10.6.10

Externamente empáticos*

Estamos acostumbrados a pensar binariamente; definimos lo que es a base de lo que no es; etiquetamos, señalamos, clasificamos y depuramos. Lo verde con lo verde, lo rojo con lo rojo –y ojo que si es rojo puede que sea comunista- los cuadrados bien cuadrados y los círculos que ni por equivocación vayan a caer en la caja de los triángulos.

Tales clasificaciones presuponen que cada elemento es completamente independiente no sólo de su opuesto sino también de aquellos otros que no necesariamente comparten todas sus particularidades. Me pregunto entonces cómo podemos construir vínculos sociales empáticos y solidarios si no trascendemos las clasificaciones y etiquetas convenientemente impuestas por el Estado.

¿A quién le conviene que continuemos pensándonos como átomos individuales capaces de relacionarnos y establecer vínculos únicamente con nuestros pares? Sin duda el poder se sirve de estos discursos y utiliza todos los medios disponibles para reproducirlos y propagarlos.

Mucho se ha hablado de elementos externos dentro de la Universidad. Lo primero que hay que decir es que la Universidad no debería tener un adentro y un afuera. Es decir, la Universidad debería ser el espacio de encuentro de la pluralidad de ideas, personas, sectores y organizaciones. La Universidad tiene que apostar a la diversidad, es en ésta última donde radica su riqueza y grandeza.

En este sentido pensar que puede haber elementos externos a la Universidad equivale a decir que la Universidad es el reducto cuasi-sagrado de unos pocos. Unos pocos que además de pocos son puros y además de puros incapaces de distinguir las buenas de las malas intenciones. Ante esa situación el Estado entiende que tiene el deber de denunciar la solidaridad y la empatía como si fueran vicios condenables en lugar de virtudes loables.

Los huelguistas hemos recibido apoyo de muchos sectores durante el proceso huelgario. El gobierno de turno decidió etiquetarlo –una vez más- como elementos externos refiriéndose, principalmente, al sector sindical. Estas referencias ponen de manifiesto no sólo la Universidad que se quiere sino también el proyecto de país que se tiene. Mientras la Universidad está gobernada por una Junta de Síndicos donde la mayoría de sus miembros representan a los sectores corporativos y financieros se acusa a los sindicatos de intervenir indebidamente en los asuntos universitarios. ¿En qué momento se volvió condenable la solidaridad? Seguramente cuando el poder advirtió que teníamos una agenda: construir un país más justo basado en la solidaridad y la empatía.

*Esta columna se publicó en El Nuevo Día hoy, página 78.

1 comentario: