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Últimamente a los economistas –y el los, así, no inclusivo
es adrede- les ha dado con afirmar, una y otra vez, que la reforma laboral es
necesaria. Ayer, Vicente
Feliciano, decía convencido [l]a
reglamentación laboral vigente contribuye a que muchos individuos permanezcan
en la pobreza y el bienestar social, mientras que sirve de lastre al progreso
del País, acá. Su
argumento principal es que los beneficios que los trabajadores y las
trabajadoras gozamos en este, como diría el profesor Efrén Rivera Ramos, tímido
Estado de Bienestar, son excesivos.
Vicente Feliciano, como el economista a sueldo de las
diferentes administraciones, Gustavo Vélez entiende que lo justo es desregular
el mercado laboral, reducir los beneficios al mínimo y dejar que la libertad de
contratación sea quien guíe el escenario laboral. Parece que estos señores quieren viajar en la máquina
del tiempo y volver a 1905. En
1905 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en el caso Lockner v. New York,
decidió que limitar la jornada laboral de los trabajadores interfería con la
libertad de contratación y así inició una era donde el Tribunal Supremo fue el
principal escollo para la legislación progresista que se intentaba aprobar.
Este argumento libertario también pasa por alto que la legislación
protectora del empleo que hoy tenemos es el resultado de décadas de luchas
obreras por la consecución de arreglos más justos. No podemos pensar que una sociedad para todos y para todas
la economía se levante en detrimento de los ciudadanos y las ciudadanas y que su fundamento
principal sea la explotación del otro.
No podemos aceptar que nuestros derechos adquiridos como
trabajadores y trabajadoras se vayan por la borda. En este sentido el profesor Efrén Rivera Ramos nos alerta
sobre esto en una magnífica columna que se publicara hoy, aquí. El problema no pueden ser nuestros
derechos laborales, el problema es que las ganancias de los grandes
conglomerados corporativos están basadas en una desigualdad macabra y
estructural que no sólo oprime a los trabajadores y a las trabajadoras sino
también a los pequeños y medianos comerciantes.
Nuestra continua mirada a la metrópolis nos impide mirar a
los países verdaderamente desarrollados.
En Holanda, por ejemplo, los padres gozan de una licencia por paternidad
y la jornada laboral es de 33 horas semanales. Sin embargo, en pleno siglo XXI, los economistas de Puerto
Rico se atreven a decir que la Ley de Madres Obreras y Ley 80 de despido
injustificado son una traba en el desarrollo de nuestro país.
Es hora ya que empecemos a pensar en conseguir arreglos
justos –no me cansaré de decirlo- basados en la equidad. No podemos seguir apostando a la
desigualdad como ordenador social.
Simplemente no. No a una reforma laboral basada en la explotación de los
trabajadores y las trabajadoras, simplemente no.
Estos son economistas a sueldo. Estudian y dicen por lo que les paguen. Tal vez es la falta de experiencia trabajando de verdad, en la calle. No saben lo que es levantarse y trabajar en un empleo que te paga un mínimo mientras te sacan el máximo y un poco más. son unos enajenados intelectuales.
ResponderEliminarAdelante y éxito.