1.2.10

Humanidad

La gente está indignada y no entiende cómo el pueblo haitiano puede ser tan desagradecido. Después de todo atendieron sobre ochocientos pacientes y salvaron no sé cuántas vidas. ¿Vidas? ¿Realmente aquellos y aquellas que aparecían ante el lente ávido de representaciones de la desgracia eran humanos? ¿Podía quien violentaba con una cámara la dignidad de aquél otro desvalido y desamparado calzar los zapatos del que yace rendido en una camilla? La respuesta a ambas preguntas es un tajante no. A las fotos, como a toda violenta representación que atenta contra la dignidad, le antecede la deshumanización.

Ahora bien, la empatía que no se siente por el haitiano o la haitiana recientemente amputada sí se siente por el compañero o compañera de claque. Aquél o aquélla que se crió conmigo, en la misma escuela y en el mismo club social. Ése me da pena y pienso en lo sacrificado del viaje a Haití, en cómo pudo (o no pudo) bregar con la lamentable situación de aquella gente extraña y desconocida, gente que practica vudú y sobrevive bajo los escombros porque están acostumbrados a no comer. Total, allá en Haití, comen galletas de tierra, le decía un hombre a una mujer mayor en la acera de una escuela elemental.

Lo que no vemos que la deshumanización y la insensibilidad las produce el mismo sistema en el que estamos insertos. El semestre pasado pude presenciar la confesión más horrenda que he escuchado en mi vida. En la sala de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico una estudiante de Ciencias Naturales le comentaba a otro grupo de estudiantes que como requisito para ingresar a la Escuela de Medicina le exigían determinada cantidad de horas de trabajo voluntario. La estudiante, con cierto grado de indignación, narraba que el pelo de las niña del hogar le daba asco, también le daba asco limpiar a los niños que necesitaban su ayuda y prefería dejarlos orinados. ¿Cómo hubiese tratado esa persona a un haitiano? ¿Realmente esos son los médicos y médicas que queremos formar?

Lamentablemente las representaciones de la tragedia por medio de la imágenes que hoy recorren el mundo mancillan la reputación y las buenas intenciones de aquellos y aquellas que con una genuina vocación de servicio se personaron a Haití para dar la mano. Ahora bien, no por eso podemos acusar a la prensa de amarillista y sostener que las imágenes fueron descontextualizadas; no hay contexto ni escenario imaginable que permita tal violación a los entendidos básicos de dignidad y humanismo. No importa la cantidad de vidas salvadas y las horas trabajadas, hay algo que dice que ciertos valores no son susceptibles de ser sopesados, entre ellos está el respeto a aquello que permanece cuando ya lo hemos perdido todo, el respeto a nuestra humanidad.

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