10.10.09

La Universidad totalitaria

Se ha vuelto costumbre la redefinición de conceptos para significar procesos participativos y prácticas democráticas. No es que la decisión de cerrar los portones haya sido la mejor o si se debe o no redefinir la manera de la protesta. Se trata de la incapacidad de un sector en respetar la decisión de una asamblea soberana. Sostener que el acto performativo de cerrar los portones es una práctica totalitaria supone, cuanto menos, un error conceptual y un desconocimiento histórico de los totalitarismos del siglo XX. Hay personas que afirman que las asambleas estudiantiles son secuestradas fácilmente. Los y las estudiantes somos manipulables, porque como buenos y buenas boricuas les gusta el baile, la botella y la baraja. Detrás de este análisis cómodo y superficial, de quién parece haber ojeado recientemente a Memmi, subyace la soberbia y la arrogancia: “ustedes, la plebe, no están capacitados para decidir porque la plena se les mete al cuerpo y se olvidan del resto”. Esta premisa escondida tiene una conclusión escondida: las decisiones deben ser tomadas por dos o tres, esos y esas cuya sangre no se enciende al ritmo de la plena y saben cuál es la mejor manera de oponerse a las fuerzas opresoras. Los platos rotos los paga la izquierda. Acusada, mínimo, de no fomentar el debate y la participación. Ahora, cuando el debate y la participación se dan, rápido se señala que fueron dominados por el fanatismo y el éxtasis. La decisión tomada por el estudiantado no cuenta porque fue producto de la emoción; actitudes paternalistas [y maternalistas] como estas son las que caracterizaron a los verdaderos movimientos totalitarios. Es cierto que debemos rescatar la Universidad y convertirla en un espacio de debate y discusión. Es cierto que el estudiantado tiene la capacidad de convocar y realizar actividades que estimulen el pensamiento crítico desarrollando herramientas para la contribución social. Sin embargo, no podemos, tras la máscara del derecho a estudiar, enajenarnos de la realidad y apoyar prácticas que coartan la libertad de expresión y el derecho a la protesta. Hacerlo es caer una crítica estéril que no adelanta nada sino divide y desune al colectivo, pieza clave en la construcción de otro país. A menudo se cae en un análisis simple, poco riguroso, extremadamente “Light” para defender el derecho a la educación y se sostiene que el cierre de portones por un grupo que impide ingresar a quienes pagaron la matrícula no es justo. Una vez más el simplismo reduccionista emerge imparable y pone a funcionar a la Universidad del Estado como una corporación más. Nada más lejos de la realidad, la Universidad de Puerto Rico es subvencionada en más de un 90 porciento por el Estado, como tal debe tener como deber principal formar una ciudadanía comprometida con Puerto Rico, no seres alienados y ajenos de país. Hay diferentes espacios desde los cuales se puede hacer mucho. La oposición entre la teoría y la práctica es una de décadas pasadas. Tomar la Universidad “académicamente” hablando y cerrar los portones son dos formas diferentes de configurar el derecho a la protesta. Acusar a los y las intelectuales de caer en la inacción es una crítica tan yerma como sostener que cerrar los portones es un práctica totalitaria. Justamente la condición de posibilidad de los totalitarismos ha sido el hombre y la mujer masa, ese que ocupa el espacio pero que no está con los otros/as en el mundo, simplemente porque sólo le interesa el bienestar individual. Por eso, los y las estudiantes no sólo debemos demostrar que la Universidad es “nuestra” (la Universidad es del pueblo de Puerto Rico) sino también comprometernos a respetar las decisiones que democráticamente se toman aún cuando no estemos de acuerdo con ellas. Desarrollar talleres que promuevan y fomenten la participación es una alternativa para que otras voces puedan ser escuchadas en próximas asambleas. Invalidar las prácticas democráticas porque surgen del éxtasis y el fanatismo es contribuir a crear una Universidad arropada de totalitarismo. *NOTA: Este escrito responde a una columna publicada recientemente en el Nuevo Día la pueden ver aquí Una versión mucho más corta y editada fue publicada en el Nuevo Día pueden verla acá

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