18.1.10

Haití

¿Qué decir de Haití cuando tantas cosas ya se han dicho? ¿qué decir de Haití cuando la palabra se abarrota en la garganta y se vuelve imposible verbalizar aquello que pornográficamente aparece ante nuestros ojos? Se habla de la caída del Estado, de vacío de poder y de crisis humanitaria. Se habla de ratas hurgando los pañales desechables de ancianxs desamparadxs y enjambres de moscas revoloteando por las heridas abiertas. Las palabras nuevamente se pierden y los ojos se llenan de lágrimas, esto rebasa los límites de mi sensibilidad y se pierde por los reductos oscuros de lo indecible. ¿Qué decir de Haití?

De pronto me pregunto si es que ahora nos damos cuentas que Haití representa la peor crisis humanitaria de las últimas décadas; lo mismo se dijo de Darfur a partir del 2005 cuando los medios de comunicación del mundo comenzaron a visibilizar la situación de Sudán. El Estado-nación moderno ya no es viable como organizador de lo político; se derrumbó junto con los entendidos modernos que ayudaron a hacer de Haití lo que es hoy pero también lo que fue ayer. ¿Dónde están los derechos humanos?

La ayuda humanitaria va en camino. Mientras tanto arriban a Puerto Rico alrededor de 70 heridos en el terremoto y la noticia aclara que son todos ciudadanos y ciudadanas de Estados Unidos. Nadie esperaba otra cosa, si es que a nadie nunca le ha importado Haití. Al que le quepa duda que se entere que en las afueras de Santo Domingo viven cientos de dominicanos descendientes de haitianos que el Estado se niega a reconocer como ciudadanos. Sin ciudadanía no hay derechos humanos, lo que Ranciere llamó la paradoja de los derechos humanos, se le niegan a aquellos y aquellas que más necesitan que se les reconozcan.

Haití ha sido siempre una población dispensable, y de éstas habló Arendt y tanto Foucault como Agamben trabajaron el concepto, fueron los desechos del Estado-nación y del modelo global en general. Así, el Estado moderno iba excretando unos sujetos que podían en cualquier momento ser sacrificados sin más y que valía la pena dejar morir. Me pregunto yo cuánto tiempo llevan los haitianos muriendo. Y es ahora que se mueren en masa y en la calles, que los vivos se confunden con los muertos entre las ratas y las moscas, que mi sensibilidad se desborda y no puedo dormir. Es ahora, cuando no puedo bregar con las fotos de cadáveres pudriéndose en la calle que me molesto a firmar una petición que pide se cancele la deuda externa y dono mis puntos de Lexis Nexis.

Y es que hay una estética de los pobres, del tercer mundo, de la desgracia pero también hay una estética de la solidaridad. A mí no me engañan, ¿cómo engañar a alguien que piensa lo peor en toda circunstancia?, no me engañan las tomas a los camiones llenos de ayuda, el micrófono en la cara de una mujer sepultada en los escombros, las representaciones de la tragedia y la desgracia. Mañana, como dijo alguien por ahí, todos y todas se olvidarán de Haití y volverá a hacer la nación del vudú que despertó la ira de Dios; ejemplo ineludible para aquellos y aquellas que, como yo no creen él, de que ándese derechita por allí no vaya a ser que papito dios le tire un terremoto encima.

El Estado en Haití hace tiempo se derrumbó, si es que verdaderamente el Estado se instituye como un protector de la vida. La vulnerabilidad, desesperanza, abandono, olvido, miseria, entre muchos otros calificativos, en los que ha estado sumido Haití fueron los catalíticos de que se pueda calificar lo allí sucedido como la peor crisis humanitaria de las últimas décadas.

Mientras tanto yo, sigo sin mucho que decir, releo a Arendt, Agamben y a Foucault y no dejo de pensar que la redefinición de las categorías políticas modernas tiene que ser inmediata. Claro, la redefinición no ayuda un céntimo en la reconstrucción de Haití ni resucita a los muertos. Tampoco rebusca en los escombros, ni en las fosas comunes, ni en las heridas abiertas. No creo que a los haitianos y a las haitianas les importe mucho que el Estado se haya derrumbado cuando las casas se les derrumbaron encima. Dicen que, en los bateyes de Santo Domingo, los dominicanos descendientes de haitianos siguen reclamando que el Estado los reconozca y que la ayuda humanitaria empieza por casa. En Villas del Sol los y las residentes piden que el Estado los y las reconozca y les reconecten los servicios básicos. En definitiva, quién es el sujeto de los derechos humanos sino aquél o aquélla que lo único que no ha perdido es su condición de tal.

4 comentarios:

  1. saludos, veo el angulo que intentas presentar, deja ver si lo puedo sintetizar: que habia problemas fundamentales en Haiti previo al sismo y que dichos problemas han de persistir si el esfuerzo de ayuda es limitado a la emergencia; si es asi puedo estar de acuerdo siquiera en principios mas no muy de acuerdo con el estilo en que lo redacta que siquiera a mi me da una sensacion de frialdad intelectual, en un drama ciertamente cargado de 'pathos' el recurrir a un discurso 'ethos' puede, sugiero, parecer y padecer insensible o ajeno. esta nota la puse en Facebook y queria que te conste por si deaseas responder a lo planteado. Comoquiera es valiente de tu parte estoy contento que haya voces con sentido y proposito.

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  2. perdona que te vuelva a molestar pero tengo el escrito de Edwidge Danticat sobre digamos el futuro e implicaciones del sismo y he pensado traducirlo y presentarlo conjuntamente con un enlace que hay con una breve y hermosa entrevsita que le hace el Miami Herald porque lo encuentro muy pertinente y justo en el punto de balance emocional e informativo pero por si acaso los lectores en ingles lo encuentran en

    http://www.miamiherald.com/news/americas/haiti/story/1428511.html

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  3. Los problemas en Haití son estructurales, no se circunscriben a un evento único y particular. El Estado, como tal, hace tiempo que se derrumbó o, por lo menos, dejó de cumplir su propósito. De pronto ahora nos damos cuenta de eso, escribimos, teorizamos y decimos "nunca más te abandonaremos Haití".

    De frialdad intelectual cero, me es cercano y doloroso la situación de Haití. Aún así pienso que desde la comodidad de mi sala no puedo, aunque quiera, entender al otro o otra que siente y padece en Haití.

    Gracias por el comentario! Bienvenido sea.

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