14.7.10

Policía(s)

policía.

(Del lat. politīa, y este del gr. πολιτεία).

1. f. Cuerpo encargado de velar por el mantenimiento del orden público y la seguridad de los ciudadanos, a las órdenes de las autoridades políticas.

ORTOGR. Escr. con may. inicial.

2. f. Buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno.

3. f. Limpieza, aseo.

4. f. desus. Cortesía, buena crianza y urbanidad en el trato y costumbres.

5. com. Cada uno de los miembros del cuerpo encargado de velar por el mantenimiento del orden público.

Nunca me ha caído bien la policía. No me cae bien la que se escribe con mayúscula y sobre la que se escribe con minúscula afirmo, como afirmaría Serrat, que entre ellos y yo hay algo personal. Eso sí, no me cae bien la policía estatal pero me cae aún menos bien la policía moral, la que censura, la que tapa, la esconde en nombre de lo políticamente correcto. Así, la policía enaltece a las vacas sagradas actuando con una especie de convicción moralista que me mete miedo, me hiela los huesos y hasta me da pesadillas por las noches.

Entonces me pregunto, entre la agitación y el miedo, qué diferencia hay entre el macanazo que te agrede físicamente y el macanazo simbólico que acalla tu voz, el macanazo que te dice cuándo y dónde puedes pensar pero sobre todo te da la línea de cómo y qué pensar. De nuevo me repica Serrat en la cabeza, coño niña deja de joder ya con la pelota, que eso no se hace, que eso no se dice, que eso no se toca.

De pequeña me enseñaron a no ceder a los chantajes. Mi padre fue claro: “nunca cedas al chantaje emocional, mucho menos al intelectual o al político”. Así es que una, cuando tiene padres así, comienza de pequeña a vivir entre el escándalo, el escarnio, el disenso, en fin, entre el margen y el afuera, y con el vómito súbito de la palabra siempre ahí.

Por eso estoy segura que el pensamiento se detiene en el instante mismo que las vacas sagradas aparecen en escena y la policía –con mayúscula- y los policías –con minúscula- emergen como los cuidadores incontrovertibles de la sagrada moral. La sagrada moral de lo políticamente correcto, la sagrada moral de que es correcto –o no- decir, mientras todos se ríen a las espaldas, la sagrada moral que fomenta la hipocresía y cercena el pensamiento con las consecuencias que esto tiene para el desarrollo de la comunidad –si es que hay- y el libre pensamiento -¿acaso hay libertad política sin libre pensar?-.

De esta manera, las vacas sagradas siguen rumiando y masticando el pasto del pensamiento crítico, lo digieren –bien digerido- a través de sus siete estómagos y lo devuelven al suelo en una gran cagada que servirá de abono para la hipocresía y el falso sentido de lo políticamente correcto.

Imagen tomada de Son tan solo sombras... [galletas espaciales]

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