29.8.14

Julia, Dante y Guido

Hoy, mientras celebrábamos el nacimiento por venir de mi querida sobrina, no pude evitar reflexionar sobre el nieto recién recuperado de las abuelas de Plaza de Mayo.  No pude evitar hacerlo por tres razones principales, la primera de ellas es porque nací en Argentina en plena dictadura militar; la segunda tiene que ver con que mi padre fue perseguido incansablemente por la dictadura y la tercera, un poco más amplia, relacionada al País que quisiera legarles a Dante y a Julia.

Entre marzo de 1976 y marzo de 1983 Argentina vivió un periodo de terror y persecución política que acabó con la vida de 30,000 personas y la apropiación de alrededor de unos quinientos niños y niñas que nacieron en cautiverio.  Guido Montoya Carlotto es uno de esos bebés. Fue arrebatado a su madre a las cinco horas de nacido y su familia nunca más supo de él; a su madre la entregaron muerta un mes después de dar a luz.  Tras treinta y seis años de búsqueda su abuela finalmente pudo dar con él, o él dio con ella, recuperando su identidad.  Una identidad que a pesar de todos los intentos para que no, logró prevalecer.

Las heridas provocadas por la dictadura militar, a pesar de los treinta y siete años transcurridos, están aun a flor de piel.  Es por eso que la recuperación del nieto de Estela de Carlotto, pilar fundamental en la búsqueda de los nietos apropiados, es una inmensa alegría colectiva.  Es como recuperar un pedacito de identidad colectiva, de historia que, a pesar de los intentos sistemáticos para borrarla, se negó a permanecer oculta.  En cierto sentido todos y todas las argentinas nos hemos encontrado un poco.

En el caso de Puerto Rico, una Isla que aunque ha vivido la represión no se ha tenido que enfrentar a la desaparición forzada de personas, el colonialismo ha sido una forma de violencia que ha atentado, y atenta, contra su identidad colectiva.  El coloniaje es también un crimen que no permite el desarrollo económico, social y político de un País y su ciudadanía.  Es, al igual que el caso argentino, un asunto de democracia. 

Por eso, con el mismo deseo que espero la recuperación de los otros 400 nietos desaparecidos, espero un verdadero proceso de descolonización de la patria de Dante y de Julia. Un proceso que les dé la esperanza de vivir en un mejor país. Un país forjado con sus manos libres y con sus corazones solidarios.  Sé que, al igual que Estela encontró a Guido, encontraremos ese camino hacia la justicia y la democracia.    

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