La
violencia de género no es un asunto que pueda tomarse a la ligera. No es tampoco una moda fea, ni un “issue”
pasajero, sino que es un grave problema social resultado de injustas desigualdades
en las cuales, históricamente, las mujeres hemos estado insertas. En este sentido, la violencia doméstica –cuyo nombre de por sí
es problemático- es un asunto complejo que debe tratarse con rigurosidad y
respeto hacia ese Otro que la padece, en su mayoría mujeres.
Foto tomada de Internet |
En
ocasión del IV Compromiso Pro Bono la profesora Rima Brusi nos proponía reconceptualizar
el encuentro con el Otro, acá. En
esa reconceptualización decía –hablando de los y las estudiantes que se
comprometían- “se van a envolver en una relación con el otro, no
desde un lugar de superioridad, de identidad, o de caridad, sino desde un lugar
de aprendizaje, de comprensión, y de acción. Y en el proceso, estarán
practicando otras formas de encuentro, formas que nos permitan repensar las
maneras en que estructuralmente se violentan y obstaculizan hoy las
posibilidades humanas, y aprender, usar y producir los conocimientos que le
permitan a los humanos rescatar sus posibilidades”. En este caso ese Otro no es aquél que se definía
en la ponencia como pobre, marginal, necesitado o desventajado; en este caso ese
Otro es la mujer víctima de violencia doméstica. El encuentro con la violencia doméstica,
como decía Rima, tiene que ser desde el aprendisaje, la comprensión y la acción,
de otra manera nos prestamos a ser parte de aquellos y aquellas que obstaculizan
las posibilidades de las mujeres.
Quizá
resulte un poco monótono volver a la distinción entre sexo y género. Sin embargo es indispensable comenzar
por ahí. El sexo se refiere a las características anatómicas y diferencias biológicas entre hombres y mujeres. En ese sentido, estas características de los
diferentes sexos propician que, cultural e históricamente, se asignen
diferentes roles a hombres y a mujeres a través de los procesos de socialización, lo que podríamos definir como género. La capacidad de la mujer de gestar, alumbrar
y lactar, por ejemplo, han –en buena medida- determinado que ésta sea relegada
al ámbito de lo doméstico. Es por
ello que el significante “violencia doméstica” es violento en sí mismo: significa
que el espacio de la mujer es, exclusivamente, el hogar y su espacio de acción
es, esencialmente, el relacionado a la casa: cocinar, criar a los hijos e
hijas, ocuparse de la administración del hogar, entre otras cosas.
Si
tomáramos como punto de partida las palabras de la profesora Rima Brusi podríamos
decir que la violencia de género surgen de la desigualdad. Es decir, el haber circunscrito la
mujer a la casa y su administración estableció una cadenas de
desigualdades. Las desigualdades
políticas, sociales y económicas propiciaron que las mujeres fueran tratadas
como un objeto: objeto de satisfacción sexual, objeto de reproducción, objeto de producción,
entre otros, y ese tratamiento a su vez justificaba que se la agrediera si se
apartaba de ese rol asignado en una cultura determinada. De esta manera, las
mujeres tenemos menor participación en la política, somos mucho más pobres,
vivimos en condiciones más precarias, tenemos menos acceso a los servicios de
salud, aún cuando en países como Puerto Rico tenemos una alta tasa de
escolaridad seguimos ganando menos que los hombres, participamos de una doble –y
muchas veces triple- jornada de trabajo.
Una
mirada retrospectiva al siglo XX nos deja ver cómo desde inicios del mismo se
reconoció la necesidad de establecer arreglos destinados a terminar con las desigualdades
y propiciar así una convivencia en paz a través de la equidad. Sin embargo, en pleno siglo XXI en
Puerto Rico –y en el mundo- las mujeres seguimos siendo asesinadas por nuestros
compañeros. Así, sólo por
dar un panorama a vuelo de pájaro, la primera ola feminista estuvo vinculada al
movimiento sufragista y la consecución de derechos civiles. No fue hasta los años 60 -70 que las
feministas comenzaron a cuestionar el sistema, cuestionando todas las
relaciones de poder en que las mujeres estaban insertas: género, clase, raza. Posteriormente, a mediados de los años 70,
nace el feminismo de la diferencia cuyo postulado básico es la defensa de las carácterísticas
propias de la mujer. Luego de esto podemos encontrar el feminismo posmoderno,
el anarcofeminismo, el feminismo marxista, el ecofeminismo, entre muchas otras corrientes.
Lo fundamental es ver cómo
las mujeres hemos desarrollados herramientas conceptuales y teóricas para
explicar las desigualdades y transformarlas en arreglos equitativos y por ende
justos.
La
violencia intraparejas, de género o contra la mujer, no puede ser atendida sin tomar
esto en consideración. Es decir,
si no comprendemos el complejo entramado de desigualdades, falta de
oportunidades y acceso del Otro, no podremos ofrecerle soluciones justas y éticas. La violencia contra la mujer es una cosa
seria, en Puerto Rico han muerto 18 mujeres en lo que va del año, y la denuncia
es pública todos los días. Los
proyectos, aunque sea de denuncia, que no se sensibilizan frente a este
problema social que en Puerto Rico tiene ya una dimensión de salud pública, no
abonan a la solución del problema. El norte de
cualquier proyecto ético-político debe ser construir instituciones equitativas
que fomenten la convivencia en paz, concienzar sobre los roles de género
impuestos desde arriba por un orden político que es patriarcal, que está basado
en la relegación de la mujer al ámbito doméstico y que funda su base económica
en el trabajo cuasi-esclavo femenino y en su explotación sexual y reproductiva.
Nos
matan no porque esté de moda matarnos o agredirnos física y emocionalmente, nos
matan porque nos piensan inferiores, sumisas, débiles, menores, domésticas,
objetos, entre muchas otras cosas.
Que nos maten no es una moda fea, es un problema social que debe ser
atendido como tal principalmente a través de la educación, con currículos
escolares que incluyan perspectiva de género, deconstruyendo los mitos
fundamentalistas, exigiendo participación en las decisiones que nos involucran
directa o indirectamente.
* En la sección artículos de interés podrás encontrar los artículos que se publicaran en Claridad en el suplemento En Rojo "Repensar el género para combatir la violencia".
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