4.1.13

Yo quiero*

Con cada nuevo año se reanuda la esperanza y se renuevan proyectos y planes. Siempre hay algo específico que queremos emprender, caminos que buscamos retomar o aventuras a las que nos deseamos lanzar. Yo tengo los míos para el nuevo año. Sin embargo, tengo también la ilusión de que esta nueva primavera que se avecina nos traiga la voluntad para construir un mejor país.

¿Y de qué hablo cuando hablo de un mejor país? Específicamente, me refiero a un país más democrático, igualitario, equitativo y justo. Yo quiero, para el próximo año, tener valentía para no callar, energía para exigirle al Estado que atienda el problema estructural de desigualdad que nos arropa, empatía para ponerme en el lugar del que delinque y en el de quien lo sufre, verbo para apalabrar y fuerza para traducir en acciones específicas lo que el verbo apalabra.

Atrás deben quedar los años en los cuales, como sujetos y como pueblo, nos vimos impedidos de desarrollarnos plenamente. El año viejo se debe llevar la falta de participación ciudadana, tan golpeada por las nuevas doctrinas. Igualmente, deberá llevarse los límites a la libertad de expresión que hemos sufrido, los incidentes de violencia machista que asesinan física y simbólicamente a las mujeres y a las diversidades sexuales. Detrás deben quedar los infames despidos por la Ley 7-2009 que aún hoy, tres años después, tantas angustias y dolor siguen causando a cientos de familias, la mayoría de pocos recursos económicos. Este nuevo año debe dejar atrás la represión policial a quienes protestan y el secuestro de la Universidad.

Ahora bien, este País que sueño para el próximo año -y creo que no estoy sola en esto- no lo traen los Reyes Magos el 6 de enero. La construcción de un nuevo proyecto político y social, democrático y justo, requiere no sólo el compromiso de quienes administran el Estado, sino que además requiere de los millones de manos que habitan este suelo. Requiere que con esas manos exijamos, pero nos comprometamos a mirar con suspicacia nuestros privilegios. Requiere que seamos tan severos con el juicio que hacemos de nosotros mismos como con quienes juzgamos. Requiere, además, abandonar la crítica malsana, los bandos, los moralismos y los fundamentalismo para meter mano, cada cual desde el espacio que escoja para luchar.

Personalmente, renuevo para el próximo año mi compromiso con la justicia y la equidad, con la erradicación de la desigualdad, con la perspectiva de género en la educación, con otros arreglos institucionales que nos permitan encaminar el proyecto de otro país. Que el año venidero nos traiga proyectos de autogestión y apoderamiento. Sólo así podremos transformar la realidad tan cruda que vivimos en la actualidad. Para eso, el nuevo año debe traernos mucha voluntad de cambio. 

*Publicada en El Nuevo Día hoy, acá

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