buscan precisamente eso, identificar a qué tipo de política pública o jurídica responden las normas que regulan nuestro diario vivir. La realidad es, parafraseando un poco a Foucault, que el Derecho atraviesa nuestros cuerpos.
Pretender censurar la crítica a través de la aplicación de los cánones de ética es atacar no sólo la libertad de expresión sino también la libertad de pensamiento. Asumir que el canon nueve de ética profesional limita las interpretaciones, análisis, y llamado a la reflexión de qué está detrás del Derecho, atenta contra el pensamiento y desalienta a pensar el Derecho desde otras perspectivas, perspectivas que permitan no sólo poder desarrollarlo sino también garantizar el acceso al sistema de aquellos y aquellas que de regular no lo tienen; tener la capacidad de pensar, entendido el pensar como un proceso libre de reflexión, sobre a quién protegemos y cómo lo hacemos. Para quedarme callada yo no estudio Derecho.
4.2.10
Mi mano a la Beckett
1.2.10
Humanidad
La gente está indignada y no entiende cómo el pueblo haitiano puede ser tan desagradecido. Después de todo atendieron sobre ochocientos pacientes y salvaron no sé cuántas vidas. ¿Vidas? ¿Realmente aquellos y aquellas que aparecían ante el lente ávido de representaciones de la desgracia eran humanos? ¿Podía quien violentaba con una cámara la dignidad de aquél otro desvalido y desamparado calzar los zapatos del que yace rendido en una camilla? La respuesta a ambas preguntas es un tajante no. A las fotos, como a toda violenta representación que atenta contra la dignidad, le antecede la deshumanización.
Ahora bien, la empatía que no se siente por el haitiano o la haitiana recientemente amputada sí se siente por el compañero o compañera de claque. Aquél o aquélla que se crió conmigo, en la misma escuela y en el mismo club social. Ése me da pena y pienso en lo sacrificado del viaje a Haití, en cómo pudo (o no pudo) bregar con la lamentable situación de aquella gente extraña y desconocida, gente que practica vudú y sobrevive bajo los escombros porque están acostumbrados a no comer. Total, allá en Haití, comen galletas de tierra, le decía un hombre a una mujer mayor en la acera de una escuela elemental.
Lo que no vemos que la deshumanización y la insensibilidad las produce el mismo sistema en el que estamos insertos. El semestre pasado pude presenciar la confesión más horrenda que he escuchado en mi vida. En la sala de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico una estudiante de Ciencias Naturales le comentaba a otro grupo de estudiantes que como requisito para ingresar a la Escuela de Medicina le exigían determinada cantidad de horas de trabajo voluntario. La estudiante, con cierto grado de indignación, narraba que el pelo de las niña del hogar le daba asco, también le daba asco limpiar a los niños que necesitaban su ayuda y prefería dejarlos orinados. ¿Cómo hubiese tratado esa persona a un haitiano? ¿Realmente esos son los médicos y médicas que queremos formar?
Lamentablemente las representaciones de la tragedia por medio de la imágenes que hoy recorren el mundo mancillan la reputación y las buenas intenciones de aquellos y aquellas que con una genuina vocación de servicio se personaron a Haití para dar la mano. Ahora bien, no por eso podemos acusar a la prensa de amarillista y sostener que las imágenes fueron descontextualizadas; no hay contexto ni escenario imaginable que permita tal violación a los entendidos básicos de dignidad y humanismo. No importa la cantidad de vidas salvadas y las horas trabajadas, hay algo que dice que ciertos valores no son susceptibles de ser sopesados, entre ellos está el respeto a aquello que permanece cuando ya lo hemos perdido todo, el respeto a nuestra humanidad.