19.4.10

Administración universitaria vandaliza piezas de arte

En el informe final de la Política Cultural para el Recinto de Río Piedras acogida en la Certificación del Senado Académico número 17 de 2008-2009 el Comité indica, citando al crítico teatral y compositor musical Alfredo Matilla, acá, que “la efervescente actividad artística en la Universidad de la época contribuyó a tejer hondos sentidos de pertenencia. El Recinto se convertía en un lugar que aportaba varias dimensiones a la vida cotidiana. Un territorio no sólo físico sino afectivo, soporte material y simbólico de la comunidad universitaria”.

Hoy por hoy, sin embargo, vemos que la construcción de vínculos afectivos y sentido de pertenencia no es una prioridad para la administración universitaria. A diferencia de esto lo que busca es propiciar un clima de descontento y desasosiego mediante el despliegue de su aparato coercitivo, la negación a establecer un diálogo transparente creador de soluciones y la censura.

Como podrán recordar el lunes pasado se dieron dos ocupaciones simultáneas. Por un lado se ocupó la Facultad de Ciencias Sociales donde la Guardia Universitaria intervino sin razón ni fundamento con el compañero Ibrahim García, aquí. El despliegue de fuerza, a través de la provocación y la amenaza, no sólo se dio en Sociales. Mientras compañerxs participaban de la toma en Humanidades decenas de guardias universitarios se personaron a la Plaza Antonia, aquí. La idea era detener la pintada de los banquitos de la Plaza, según afirmaron los mismos guardias y el conjunto de decanos y decanas allí reunidos. Resultado de las negociaciones fue que lxs compañerxs estudiantes continuaron con las manifestaciones artísticas y la Guardia Universitaria no intervinó, quizá por orden de la Administración

Sin embargo, el domingo 18 de abril mientras participaba de una actividad en Humanidades, me encontré con la brigada de la administración que estaba vandalizando las piezas de arte en las que los bancos -yermos y sin vida- se habían convertido. Digo vandalizando porque este es el lenguaje que utiliza la administración para censurar expresiones artísticas en áreas no designadas para ello y porque las acciones de la brigada eran claros actos de vandalismo.

Sin duda esto es un asunto de definiciones. La administración universitaria no reconoce el valor artístico de las piezas de lxs artistas-manifestantes y discursivamente lo instala en el inconsciente colectivo como vandalismo. De esta manera no es difícil encontrarse con expresiones como las de la guardia universitaria que velaba el proceso de censura “eran unas pinturas malignas, habían escrito y dañado los bancos” dijo. No puedo evitar comparar esto con el multimillonario proyecto de la ex gobernadora Sila Calderón cuando aún oficiaba como primera ejecutiva. Allá por el 2002 se asignaron quince millones de dólares para un proyecto de arte urbano, la intención era proyectar“Proyectar a Puerto Rico comomo centro y baluarte de la actividad artística”. ¿Qué diferencia existe entre el proyecto multimillonario que pretende ocupar espacios públicos en desuso o mal aprovechados y el proyecto artísticos del estudiantado riopedrense que está dirigido hacia ese mismo fin? No cabe duda que existe, por parte del Estado, una intención clara y manifiesta de acallar voces disidentes por medio de la censura del arte, en el caso de lxs estudiantes. La diferencia entre los aguacates del la Plaza del Mercado de Santurce y los bancos que Tristán y Lucas pintaron es que el primero es inofensivo políticamente hablando mientras que el segundo se hacía eco de un mensaje contundente, leía “liberty”.

El niño, visionario al fin, comprendió más que cualquier otra persona allí. Esto es un problema de libertad. Así y trayendo, con premeditación y alevosía, a Jean-Luc Nancy digamos que el asunto de la libertad está ubicado en la relación entre la esencia y la existencia, como diría Nancy “si la esencia entregada a la existencia no “libera”, de alguna manera, la existencia en su esencia más propia, entonces el pensamiento no tiene nada que ‘pensar’, y la existencia no tiene nada que ‘vivir’: una y otra quedan privadas de toda experiencia”. Con esto quiero decir que si no empezamos a pensar nuestra estancia en el mundo desde la libertad, de pensar, de decir, de sentir, seguiremos condenados a una vida sin experiencia y sin pensamiento.

A esta altura, me parece que la jugada de la administración no es sólo un acto de censura más; no es un simple acto de provocación. Pintar los bancos de la Plaza Antonia es un atentado contra la experiencia liberadora del pensamiento, del pensamiento como ese ejercicio reflexivo que permite imbricar la existencia con la esencia en un proceso dialéctico que, desde su contradicción, permite que florezca y aflore una nueva consciencia crítica y emancipadora.

En este sentido, estoy convencida que el estudiantado riopedrense en particular y los estudiantes en general no podemos permitir que se busque cercenar el pensamiento crítico expresado a través de las muestras artísticas en todas sus dimensiones. No sólo porque jurídicamente hablando esto presenta un problema de libertad de expresión y censura sino más bien por las implicaciones que esto tiene para el desarrollo de un colectivo que busca establecer otro tipo de modelo de país y que debe encontrar en la Universidad un facilitador del pensamiento y no su mayor detractor. La Universidad no puede ser otra cosa que el espacio del pensamiento libre que no es otra cosa que la síntesis entre la contradicción aparente entre esencia y existencia.

Por eso, el llamado es a la resistencia, no sólo desde el ámbito jurídico legal sino más bien desde el pensamiento crítico. No podemos resignarnos a que nos concedan permiso para pensar, porque si la esencia no nos libera no hay pensamiento que pueda ser pensado y en el momento en que no haya qué pensar habremos cedido por completo nuestra libertad.

¡A pintar de nuevo!

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