8.4.11

A Gloria la mató otra mujer*


A Gloria la mató otra mujer

MARIANA IRIARTE
Nos matan. Nuestras vidas no valen nada. Nos matan en nuestras casas, en los estacionamientos, en casa de nuestras amistades, en la cancha de baloncesto. Mientras nos matan algunos legisladores, asistidos por fundamentalistas religiosos, se niegan a aprobar el Proyecto de la Cámara 3278 que busca aclarar que la Ley 54, Ley para la prevención e intervención con la violencia doméstica, cobija a toda persona que se encuentre en una relación de pareja, independientemente de su estado civil.

Esta enmienda se da en respuesta a una reciente decisión donde la mayoría del Tribunal Supremo, por voz del juez Erick Kolthoff, se negó a concederle protección a una mujer agredida dado que sostenía con el agresor una relación extramarital.

Lamentablemente nuestras instituciones parecen ser expertas en enjuiciar moralmente a los ciudadanos. Esto toda vez que no sólo se arrogan la potestad de pasar juicio sobre el tipo de relación que sostienen sino también que, arbitraria y discriminatoriamente, se niegan a conferirle protección a quienes mantienen una relación con alguien de su mismo sexo. En momentos en que cada vez más países se mueven en dirección a reconocer el matrimonio igualitario nuestra Legislatura no sólo descarta esa opción sino que también rechaza proveer protección a quienes, bajo su lupa moral, no encajan en las relaciones que ellos mismos han determinado como legítimas.

Mientras tanto la Policía de Puerto Rico, junto al Departamento de Justicia, anuncia con bombos y platillos que han esclarecido el terrible asesinato de Gloria Hernández Orsini. A Gloria, como a las once mujeres anteriores, la asesinó su pareja. Sin embargo, a diferencia de las que la precedieron, la pareja de Gloria era otra mujer.

Le pregunto yo a la Legislatura y a quienes niegan el espíritu de la Ley 54 ¿qué tal si Gloria era constantemente acechada por su compañera, pero no podía pedir una orden de protección porque sabía que se la negarían? ¿Qué tal si Gloria no se atrevía a acudir a la Policía por vergüenza o temor? ¿Qué tal si los comentarios de Wanda Rolón, por ejemplo, y otros le costaron la vida?

Parece mentira que quienes vienen llamados a representar a la ciudadanía no sean capaces de abandonar sus juicios morales en pos del bien común. Parece mentira que la estrechez de mente, el fundamentalismo religioso, los prejuicios y estereotipos sean quienes gobiernen un país que a todas luces cada vez es más violento. Parece mentira que nuestras vidas valgan tan poco, parece mentira que nos sigan matando y el Estado, en lugar de protegernos, nos discrimine. La protección debe ser para todas y para todos.

*Publicada en El Nuevo Día hoy, acá.

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