17.7.10

Violencia discursiva (revisado)

Puta, cabrona, hija de puta, puerca fueron sólo algunas de las palabras que él le propinó al ella cuestionar su poderío de macho cabrío. Los insultos e epítetos, a diferencia de lo que podría pensarse en primera instancia, no se dieron en el contexto de la dominación doméstica –tan condenable y repudiable- sino que fueron la respuesta inmediata a un cuestionamiento político hecho por una mujer y que mediante los insultos se trató de sacarlo del ámbito de lo público –esencialmente político- para llevarlo a lo privado –esencialmente personal- (“debiste haberme preguntado a mí”).

Lo anterior es sólo para ejemplificar como, a menudo, nos enfocamos –casi exclusivamente- en la violencia y maltrato físico a los cuales están sometidas las mujeres en Puerto Rico pero dejamos sin atender otras aristas igualmente importantes. Si bien las estadísticas son alarmantes -en el 2008 14,882 mujeres fueron víctimas de violencia doméstica del las cuales 26 murieron a manos de sus “compañeros”, esto sin tomar en cuenta las mujeres que sufren el maltrato diariamente pero que por diferentes razones no lo denuncian- es imprescindible problematizar y preguntarse ¿qué es lo que posibilita y viabiliza las agresión visceral de las mujeres por parte de los hombres?

La violencia tiene múltiples dimensiones no siempre atendidas. Dimensiones que posibilitan la agresión física y que en muchos casos conducen a la muerte. Es por eso que hoy quiero abordar la violencia discursiva como condición de posibilidad de el maltrato emocional, físico y sexual que sufren las mujeres.

Estéril sería negar que estamos insertas en un orden patriarcal en el cual los hombres han tenido la exclusividad de nombrar. Así, históricamente las mujeres han sido atravesadas por relaciones de poder desiguales que se manifiestan en los diferentes campos en que éstas se mueven. Como todo ejercicio de poder, las relaciones entre las mujeres y lo masculino están definidas por el lenguaje. De esta manera, el discurso masculino construye lo femenino como lo propio de las mujeres y en el camino va asignado diferentes epítetos que acompañan la construcción y enfatizan esas relaciones de poder. Los nombres pueden ir desde mamita hasta perra, todos destinados a inscribir en el inconsciente del sujeto mujer un lugar a ocupar.

Es así como aquellas mujeres que rechazan aceptar la construcción masculina asignada son patológicamente construidas como histéricas, no en vano Michel Foucault consideró la histerización del cuerpo de la mujer uno de los cuatros grandes conjuntos estratégicos que despliegan a propósito del sexo, dispositivos específicos de saber y de poder. No es raro que, en el imaginario falocéntrico, se atribuya esa resistencia de las mujeres a ser nombradas y construidas arbitrariamente a la falta de presencia masculina en su vida. Esa supuesta carencia busca entonces advertir sobre la resistencia de ciertos sujetos a caer dentro del marco normativo falocéntrico y en tanto eso susceptibles de ser violentados discursivamente. Claro, no podemos dejar de lado aquellas mujeres que acatan en mandato masculino de normalidad y también son víctimas de la violencia, pareciera ser que en mayor medida que las primeras, esto debido a la internalización del discurso y su racionalización como lo normal.

Siguiendo a Lacan, la Dra. Gómez , profesora del Departamento Graduado de Psicología, señalaba en una de sus clases que somos sujetos del lenguaje, que las palabras nos marcan y nos hacen creer lo que nos hacen decir. De esta manera, la violencia que se ejerce mediante el lenguaje es la que permite y posibilita posteriormente la violencia física. Es decir, se trata primero de aniquilar simbólicamente, la aniquilación simbólica se da por medio de toda agresión verbal destinada a deshumanizar ese sujeto femenino, una vez se mata simbólicamente mediante la cosificación no es nada difícil pasar a la agresión física, ese otro, enigmático y diferente pueda que posea algo que yo no poseo y la única manera de apoderarse de aquello que ella es, es a través de la violencia.

Así se vuelve imprescindible que las mujeres reconozcamos aquellas instancias en las que somos violentadas y maltratadas simbólicamente. No sólo a nivel de las relaciones de pareja sino también a nivel social y político. Poder advertir instancias donde el maltrato subyace, por ejemplo, en una nota periodística que se burla y ridiculiza a las reinas de belleza por su falta de capital cultural sin hacer una lectura crítica de la producción fordista de reinas y su consecuente mercadeo por parte del capital; o aquella otra que explica a las mujeres como ser buenas esposas; o la violencia en el Tribunal cuando tres jueces hombres afirman, en una opinión, que ella fue quién se benefició económicamente de la relación conyugal; o las líricas contemporáneas –y las no tanto- que animalizan a las mujeres nombrándolas perras y gatas. Esto sin contar las veces que amigas, conocidas y no tan conocidas se quejan de que sus parejas le han dicho puta, las han desmerecido por hablar con algún hombre, se han quejado porque no se ven como antes y las comparan constantemente con otras mujeres, boicotearon sus planes y les han dicho que nunca llegarán a ningún sitio, entre muchas otras cosas.

Importante es entonces ser conscientes y concientizar a otras mujeres que la violencia física siempre es antecedida por la violencia simbólica, que antes de agredirte física o sexualmente, preparará el terreno discursivamente para que te sientas acorralada y sin salida, que anterior al golpe te hará sentir que no eres humana, que no vales nada, que eres un apéndice de él y más que su compañera eres su pertenencia. Reconocer que los roles que se te han asignado como mujer fueron construidos por los hombres para garantizar su dominio sobre las mujeres y que, sobre todo, nada de eso es normal. Por eso, hoy y siempre di no a la violencia contra las mujeres y sábete libre para hacer de tu identidad lo que te dé la gana. Porque, como diría Simone de Beauvoir la representación del mundo como el mundo mismo es trabajo de los hombres; ellos lo describen desde su punto de vista presentándolo como una verdad absoluta. Nosotras tenemos nuestras múltiples verdades, sólo resta reconocerlas y descubrirlas.

2 comentarios:

  1. Mariana, mil gracias por este trabajo. Muy acertado y necesario. Un fuerte abrazo!

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  2. Gracias Amber.

    Un fuerte abrazo pa' vos también!

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