26.5.10

Poder y Violencia

Cuando la crueldad se normaliza y el sadismo invade las instituciones de un país que se autoproclama democrático sabemos que estamos a un paso de caer en el abismo del poder desnudo. El uso de la violencia por la violencia misma es un ejercicio ilegítimo del poder que no sólo atenta contra la vida de quienes son su objeto sino también contra la libertad de los ciudadanos y ciudadanas del cuerpo político que la ejerce.

La estética de la violencia que se desarrolló durante el último mes ha sido variada. Desde el manifestante inmovilizado que recibe una patada en los genitales por parte de Rosa Carrasquillo hasta el meneo de macanas, casi en la cara de los estudiantes, en los portones del principal centro docente del país. Lo anterior sin contar el uso de gases lacrimógenos, la amenaza de desalojo forzoso del campus riopedrense, la prohibición de suministrar agua y víveres a los huelguistas, entre muchos otras representaciones.

Sin duda, las acciones del Estado a través de sus diferentes aparatos represivos están dirigidas a inscribir en el imaginario puertorriqueño un mensaje particular: no participes, no protestes, no te atrevas a ser libre. Es importante reconocer que los límites, cada vez más estrictos, al ejercicio de nuestros derechos democráticos no sólo se dan cuando el Estado reprime violentamente sino, más bien, empiezan a aparecer cuando el poder del Estado deja de ser consensual y se convierte en mera dominación.

En este sentido, este ejercicio autoritario del poder lacera a los estudiantes de la UPR tanto como a los ciudadanos y ciudadanas que están lejos de ser huelguistas. Las decisiones irracionales, carentes de fundamentos -contrarias a todo proceso concienzudo y reflexivo- de quienes ocupan las distintas instancias de poder van en detrimento no sólo de la UPR sino también de un proyecto justo de país basado en la participación democrática de sus ciudadanos y ciudadanas.

Es por ello que el poder que quiera ser ejercido legítimamente debe tomar en cuenta la pluralidad de voces del cuerpo político que lo origina, estar atento a los reclamos del pueblo, fortalecer las instituciones que atienden a los menos privilegiados, atender las desigualdades estructurales, buscar consensos, desistir de utilizar el miedo como táctica para disuadir la participación y renunciar a la violencia como instrumento del Estado para acallar la disidencia.

Es tarea de esta administración establecer canales de diálogos entre los diferentes sectores de la sociedad basados en el entendimiento y la razón dejando de lado la violencia y la represión que hasta ahora la han caracterizado.

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