15 Junio 2011
La hilacha de la oficina de Pierluisi
MARIANA IRIARTE
Recientemente circuló por las redes sociales una entrada donde una bloguera denunciaba haber sido víctima de una agresión machista por parte de un empleado del comisionado residente, Pedro Pierluisi. Tan seria fue la cosa que provocó que el representante de Puerto Rico ante el Congreso tuviese que expresarse sobre esos hechos. Dijo Pierluisi “Sí, me dice que hubo un incidente mi equipo de trabajo. Yo no he hablado con Eduardo Hilera. Él está en Washington, yo estoy acá en Puerto Rico”. Sugiriendo que, si bien estaba al tanto, esto no le parecía lo suficientemente importante como para comunicarse con el susodicho e indagar sobre el incidente.
La actitud de Pierluisi no es otra cosa que el reflejo del machismo institucionalizado. Lamentable es que, para el comisionado residente, una agresión verbal, misógina y machista como la que sufrió la estudiante no fuera motivo para actuar con premura y diligencia ante esta situación.
En un país donde las mujeres somos objeto de agresión constante, donde estamos objetivizadas a tal punto que perdemos la vida casi diariamente a manos de un hombre, donde no existe una campaña o política pública que promueva la equidad y el respeto a nuestros derechos, nuestro representante en Washington entienda que no es urgente tratar una situación donde un empleado de su oficina agredió verbalmente a una mujer.
Y es que Pierluisi no tardará en afirmar que esta conducta se dio en el ámbito personal. Ante esa defensa me adelanto a plantear que lo personal sí es político, máxime cuando se trata de una agresión machista so color de autoridad. Es político porque han sido las instituciones, controladas por el partido al que Pierluisi pertenece, las que han viabilizado la proliferación de las agresiones machistas.
Ha sido el gobernador Luis G. Fortuño con su famosa campaña “Promesa de hombre”; ha sido la negativa constante de incorporar la perspectiva de género en el currículo escolar; han sido las decisiones que la mayoría del Tribunal Supremo ha avalado algunas de las instancias en que el partido de turno, y su agenda en contra de la equidad, nos han puesto a las mujeres en una posición de mayor vulnerabilidad.
Ellos, con sus políticas machistas, son quienes hacen posible que existan los Eduardo Hilera de la vida en oficinas que nos deben representar a todos y a todas. Son ellos los que permiten que se utilice la sexualidad de una mujer para invalidarla moralmente y en consecuencia restarle valor e importancia. Si realmente Pierluisi fomenta la equidad, lo menos que debería hacer es sacar a Hilera de su oficina, por la dignidad de la estudiante, por la mía y por la de todos.
La actitud de Pierluisi no es otra cosa que el reflejo del machismo institucionalizado. Lamentable es que, para el comisionado residente, una agresión verbal, misógina y machista como la que sufrió la estudiante no fuera motivo para actuar con premura y diligencia ante esta situación.
En un país donde las mujeres somos objeto de agresión constante, donde estamos objetivizadas a tal punto que perdemos la vida casi diariamente a manos de un hombre, donde no existe una campaña o política pública que promueva la equidad y el respeto a nuestros derechos, nuestro representante en Washington entienda que no es urgente tratar una situación donde un empleado de su oficina agredió verbalmente a una mujer.
Y es que Pierluisi no tardará en afirmar que esta conducta se dio en el ámbito personal. Ante esa defensa me adelanto a plantear que lo personal sí es político, máxime cuando se trata de una agresión machista so color de autoridad. Es político porque han sido las instituciones, controladas por el partido al que Pierluisi pertenece, las que han viabilizado la proliferación de las agresiones machistas.
Ha sido el gobernador Luis G. Fortuño con su famosa campaña “Promesa de hombre”; ha sido la negativa constante de incorporar la perspectiva de género en el currículo escolar; han sido las decisiones que la mayoría del Tribunal Supremo ha avalado algunas de las instancias en que el partido de turno, y su agenda en contra de la equidad, nos han puesto a las mujeres en una posición de mayor vulnerabilidad.
Ellos, con sus políticas machistas, son quienes hacen posible que existan los Eduardo Hilera de la vida en oficinas que nos deben representar a todos y a todas. Son ellos los que permiten que se utilice la sexualidad de una mujer para invalidarla moralmente y en consecuencia restarle valor e importancia. Si realmente Pierluisi fomenta la equidad, lo menos que debería hacer es sacar a Hilera de su oficina, por la dignidad de la estudiante, por la mía y por la de todos.
*Publicada originalmente en El Nuevo Día, Voces, el día de hoy.
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