12 de septiembre de 2013
Regalémosles una vida libre de violencia
MARIANA IRIARTE
Cuando hablamos de un currículo escolar con perspectiva de género lo primero que deberíamos decir es que el secretario de Educación está incumpliendo con la ley orgánica de la agencia. Claro, esto no es exclusivo de esta Administración porque desde que se enmendó la Ley 149, en el año 2006, ninguna administración ha cumplido con esta obligación. En el 2008 hubo un intento de guiar al Departamento de Educación en la implementación de un currículo no sexista que propiciara igualdad y atendiera con equidad a los géneros. Sin embargo, la carta circular nunca se puso en vigor.
Los sectores fundamentalistas han reclamado para sí el derecho a educar sexualmente a sus hijos bajo la premisa de que un currículo escolar con perspectiva de género los iniciará en la homosexualidad o el lesbianismo. Aunque el respeto a la diversidad sexual es uno de los pilares de una educación con perspectiva de género, no se agota ahí. Básicamente, educar a los niños y a las niñas en equidad es dejarles saber que hay tareas, profesiones, oficios, roles, entre otras cosas, que cultural y políticamente se han asignado a cada uno de los sexos por el sólo hecho de ser hombre o de ser mujer. Eso ha redundado en una invisibilización de las mujeres y una subvaloración de las tareas que realizan.
Y comprobar lo anterior no es difícil; basta con echar una mirada retrospectiva para saber que, no hace mucho tiempo atrás, los hombres eran médicos o abogados mientras las mujeres enfermeras o secretarias. Enseñar desde una perspectiva de género es apoderar a los niños y a las niñas. Es dejarles saber que pueden vivir en equidad, libres de roles asignados por el solo hecho del sexo con el que nacieron. Enseñar con perspectiva de género es abrirles nuevos horizontes para que tanto ellos como ellas puedan darse cuenta que los superhéroes no están completos si no están las chicas; que Paula puede ser bombero y Sebastián costurero, si así lo desean.
En definitiva, no es iniciarlos en la homosexualidad o el lesbianismo, es darles las herramientas para que sepan que la sexualidad es un componente de la personalidad. De esta manera, podrán aceptar y respetar a los demás independientemente de la orientación sexual. También es dejarle saber que pueden usar unos tenis rositas si nacieron varones porque los colores han sido asignados culturalmente a los sexos y podemos movernos a otra cultura.
Una educación –y una crianza- con perspectiva de género es un gran regalo para niños y niñas por igual. Es regalarles solidaridad, empatía, amor, pero sobre todo es ofrecerles una vida libre de violencias. Exijamos un educación con perspectiva de género.
Los sectores fundamentalistas han reclamado para sí el derecho a educar sexualmente a sus hijos bajo la premisa de que un currículo escolar con perspectiva de género los iniciará en la homosexualidad o el lesbianismo. Aunque el respeto a la diversidad sexual es uno de los pilares de una educación con perspectiva de género, no se agota ahí. Básicamente, educar a los niños y a las niñas en equidad es dejarles saber que hay tareas, profesiones, oficios, roles, entre otras cosas, que cultural y políticamente se han asignado a cada uno de los sexos por el sólo hecho de ser hombre o de ser mujer. Eso ha redundado en una invisibilización de las mujeres y una subvaloración de las tareas que realizan.
Y comprobar lo anterior no es difícil; basta con echar una mirada retrospectiva para saber que, no hace mucho tiempo atrás, los hombres eran médicos o abogados mientras las mujeres enfermeras o secretarias. Enseñar desde una perspectiva de género es apoderar a los niños y a las niñas. Es dejarles saber que pueden vivir en equidad, libres de roles asignados por el solo hecho del sexo con el que nacieron. Enseñar con perspectiva de género es abrirles nuevos horizontes para que tanto ellos como ellas puedan darse cuenta que los superhéroes no están completos si no están las chicas; que Paula puede ser bombero y Sebastián costurero, si así lo desean.
En definitiva, no es iniciarlos en la homosexualidad o el lesbianismo, es darles las herramientas para que sepan que la sexualidad es un componente de la personalidad. De esta manera, podrán aceptar y respetar a los demás independientemente de la orientación sexual. También es dejarle saber que pueden usar unos tenis rositas si nacieron varones porque los colores han sido asignados culturalmente a los sexos y podemos movernos a otra cultura.
Una educación –y una crianza- con perspectiva de género es un gran regalo para niños y niñas por igual. Es regalarles solidaridad, empatía, amor, pero sobre todo es ofrecerles una vida libre de violencias. Exijamos un educación con perspectiva de género.
*Publicado en El Nuevo Día, acá.