Para presidir el Supremo
Mariana Iriarte
Recientemente la profesora Érika Fontánez señalaba la importancia de que el próximo juez presidente no sea una persona neutral. En ese contexto decía que necesitamos un juez que pueda acercarse a las controversias jurídicas desde otras coordenadas ideológicas, de clase, de género y que rompa con lo que han sido hasta ahora las racionales que subyacen a todo nombramiento en el Tribunal Supremo.
Hablamos de un juez que esté del lado de los derechos, que proteja a las minorías, que vele por los recursos naturales, que lea las controversias no desde la neutralidad sino desde la sensibilidad y la empatía y que, sobre todo, rompa con la normalidad de pensar que el nombramiento es esencialmente político.
Y sin duda la importancia del nombramiento trasciende la profesión jurídica. Esto es un asunto intrínsecamente público que debe discutirse ampliamente. Llaman la atención las declaraciones del gobernador en cuanto a que están adelantados en el proceso y muy pronto anunciarán quién ocupará la vacante que deja el juez presidente. Ello sin que la ciudadanía haya tenido la oportunidad de conversar sobre qué características y requisitos mínimos debe cumplir la persona que vaya a llenar la vacante.
Aunque la Constitución le confiere al gobernador la potestad de nombrar los jueces del Supremo y aunque tradicionalmente estos nombramientos se hayan discutido a puertas cerradas, es momento de que la ciudadanía exija participación en el proceso, en aras de tener aunque sea un mínimo de control democrático sobre nombramientos que son transcendentales a la hora de decidir los derechos de todos. Para eso es indispensable dejar de lado el factor político partidista como algo importante y levantar nuestras voces sobre los jueces que queremos.
Pienso, además, que la persona que vaya a ocupar la vacante debe administrar la Rama Judicial desde otros imaginarios, más participativos, inclusivos y democráticos. Debe sentirse cómodo con otras formas de manejar el poder, que se piense más en horizontal que en vertical, que parta de entendidos y consensos que promuevan la descentralización más que la concentración de poder y lealtades.
Pienso en un juez que se atreva a hacer las cosas de manera diferente porque la costumbre y los estilos de siempre nos han llevado exactamente al lugar en el que estamos. Apuesto a la esperanza de que podamos construir nuevos arreglos institucionales que nos leguen un Poder Judicial más justo y democrático. Es hora.
*Publicada acá.
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