El 25 de noviembre de 1960 la dictadura de Rafael Trujillo sesgó la vida de tres grandes mujeres: las hermanas Mirabal. En conmemoración de ese brutal asesinato la Organización de las Naciones Unidas declaró, en 1999, el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer[es]. Hoy, once años después de la declaración, hemos avanzado muy poco por no decir casi nada. ¿Por qué?
Debemos ser conscientes que la violencia contra las mujeres surge de la desigualdad. Equipar a las mujeres a lo “doméstico” ha establecido una cadenas de inequidades que se han traducido en invisibilización y agresión. Agresión que se manifiesta en lo “doméstico” y percola todo el entramado social, político y económico. De esta manera, aún cuando somos más y estamos mejor preparadas, las mujeres tenemos menor participación en la política, somos mucho más pobres, vivimos en condiciones más precarias, tenemos menos acceso a los servicios de salud, nuestro salario es menor que el de los hombres, participamos de una doble –y a veces triple- jornada de trabajo y somos víctimas de maltrato emocional y físico que, en muchas ocasiones, nos cuesta la vida.
Es por eso que es preciso insistir, denunciar, machacar una y otra vez, que no se ha alcanzado la equidad, que nos queda mucho por caminar, que la violencia que nos aqueja está en el trabajo, en nuestras casas, en la escuela de nuestros hijos y nuestras hijas cuando les niegan su derecho a ser educados en la equidad y la paz; la violencia machista está en el gobierno, en los tribunales, está en la calle, en la música, en la televisión, en los periódicos, la violencia está la grúa que te remolca el carro, en la oficina del ginecólogo y en la del generalista, la violencia machista está por doquier porque se cuela –incasable y persistente- por el tejido injusto y opresivo que el poder ha construido para silenciar nuestras voces, para someter nuestros cuerpos, para reducirnos e invisibilizarnos.
La violencia machista es un problema de desigualdad estructural que no se soluciona diciéndole a las mujeres y a las niñas “Tú vales”. Esa máxima responsabiliza a las mujeres por ser objeto de cualquiera de las expresiones de violencia patriarcal. Si realmente queremos combatir la violencia tenemos que comenzar a promover la equidad. Propiciar la equidad en la educación a través de la instauración de la perspectiva de género en el currículo escolar. Si no cambiamos los esquemas violentos a través de la educación de los niños y las niñas no podremos construir un sociedad igualitaria donde los valores principales sean la paz y la justicia.
*Columna publicada hoy en El Nuevo Día página 94
Como siempre, excelente, Mariana. A sumarnos en esta lucha que es fundamental para el desarrollo pleno, eventualmente, de la Humanidad.
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